Literatura y amor, en portugués y en español
Ella es su musa. Su lectora privilegiada. La mujer que cada mañana atisba al escritor y sus fantasmas. La periodista andaluza Pilar del Río, de 53 años, no sólo es la traductora de la obra de José Saramago al español, sino, esencialmente, la mujer que hace 16 años capturó su corazón. Durante la última visita del Premio Nobel de Literatura 1998 al país lo acompañó discretamente.
Dio con el autor de El Evangelio según Jesucristo por casualidad, si es que ésta existe. Pilar trabajaba en RTVE, en Sevilla. Una tarde descubrió en una librería el Memorial del convento, uno de los títulos más bellos de Saramago. Y se sintió respetada como lectora. Continuó con El año de la muerte de Ricardo Reis. Allí nomás sintió la necesidad de agradecerle al autor esa pulsión de eternidad de su obra.
Dio con él en Lisboa. Compartieron una caminata por la capital portuguesa, visitaron la tumba de otro nombre inmenso de la literatura lusitana, Fernando Pessoa, y se despidieron. Comenzaron a escribirse. A la quinta carta, con el estilo de un caballero clásico, Saramago le preguntó si podía verla, en caso de que "las circunstancias de su vida lo permitieran". Se hicieron inseparables.
–¿Qué le impresionó de Saramago la primera vez que lo leyó?
–Desde que lo leí, en 1985, sentí la necesidad de volver a la contratapa para cerciorarme de que era un autor contemporáneo. Comenzaba a leerlo y no me creía que ahora existiera un hombre capaz de escribir como Cervantes, expresando el dolor de los pueblos, una mirada marxista y una compasión no paternalista. Así fui elaborando ese sentimiento de que había una pulsación interna en la obra de Saramago que nos lleva a habitar sus libros y que sus libros habiten en nosotros. Para mí, fue una sorpresa. Hasta ese momento, todo lo que sabía de Portugal era que tenía la Virgen de Fátima y que fabricaba buenas toallas.
-No debe haber sido fácil dejarlo todo para vivir con Saramago en la isla de Lanzarote.
–No dejé nada. Hice una opción y eso implicaba una renuncia. Pero la opción era tan fuerte que la renuncia pesaba menos. ¿Qué dejaba? Un puesto en la Televisión Española de Sevilla, una carrera como periodista y una ciudad.
–¿Cómo es ser la primera lectora de Saramago?
–Muy angustioso. Prefiero leer un libro a ver una película, porque en la película el director te lleva a su ritmo, pero en la lectura el ritmo lo pones tú. Eso de leer dos páginas y quedarte en una coma o en una palabra por la mitad es muy angustioso. Pero a la vez sabes que participas de un proceso de creación. Yo no soy un sujeto activo. El me cuenta y yo escucho. Cualquier solución a la que él arribe a mí me maravilla. Por allí puedo aportar puntuaciones de carácter cronológico, pero nada más.
–¿Por ejemplo?
–En una de sus novelas le dije: No puedes cortar la luz y que funcione el contestador porque anda con electricidad. En la última, El hombre duplicado, hay un personaje que se llama María Paz y, en un momento, leí en una página el nombre de María Luz. Para José, Paz tenía un significado tan simbólico como Luz. Le pregunté: ¿Hay también una mujer duplicada?
–¿Interviene Saramago en su trabajo de traducción?
–No me hace observaciones porque planteo muchas dudas y, además, discutimos mucho. Siempre se consultan varios diccionarios. El siempre me machaca y dice: Si existe en el diccionario, ¿por qué no lo utilizas? No es una cuestión de comprensión de su obra, porque la tengo. A él le gustaría que la traducción en español se ajustara más al portugués, pero al final pongo lo que quiero. Total, él no va a leer su obra.
–¿Qué libro de él prefiere?
–Tengo días. Unas veces opto por uno, otras por otro. En mi protector de pantalla tengo una frase de Memorial del convento. Dice: Blimunda no se rinde, que es el personaje femenino. Pero creo que el libro que más me gusta es El viaje a Portugal, el más autobiográfico.
–¿Puede usted explicarse la relación de Saramago con sus lectores?
–No se sale de un libro de Saramago impunemente. Uno no queda igual luego de haberlo leído. He visto a la gente decirle: Su obra me ha salvado la vida.
–¿No cree que, pese a negar la existencia de Dios, hay en Saramago una enorme espiritualidad?
–La comprensión del ser humano lleva a tratar de entender sus creencias. En el estudio donde trabaja, José tiene un reagrupamiento de pequeños dioses precolombinos. En ellos se han depositado algunos de los sentimientos más hermosos. Pero eso no expresa una relación entre él y Dios, sino entre él y los hombres. Pese a mi formación católica, yo no creo en Dios como abstracción. Con José compartimos la misma ideología. Dios no nos ha unido ni ha sido un obstáculo. Simplemente, está de vacaciones.
Independencia
- La periodista Pilar del Río no pontifica demasiado sobre el lugar que ocupa en la vida del Premio Nobel de Literatura 1998. Como ha dicho más de una vez, y también en esta ocasión: "Yo no he sido educada para casarme ni menos todavía para vivir pegada a las faldas de un marido protector. Nací y me preparé para ser independiente y lo he sido durante muchísimo tiempo".
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