La sediciosa del pop alternativo trajo su show de alto impacto y baja resolución al Movistar Free Music
A ocho años de su primera visita en una carpa atestada del Festival Bue 2005, cuando solo tenía su primer disco, Arular, y los beats prestados de Piracy Funds Terrorism (mixtape todavía vigente junto a su ex Diplo), M.I.A. hoy puede jactarse de volver con un repertorio con algunos de los tracks bailables más memorables de la década pasada, al menos para los afines al hip hop y la electrónica alternativos.
Su show como headliner en el Movistar Free Music sirvió de presentación de su cuarto disco, Matangi, el camino de salida del rebuscado Maya (2010) que fue mayormente omitido en esta fecha. Su visión sigue nutriéndose de su linaje étnico e ideológico (como ya se dijo mil veces, su padre ausente es un activista político y ex revolucionario en Sri Lanka), y su historia de conflictos político-raciales. También de Internet en tiempos de Wikileaks e insurgencias organizadas por BBM. Es difícil decir cuánto de esto llega a, por ejemplo, los 50 que se subieron al escenario a bailar con ella en "Boyz", sólo desesperados por una selfie. Después de todo, el principal objetivo de M.I.A. es provocar el baile, sin ceder en su obstinación con lo abrasivo y difícil. No sorprende que haya omitido sus intentos más pop ("Jimmy", "XXXO") y haya favorecido a las geniales "XR2", "Galang", "Bucky Done Gun", "Bamboo Banga" y a las más nuevas "Y.A.L.A." y "Sexodus".
Más allá de los acoples que aparecieron en el puñado de veces que bajó al vallado y otros ruidos de los que podríamos eximirla de responsabilidad, M.I.A. no llegó a cubrir vocalmente lo que algunos de sus temas exigen. Ayudada por la pista y otra voz en segundo plano, quedó más de una vez por detrás del denso muro de sonido de sus co-producciones, que de por sí son bastante ásperas. A su vez nadie que la haya seguido con un mínimo de atención puede esperar de ella una vocalista correcta ni una rapera virtuosa. Siempre más artista multimedia que música, M.I.A. existe en un mundo de 128 kbps y se desarrolla dentro de esas limitaciones, muchas veces con resultados gloriosos como "Paper Planes" y "Bad Girls", los dos temas que cerraron el concierto.
A fin de cuentas, gustó por su anarquía sonora, sus ritmos frenéticos y el lisérgico cocktail tercermundista de sus visuales: todo tan caótico como el lado del mundo del que extrae su imaginario visual y lírico. Su actitud desafiante hace que todo esto funcione, inclusive ese atuendo con velo hindú rosa y sombrero de animal print. No cualquiera.
Por Gabriel Orqueda
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