Leonard Nimoy: el otro yo del Sr. Spock, viajero de las estrellas
Ayer, en su casa de Bel Air, una de las áreas más elegantes de los alrededores de Los Ángeles, Leonard Nimoy murió a los 83 años. Y al conocer la noticia sus admiradores, que se cuentan por millones y pueden hallarse en cualquier lugar del mundo, deben haber pensado en medio de la congoja que llegó a su fin una larga y próspera vida. Son las mismas palabras que tantas veces utilizó en pantalla el actor como augurio y saludo durante sus travesías interplanetarias en la nave Enterprise desde su otro yo, el señor Spock de Viaje a las estrellas (Star Trek).
Nimoy tuvo una riquísima existencia artística en términos creativos. Fue actor y director en cine, teatro y TV. Brilló en los escenarios con su presencia magnética en obras como Equus, El violinista en el tejado y un exitoso unipersonal consagrado a Vincent van Gogh. Sus poesías y pinturas fueron objeto de exitosas muestras y publicaciones. Pero ninguno de esos logros quedará en la memoria y el reconocimiento masivo como esa identificación casi absoluta con el más lógico de los viajeros estelares de la pantalla.
Spock era el primer oficial del Enterprise, con su imperturbable estampa de figura que pertenecía en mitades iguales a nuestro género humano y a su planeta de origen, Vulcano. De este último traía una marca física inconfundible (las orejas puntiagudas) y el infalible razonamiento lógico que marcaba todos sus actos.
De la mano de este personaje, Spock se convirtió en pilar del elenco original de Viaje a las estrellas, cuyas tres temporadas resumieron en los años 60 la misión de cinco años del Enterprise rumbo al espacio ("La última frontera", según se decía al comienzo de cada episodio).
El bajo rating que obligó a cerrar la serie revivió de a poco, en buena medida, gracias al carisma silencioso de Spock, en múltiples desprendimientos y una serie de largometrajes que en los años 80 recuperó la gloria de aquellos primeros tiempos. Dos de ellos (En busca de Spock y Misión: salvar la Tierra) fueron dirigidos por Nimoy antes de su éxito más resonante como realizador, muy ajeno por cierto a ese mundo: Tres hombres y un bebé (1987).
Antes y después de esa etapa, a Nimoy nunca se le fue de las manos el vínculo con su álter ego. Pero la complejidad de esa conexión quedó reflejada en los títulos de sus dos autobiografías: I Am Not Spock (Yo no soy Spock, 1977) y I Am Spock (Yo soy Spock, 1985). Con el tiempo admitió que había logrado construir una suerte de relación mística con el personaje y su especial entorno.
J. J. Abrams le rindió tributo con dos pequeñas apariciones en el regreso de Star Trek y lo mismo ocurrió, en clave más risueña, en la serie The Big Bang Theory. Similar perfil de homenaje tuvo su celebrada aparición en la serie Fringe. Anticipos del viaje final, que comenzó ayer.
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