Los Fabulosos Cadillacs hicieron arder a pura música la noche neoyorquina
El grupo actuó ante más de 5000 personas en The Theater, del Madison Square Garden
NUEVA YORK.- La tarde había sido obstinadamente fría y lluviosa, pero eso no impidió que anteayer alrededor de 5000 personas -y un número parecido de teléfonos celulares- se acercaran puntualmente a las 8 a The Theater, en el renombrado Madison Square Garden de Nueva York, para encontrar calor en el efectivo cóctel de clásicos y novedades que les tenían preparado Los Fabulosos Cadillacs.
Esta parada neoyorquina fue la última del tramo estadounidense de la nueva gira de la banda, que ya la llevó por Los Ángeles, Miami y Dallas en apenas una semana. Pero ninguno de sus miembros exhibe el más mínimo rasgo de cansancio. Durante las más de veinte canciones en dos horas de show, Vicentico, de cárdigan azul sin mangas y remera rosada debajo de un saco de smoking, no deja de entregar su contoneo comprador ni sus zancadas dulcemente pendencieras, y prueba de sobra que su voz está en plena forma. Flavio, de camisa celeste con mangas arrancadas para dar lugar a brazos tenaces y tatuados, corre por el escenario blandiendo el bajo como un rifle de juguete. Sergio Rotman, reincorporado recientemente a la banda, alterna su rol de saxofonista con el de animador, sacudiendo contento su porra grisácea para alentar tanto al público como a sus compañeros de la sección de vientos.
Claro, la formación para tocar en vivo recibió una emotiva transfusión de sangre joven cuando al grupo se sumaron Florián Fernández y Astor Cianciarulo, hijos de Vicentico y Flavio, respectivamente. Florián, de saco negro como su padre, se hace cargo de la guitarra eléctrica. Astor se turna entre la batería y el bajo, y así refuerza con pirotecnia e ímpetu rockero el trabajo de Fernando Ricciardi en la primera y el de su papá en el bajo.
La gira propone la presentación de La salvación de Solo y Juan, el disco conceptual que los Cadillacs editaron el año pasado, el primer larga duración con material exclusivamente nuevo en más de quince años. Pero después de una breve obertura instrumental, el grupo se lanza a un primer aluvión de sus hits más históricos: "Mi novia se cayó en un pozo ciego", de Yo te avisé!! (1987), con Vicentico en plena pose mod, entre elegante y callejero, todavía con unos guantes de cuero puestos; los amores dolorosos de "El aguijón", perteneciente a El león (1992), y "Demasiada presión", de Volumen 5 (1990), y "El genio del dub", durante la que el cantante se pasa por momentos a un micrófono de animador para emitir un mareado mensaje de paz: "Cuando hablás de violencia, dice Basta ya".
Después empiezan a llegar los temas del último disco ("Averno, el fantasma" y "La tormenta", tocados en tándem, y con el sonido quizá más nuevo y ominoso, son los que más se destacan), y a éstos los acompañan imágenes de videos en blanco y negro (el mar, un faro en una playa desértica, extraños seres enmascarados, presumiblemente los personajes que dan título al disco) en dos pantallas a los costados del escenario.
Recién "Calaveras y diablitos", de Fabulosos calavera (1997), con un formato más reducido -una sola batería, un solo saxo-, ofrece el primer momento de distensión, y Vicentico saluda al público en español, luego se excusa ("no sé hablar inglés, boludo") y Flavio lo ayuda y le sopla chistes y agradecimientos en inglés al oído. No era necesario: en el público se agitan banderas argentinas; se ven camisetas de Boca y San Lorenzo; se escucha hablar, con la excepción de algunos escrupulosos guardias, exclusivamente en español, y la gran mayoría conoce y corea los temas de memoria.
Después de paradas emotivas por distintas etapas de su carrera (una versión pesada y oscura de "Saco azul", de Rey Azúcar, del 95; la reciente "Canción de Solo para Juan", con Vicentico en guitarra acústica y Flavio en la eléctrica), el grupo cierra la noche con una última avalancha de los clásicos ("Mal bicho", "Matador", "Vasos vacíos") que supone tanto una conmemoración de la enormemente influyente carrera de la banda, como un emblema internacional del rock y la música popular latinoamericana, como una confirmación de su actualidad.
Patricio Orellana