Leila Guerriero
Muerte y desolación
Crónicas desde un pueblo santacruceño cruzado por una ola de suicidios
En Las Heras, un pueblo de la provincia de Santa Cruz alejado del mundo y sobreviviendo del petróleo, un día un chico se mata. Otro día se mata otro. Y otra día una chica. Y otro día otro más. Si fuera ficción, sería un guión poderoso. Lástima, el libro de Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo, es un libro periodístico.
Guerriero viajó a Las Heras y ahí quedó, un poco atrapada por los caminos cortados, otro poco por la historia de muertes en el sitio más autoflagelante de la Argentina. En las 230 páginas del texto, la autora va recorriendo de casa en casa, literalmente a contraviento, preguntando por qué, por qué allí los jóvenes se matan.
La desolación, el deterioro, el deterioro más el clima, el desempleo, el futuro imposible, una secta satánica, nada termina de explicar por qué Las Heras debió vivir una ola de suicidios que se llevó a una veintena de sus chicos, a los más desesperanzados.
Muertes repentinas, casi siempre mediante el ahorcamiento, en algunos casos, en las calles de la ciudad. Las muertes son tantas y los familiares, amigos y novias que llegan detrás de esas muertes tantos más que en el último tercio del libro los nombres y los cruces de esos nombres se vuelven un poco abrumadores. ¿Este no se había matado ya? Ah, no, era el amigo, que se llamaba parecido.
De todas maneras, se trata de un libro decididamente intenso que se sumerge en otra de las muchas argentinas que nadie se toma el trabajo de mirar.
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