Lorde o el impacto global de una adolescente cualquiera
Huele a espíritu adolescente Lorde. Existencialismo, melancolía, preocupaciones y contradicciones varias, juegos de la mente y una suerte de medio tiempo que marca los síntomas de un período de la vida en el que las dudas emergen por sobre las certezas. Y en medio del torbellino, un chicle globo que explota; las salidas con amigos, los sueños, las pesadillas y la intuición de que esta carrera que recién empieza ya dio los primeros pasos en la dirección correcta.
Más allá de los premios, los dos Grammy, los elogios de sus pares y los celos de Miley Cirus por haberla desbancado del primer puesto de los rankings norteamericanos justo en la semana que la ex chica Disney se desnudaba para Rolling Stone (la más joven en llegar al N° 1 desde Tiffany, en 1987), esta neocelandesa de Auckland sorprende e impacta por la ambigüedad que proyectan sus jóvenes 17 y sus letras maduras, más propias del tamiz que produce la experiencia.
"Es tan aterrador envejecer", concluye Ella Yelich-O'Connor -Lorde para todos- en "Ribs". Una canción pop fuera de este tiempo, a la manera de Lana del Rey, pero aun más frágil y con la ironía fuera de competencia. A esta fan de Animal Collective, el pop celestial le sienta bien, igual que esas bases hip-hop y ese rapeo tímido y hasta susurrado que practica en los mejores pasajes de su álbum debut, Pure Heroine. Pero en lugar de volverse dark y desangrarse por dentro elige seguir adelante y sobreponerse con un superado: "Yo nunca pienso en la muerte. Está todo bien si vos lo hacés..." ("Glory and Gore").
El inicial "Tennis Court" bien podría integrar la banda de sonido de una película de Sofia Coppola. Desganada y con una base que recuerda a los videojuegos de los 80, Lorde imprime sensaciones de ese futuro que se le vino encima. "Pronto estaré en mi primer vuelo. Veré las venas de mi ciudad como lo hacen en el espacio", confiesa, en los primeros tres minutos. En "Royals", intentará escaparle a la fama que la acecha y mentirse -mentirnos- con un tajante: "Nunca seremos de la realeza, no está en nuestra sangre... adoramos un tipo diferente de alcohol". Como dice en "Glory and Gore", el sol comienza a iluminarla cuando camina hacia su casa, después de una noche intensa de sueños compartidos. Pero lo que a esta adolescente la ilumina es la promesa brillante del pop, ese germen activo desde los años 50 que ya no necesita de jopos ni cadillacs rosas para impactar, sino de ese dios todopoderoso que es Internet y que puede proyectar al firmamento a una teenager que aún no decidió qué quiere ser cuando sea grande.
"Tal vez Internet nos crió o tal vez las personas son imbéciles. La gente habla, la gente habla...", concluirá en el epílogo ("A World Alone"). Mañana será otro el fenómeno que contemplemos y mientras miremos las nuevas olas Lorde, seguramente, ya sea parte del mar.