La voz conectada al universo
El nacimiento de la sociedad musical entre Verónica Condomí y Liliana Vitale fue hace cuatro décadas. Pero ojo que no estamos hablado de dos señoras mayores que se han puesto a sacar cuentas. Eran dos adolescentes cuando comenzaron a cantar juntas, en el seno de M.I.A. el colectivo musical fundado por el papá de Liliana, Rubens Vitale, que fue el baluarte de la producción musical independiente en nuestro país.
El dúo perduró en el tiempo, no como esos grupos de actividad ininterrumpida sino como una especie de sello distintivo que estas dos cantantes supieron imprimir dentro de la música popular argentina, sin necesidad de tomarlo como un trabajo full time. Cada una encaró sus proyectos y cruzó su camino con el de la otra cuando lo sintió necesario. En la década del 80 grabaron dos vinilos, Danzas de Adelina y Camasunqui, que recién en 1997 tuvieron una versión en CD. También seleccionaron y registraron temas del cancionero de María Elena Walsh. El resto fue en vivo. Sus reuniones fueron para despuntar el vicio de cantar sobre los escenarios y para seguir explorando las cuerdas de la voz. Recién en 2010 editaron un nuevo álbum con improvisaciones, versiones y temas propios que llamaron Humanas-voces.
En esa evolución -de raíz folklórica, pero en un sentido muy amplio-, plasmada en cada reencuentro, permaneció la esencia vocal de su trabajo y lo que mutó fue aquello relacionado a los signos que cambiaron con los tiempos; incluso los cambios personales de cada una. Si al principio la exploración vocal estaba puesta en primer plano, con los años se delinearon con un trazo más grueso otros horizontes. Es decir: el juego vocal sigue siendo protagonista, pero se fue poniendo al servicio de objetivos mayores. Liliana y Verónica acaban de publicar Elementales, un nuevo disco en el que esto quedó expuesto de una manera franca. Además de las "armonías de dos notas" el eje de esas canciones puede ser la tierra y el universo. Porque junto con esos tejidos sonoros (la tapa del disco es una trama colorida que parece del noroeste argentino y una de las fotos internas muestra las manos de dos tejedoras, Liliana y Verónica, en plena tarea) hay también una espiritualidad sin dogmas. Entre las primeras piezas hay improvisaciones que parecen mantras.
Al promediar el disco suenan los temas de Alberto Muñoz; uno de ellos, "Canción del nacimiento en la galaxia del buen hijo" es casi una liturgia. Y hacia el final de la producción aparecen títulos como "Sangre de agua", de Condomí, que es una evocación ritual a la Pachamama. En medio de todo eso hay "danzas vocales" sin coreografías y, tal vez como una licencia nostálgica, una perlita de Luis Alberto Spinetta, "Será que la canción llegó hasta el sol", casi como una expresión de deseo o de conexión con el universo. El ayer y el hoy de Vitale y Condomí está muy bien sintetizado en este disco.
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