Televisión. La secuela del aventurero Bill
Por Adriana Schettini
En el mundo globalizado, la TV tiene necesidades que la razón no entiende. Se trata de encontrar historias capaces de atraer la atención planetaria y exprimirlas hasta la última gota. Ysi llegado ese punto de agotamiento los resultados muestran que el objetivo ha sido logrado, el sueño es encontrar una secuela que esté a la altura de las circunstancias.
El presidente norteamericano Bill Clinton ha sido en los últimos tiempos el mejor socio de la TV finisecular, hambrienta de escandaletes exportables. Justo es decir que sus amoríos -por impropios que hayan sido- son más y mejor de lo que cualquier productor televisivo hubiera podido soñar. Lo suyo es una suerte de talk-show de aceptación universal. Queda claro que si ese género que postula las confesiones privadas frente a la cámara tiene seguidores en las pantallas de los países más disímiles, el sexgate protagonizado por Clinton y las becarias de la Casa Blanca, no podía menos que convertirse en una mina de oro para la TV.
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Acostumbrados a ver a los vecinos de la puerta de al lado tirándose de las mechas, el público tiene ahora al alcance del control remoto, al presidente del país más poderoso de la tierra mintiendo, desmintiéndose, denunciando campañas en su contra, arrepintiéndose y haciendo equilibrio en la cuerda floja de su puesto. Es impactante verlo tambalear en la cima del poder sólo por haber combinado con poco tino sus condiciones de mujeriego y mentiroso.
Cuando el hombre ya ha presentado las disculpas por sus andanzas con Monica Lewinsky, cuando el fiscal Kenneth Starr ya ha lanzado al mundo su informe millonario en detalles eróticos, cuando Internet ya ha levantado hervor en virtud de las complicaciones de polleras- o vestidos, para decirlo con precisión- del presidente de los Estados Unidos, la TV gritó que el show debe seguir.
Pura lógica televisiva:bajarse de un éxito de rating es como escupir al cielo catódico. Si el culebrón del presidente, la oposición, su mujer y su amante, ha concitado la atención de las retinas en los cuatro puntos cardinales, hay que hacer lo imposible para que no decaiga. Y en esos casos, segundas partes siempre fueron buenas. Al menos para la caja registradora de las emisoras expertas en estirar como un chicle sus propios éxitos.
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La red televisiva Fox, de Rupert Murdoch, demostró anteayer que con un poco de buena voluntad toda historia de consumo masivo puede alargarse a gusto. Basta con incorporar personajes secundarios a la trama central. Y el hecho de que el protagonista de esta telenovela real sea el presidente de los Estados Unidos, no la convierte en excepción a la regla del streching televisivo.
Consciente de que corren tiempos de "ver para creer", y fieles a la premisa de que la tele es imagen, la emisora norteamericana se sintió obligada a mostrar. Desempolvó un video de 1993, y lo puso al aire. Allí se veía a Clinton junto a un grupo de jóvenes, sudando la gota gorda después de una maratón, en el Salón Oval de la Casa Blanca. Una muchacha que el canal no quiso o no pudo identificar secaba la frente presidencial. Acto seguido, la becaria y el primer mandatario abandonaban al grupo y entraban a otra sala. Eso y sólo eso estaba a la vista. ¿Alcanzaba para sospechar un affaire entre el maltrecho Bill y esta "Monica Dos"?Para la Fox, la respuesta no parece ser una cuestión medular. Lo importante, en todo caso, es que los canales de todo el planeta se hicieron eco de esta secuela televisiva del aventurero Bill.
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