Maxim Vengerov: "Es la pasión lo que le da su dimensión al arte"
El violinista ruso estrenará esta noche en el Teatro Colón, junto a la Sinfónica de Shanghai, el concierto del chino He Zhanhao-ChenGang
A los 16 años, Maxim Vengerov ganó un importante concurso de violín en Londres, cuyo premio era nada menos que un Stradivarius. A partir de entonces, y con el bagaje de los años de formación instrumental impartida por su madre en Siberia, la carrera del prodigio ruso fue en constante ascenso. Los proyectos de grabaciones y los conciertos con las orquestas y directores más prestigiosos no tardaron en llenar su agenda. Joven, virtuoso, simpático y extrovertido, pleno de emoción y expresividad en su toque, logró cristalizar una combinación de virtudes única. Maxim se convirtió en un super-star del mundo clásico.
Pero promediando los 30, en la cúspide de su fama, decidió retirarse de los escenarios en busca de una mayor concentración para su arte. Cambió el refinado arco de su Stradivarius por la batuta de director y sobre esa senda que implicaba un desafío, pero a la vez un enorme enriquecimiento espiritual, construyó al artista maduro que hoy (luego de su espectacular comeback en 2011) se presenta en toda la plenitud de sus recursos musicales. Horas antes del concierto que ofrecerá para Nuova Harmonia junto a la Sinfónica de Shanghai en el Teatro Colón, Vengerov dice que adora esa sala por su caluroso público "¡y porque esta ciudad de Buenos Aires me inspira tanto, con el tango, por ejemplo!"
-¿Cuándo comenzó su colaboración con la Sinfónica de Shanghai?
-En 2009, cuando fui a dirigir esta maravillosa orquesta a China por invitación de Long Yu. Tocamos varias veces en Pekín y Shanghai, y recién después comenzó la colaboración en giras. Soy afortunado. Esta gira es muy importante para mí porque toco 2 conciertos: Tchaikovsky y Lovers of Butterfly, de He Zhanhao-ChenGang. La Sinfónica de Shanghai es la orquesta más antigua de China, un organismo al más alto nivel del mundo, muy bien organizado, flexible musicalmente y con una larga tradición.
-¿Qué podría comentar de Los Amantes de Butterfly, el concierto que tocará en Buenos Aires y que tal vez sorprenda al auditorio por su lenguaje romántico, y podría decirse también programático?
-Sí, porque cuenta una historia de amor como la de Romeo y Julieta, una tragedia romántica sobre una joven pareja a la cual sus padres se oponen, escrita dentro de la mejor tradición clásica, usando relaciones melódicas y armónicas chinas. ¡Me encanta este concierto! Además me exige encontrar la técnica y la expresividad adecuada, por ejemplo en el uso del vibrato, debo estudiarlo cuidadosamente para lograr naturalidad. Para mí es un nuevo mundo en el cual debo adaptar varios elementos de mi toque. Es una composición muy interesante, llena de momentos de belleza y esperanza, que me alegra poder presentar en Buenos Aires.
-Acerca del instrumento con el que toca habitualmente, ¿qué le agrega a su maravilloso sonido el famoso Stradivarius ex Kreutzer de 1727?
-He tocado muchos instrumentos en mi vida y cada uno me ha permitido desarrollar un sonido diferente, modificando en cierta forma mi sonido original. Hablar del sonido y de sus cualidades es un poco como la impresión con los cantantes: cada artista es distinto. Uno puede reconocer a Heifetz, a Oistrakh?, y en el globalizado mundo de hoy es fundamental no perder la identidad artística. Lo que agrega el instrumento es una colaboración, la sinergia, la empatía entre el violinista y su violín. Es como un segundo matrimonio para el intérprete. El carácter del instrumento también depende de la expectativa del músico. Habiendo tocado tantos violines me decidí por Kreutzer precisamente porque según mi expectativa, su canto me permite imitar la voz humana.
-Hay una anécdota de su infancia que cuenta que el sonido extraordinario que logró extraer de su violín, desde la primera lección, se debió al afán de imitar la voz de su propia madre. ¿Es real?
-Sí. Es así. La idea se relaciona directamente con mi madre. Yo cantaba en el coro (que ella misma dirigía) y busqué el instrumento con el que mejor podía imitar la voz. Por esa cualidad elegí el violín.
-¿Por qué decidió alejarse de los escenarios como solista en la cúspide de su fama?
-Después de tantos años de viajes necesitaba una pausa para enriquecer mis conocimientos. Estudié dirección orquestal durante tres años, necesitaba descubrir ese sentido más profundo: conducir una orquesta, lo mismo que tocar un instrumento a través de gestos, conectando a los músicos, liderándolos e inspirándolos en la interpretación de una obra. Es un mundo fascinante. Esos tres años fueron muy importantes para mí: una nueva profesión dentro de mi actividad musical, como lo son tocar el violín y enseñar.
-Más allá de la música, ¿qué es lo que más disfruta de su multifacética vida?
-Compartir mi existencia humana con mi maravillosa esposa y mis dos bellísimas niñas.
-¿Cuál es la diferencia entre un músico excelente y un verdadero artista?
-Creo que como en todas las profesiones, la diferencia está entre la rutina del oficio y la pasión, la personalidad, el carácter, la dedicación y el amor que da dimensión al arte.
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