Misterios de un cuerpo libre y despojado
La bailarina y coreógrafa estadounidense Mariah Maloney presenta un show de solos encandenados, Concert Repertory
Mientras viajamos en un ascensor en busca de un café para consumar la entrevista, le anticipamos a Mariah Maloney que la hemos visto en su sutilísimo solo Hjemreise 2013, acerca del cual ella aclara que lo compuso sobre música tradicional noruega. "Es que mi abuelo era noruego y quise aludir a esas raíces", explica. Ese ascendiente se trasunta en su estatura normanda y en sus bellos rasgos (cabello rubio, piel rosada), que indican una afinidad con moldes étnicos que configuraron radiantes fisonomías escandinavas, como la de la también noruega Liv Ullmann, por ejemplo. Y, por supuesto, la de Maloney.
Pero Mariah no es actriz; baila, dirige un grupo, da seminarios por el mundo y ahora ha aterrizado por primera vez en Buenos Aires para participar del Fidic, el IV Festival de Danza Independiente Cocoa, con sus workshops, claro, pero además con su solo ConcertRepertory, a ofrecerse esta noche en la sede del Celcit de la calle Moreno.
La jovial espontaneidad de esta muchacha de 46 años, que entre 1995 y 2002 integró en Nueva York la célebre compañía de Trisha Brown (una de las cabezas fundantes de la postmodern dance de los años sesenta), revela un carácter afín con el estilo de movimiento que se advierte en sus concepciones coreográficas, un elocuente correlato entre personalidad e impronta artística.
Maloney es oriunda de una zona fría, pero de otro continente, nació en Homer, Alaska, y a los dos años su familia emigró. Sus recuerdos, sin embargo, se remontan a las estructuras habitacionales de Alaska, en una cabaña pequeñita: "Mi mamá es pianista y hacía música de cámara con un violinista -cuenta; dos veces por semana ensayaban allí Brahms, Beethoven, Schubert, y después iban a tocar a escuelas. Esa experiencia me dio la oportunidad de incorporar estructuras musicales clásicas y más tarde, en la universidad, reconocer a los autores que escuchaba. Hice un máster en Artes basado en eso de absorber músicas durante el sueño. Y me sirvió cuando en 1995 fui a trabajar con Trisha Brown, que usaba sonidos clásicos".
¿Bailaste en la Judson Church, la iglesia neoyorquina del Village que en 1962 se convirtió en templo de la naciente danza posmoderna?
Sí, en 2008. Los bailarines de Trisha dieron allí un concierto e invitaron a ex miembros de la compañía a interactuar con los actuales.
¿Viste a alguno de los pioneros de esta corriente?
A Meredith Monk la vi este año, en una performance que hizo en otra iglesia. Y también a Steve Paxton: en 1995 él y Trisha bailaron una obra que ya habían hecho veinte años antes.
-¿Qué queda de aquel movimiento de los sesenta?
Muchos de aquellos coreógrafos siguen creando performances según esos principios. Mi experiencia de viajes me indica que las pautas de la Judson Church están más vivas en Europa. En los Estados Unidos sucede algo extraño: se impone una tendencia conceptual, ideas más que movimiento.
Mariah Maloney tiene sus bailarines en Nueva York; su compañía ensaya en el Studio de Mark Morris (quien encabezó con Mikhail Baryshnikov el White Oaks Project), pero arma sus trabajos también en otros centros, como una universidad cercana a la frontera con Canadá.
Del estilo de Trisha Brown se dice que apela a una gestualidad especial que, sin dejar de ser "espontaneísta", de alguna manera es sofisticada. ¿Heredaste esos rasgos como coreógrafa?
Mi trabajo actual siempre tiene un componente de cuerpo. Trisha tenía un cuerpo inteligente; trabajó con disciplinas corporales, como la técnica Alexander y la de Klein, para lograr una articulación fluida. Mi credo: en primer lugar el "cuerpo inteligente"; después, la improvisación y, en tercer lugar, el trabajo con otros artistas, músicos y plásticos. Amo bailar y por eso aquí haré un show de solos encadenados, que se articulan unos con otros. Pero estoy aprendiendo a ser más coreógrafa, a mirar desde afuera la creación para otros.
Cuando se le pide que trate de resumir en tres palabras qué principios de dinámica del movimiento transmite en sus workshops, esta artista sensible dice "Bienestar" y, contando con los dedos, busca ingenuamente otros dos vocablos. Hay que aclararle que es un modo de decir "en pocas palabras". Ella ríe, y entonces enumera, ya con libertad, esos rasgos: "Bienestar, la sensación de jugar, curiosidad y sencillez. Y, algo importante para bailar el repertorio de Trisha: el manejo de la respiración somática, que facilita la unidad cuerpo-mente-espíritu". Eso ha de constituir la esencia de su actuación de esta noche, a través de un arte en el que resuman la inocencia, el juego, la sencillez y, sobre todo, la belleza.
Concert Repertory
De y por Mariah Maloney
En CELCIT, Moreno 431,
Hoy, a las 21.
Localidades, $ 50 y $ 80.
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