Los Macocos, paródicos
"Continente viril" , de Alejandro Acobino. Adaptación: Los Macocos. Dirección y puesta en escena: Javier Rama. Elenco: Daniel Casablanca, Martín Salazar, Gabriel Wolf y Marcelo Xicarts. Luces: Eli Sirlin. Escenografía, vestuario y utilería: Marta Albertinazzi. Producción general: Los Macocos. En el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543; 100 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Cuatro hombres de jaqué, ojos de sorpresa y gorra negra puntiaguda caminan en la posición relojera de las nueve y cuarto y avanzan hacia un témpano de hielo representado en una sencilla hilera de gradas. Son pingüinos ingenuos, torpes, graciosos, que anuncian su final con una música seca. Enseguida, se arrojan al mar ("para estrellarse entre las rocas"). Es el comienzo de la nueva propuesta que la "banda teatral" Los Macocos ofrece sobre un texto ajeno de Alejandro Acobino.
El quinteto artístico -que está a punto de cumplir 20 años- se introdujo en un terreno complicado y muy diferente del que suele transitar. Son cuatro personajes sórdidos que conviven en un pequeño destacamento militar perdido en la península Antártica. El doctor Esteban Sosnowski (Salazar) llega para investigar la causa de los misteriosos suicidios en masa de los pingüinos del lugar. Allí espera su retiro el Coronel Meléndez (Xicarts), con quien trabajan un sargento provinciano que sabe obedecer muy bien (Casablanca) y el señor Perrupato (Wolf), un empleado civil que mira pero no ve.
Por estas venas de caricatura fluye un tema muy potente: la dictadura militar. Plantear esa temática desde el humor, las técnicas del clown y la farsa parecería una tarea imposible, pero Acobino realizó una obra impecable y casi perfecta. Por algo fue distinguido con el premio Germán Rozenmacher a la Nueva Dramaturgia por este texto. Cerca de los cuarenta, Los Macocos son de esa generación a la que la dictadura le arañó la espalda en pleno escape hacia la democracia. Es lógico que sea para ellos una temática pendiente. "Continente viril" es una pieza que apunta a los sentidos de diferentes maneras. El público joven -un poco más despojado de rencores y heridas históricas- ríe a través del humor negro y el sarcasmo. En tanto, para cualquiera que tenga más de 35 años, que el personaje del sargento abra un botiquín que contiene elementos de tortura y le aplique picana a un huevo de pingüino para "hacerlo hablar" impresiona. Pero la situación es tan caricaturesca que puede provocar una risa aterradora. Del mismo modo, cuando Perrupato abre un paquete de Mantecol "de 1982" y el sargento exclama: "¡Viene con cartita!", en clara alusión a sucesos sospechados sobre alimentos sin destino claro durante la Guerra de las Malvinas. La habilidad del autor, el director y los actores por sostener la indignación sobre la base de la risa es un trabajo artesanal que demuestra que si todas las piezas de esta maquinaria no fueran perfectas el engranaje podría haber fallado dramáticamente.
Caricaturas
Los personajes, de un patetismo con trazo grueso, son un reflejo de diferentes vertientes de pensamiento -no necesariamente político- de una sociedad perdida en la bruma. Cada uno de ellos refiere a actitudes, decisiones, posturas y coeficientes de grupos masivos, hábilmente dibujados a través de la caricatura, como una suerte de vehículo inductor de risas a través del reflejo turbador propio.
El quinto "macoco", el director Javier Rama, se destaca por una marcación justa que impide un desborde natural y lógico que podría provocar un "burlesque" de este tipo. Cada actor hace una composición única, perfecta y medida, entre las que destaca notoriamente la de Marcelo Xicarts, sin dudas uno de sus mejores trabajos.
Sin exageraciones, una joya impecable de la nueva dramaturgia que, con valentía y respeto, se atrevió a tratar desde el humor temas escabrosos que afectan la sensibilidad de cualquier espectador.
lanacionar