Mozart, en buenas manos
La flauta mágica , ópera de Mozart, con el Coro (preparación: Pablo Pollitzer) y la Orquesta de la Universidad de Buenos Aires dirigidos por Andrés Gerszenzon. Dirección actoral: Mónica Maffia. Diseño visual y dirección general: Matías Umpierrez. Iluminación: Amagalí Acha. Vestuario: Catalina Rautenberg. Video: Fernando Lockett y Delfina Castagnino. Cantantes: Maico H siao, Marisú Pavón, Mariano Fernández Bustinza, Mercedes García Blesa, Alejandro Di Nardo, Salomé Inchaurrondo, Pablo Seici, entre otros. Producción de Pablo Wittner para el Centro Cultural Rojas. En la Ciudad Cultural Konex.
Nuestra opinión: buena
Muy pocas obras ofrecen un marco tan amplio para la inventiva y creatividad, así como para la imaginación de sus intérpretes, o aun la de sus eventuales espectadores, como esta pieza, la última que Mozart compuso para el teatro musical. Curiosamente, no fue hecha para ser representada en el teatro de la corte vienesa, sino en un teatro popular situado en los suburbios de Viena. Mozart se dirigió así a un público dispuesto a "suspender voluntariamente su incredulidad" -como decía Coleridge- para dejarse seducir por esta comedia con mucho de fantasía y algo de sobrenatural que se interna en el terror y el misterio.
A la sabiduría musical el último Mozart -en lo profundo, un verdadero dramaturgo- que de por sí ofrece grandes dificultades interpretativas por la movilidad de su lenguaje musical, siempre sorpresivo en sus transiciones emocionales, se suma la complejidad de sus personajes, que deben asumir no sólo una comedia con no pocas situaciones dramática, sino además íntimos desafíos en su derrotero humano. Y Mozart plantea nada menos que eso: no se conforma con la dramaturgia dualista del enfrentamiento entre el reino de la luz y el de las sombras sino que eleva el planteo para alcanzar -iniciación mediante- una "dualidad" en la unidad.
Semiescenificada
Por supuesto, los símbolos y las fantasmagorías, los planteos y gestos inapelables, absolutos, los parlamentos y arias di bravura , el hermetismo trascendente van junto a la etérea ligereza melódica de su canto, a las situaciones dramáticas y aun bufas. La dirección escénica de Mónica Maffia, la iluminación y el vestuario, así como el diseño visual y la concepción general de Matías Umpierrez contribuyeron decisivamente para que la versión semiescenificada ofrecida no perdiera de vista esos objetivos esenciales y su renovado interés.
La presencia de la orquesta en primer plano por la falta de foso no impidió que los desplazamientos de la acción aprovecharan eficazmente el espacio escénico restante y que cantantes y coro fueran bien visibles (y audibles, en sus acertadas intervenciones) ocupando una galería superior. Los recursos audiovisuales puestos en juego ampliaron el marco referencial de la escena presentando los rostros de los personajes principales, pero la escena se mantuvo por lo general sombría aunque con aciertos lumínicos en momentos culminantes.
La perceptible capacidad técnica e interpretativa de Andrés Gerszenzon fue evidente, si bien restan a la orquesta universitaria muchas horas de vuelo para reflejar las ideas que propone al conjunto. La afinación de las cuerdas dejó que desear y el desequilibrio sonoro a veces desbordó el necesario balance. De todas maneras, Mozart no estuvo ausente: en no escasa medida ello se debió al desempeño del flautista Guillermo Irusta y a algunas voces realmente meritorias, como la de la soprano Marisú Pavón, de buena línea de canto, expresivo fraseo y emotiva musicalidad. Su aria junto al distante príncipe Tamino fue excelente. Este último (Maico H siao) posee muy buena voz y eficaz desempeño escénico. Con acertado histrionismo, y buen material vocal Mariano Fernández Bustinza animó su Papageno y si bien la afinación de la soprano Salomé Inchaurrondo se vio sumamente exigida en la tesitura superior, su Reina de la Noche tuvo la dosis necesaria de dramatismo. Pablo Selci tuvo acertado desempeño, Mercedes García Blesa (Papagena) fue vocalmente convicente, además le añadió a su papel gracia histriónica. Otro puntal de la versión ofrecida fue el bajo Alejandro Di Nardo, componiendo un Sarastro sentencioso, con un timbre de significativos acentos.
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