"34 metros" o la poética del espacio
" 34 metros ", de Diana Szeinblum y Luciano Suardi. Con Noelia Leonzio y Lucas Condró. Música original: Ulises Conti. Diseño sonoro: Federico Guastella. Violoncelista: Claudio Peña. Escenografía: Alberto Negrín. Iluminación: Gonzalo Córdova. Hoy, mañana y pasado, a las 20.30 y 21.30. El domingo, a las 17 y 18.30. En el CETC, Tucumán 1171.
Un pasillo de 34 metros de largo y 5 de ancho ubicado en el sótano del Teatro Colón. Allí, despliega sus alas este trabajo dirigido por Diana Szeinblum y Luciano Suardi, llamado justamente "34 metros". En lo formal, el montaje es un ensayo sobre las posibilidades de un mágico pasillo que el espectador verá desde uno de los extremos de ese cautivante corredor (y cautivante espectáculo).
Por momentos, el montaje tiene situaciones oníricas. En otros, los dos bailarines, Noelia Leonzio y Lucas Condró, plantean un juego de adolescentes vital, fresco y hasta tierno. Allá están ellos, a lo lejos. Ahora están acá, bien cerca del público. En todo momento, acá o allá y sonando en distintos planos, Claudio Peña, con su violoncelo, y Ulises Conti, en electrónica, despliegan sus propios sonidos que aportan más vuelo a este viaje.
Allá, apuntan las luces de Gonzalo Córdova. Acá, cerquita, ahora ilumina obsesiva y artesanalmente algo mínimo bien próximo al público.
Acá o allá, los bailarines, los músicos y las luces de Gonzalo construyen este ensayo fascinante, seductor y de un enorme atractivo visual y sonoro. Un ensayo en el cual tanto los directores como el iluminador y los músicos se convierten en verdaderos artistas visuales que dibujan movimientos y atmósferas sobre la perspectiva de ese espacio que tanto deslumbró a Diana Szeinblum, la creadora de "Secreto y Malibú", apenas descendió a ese paraíso subterráneo que es el Centro de Experimentación del Teatro Colón.
En los cuarenta minutos que dura el viaje (término mucho más adecuado que denominar a "34 metros" como un espectáculo) no habrá historias (¿o sí?). Durante ese tránsito, a algunos de esos cuadros habrá que descubrirlos entre las sombras, a la lejanía, en ese mismo difuso umbral en el que la imaginación despliega sus fantasmas. Durante el trayecto, por momentos la música electrónica copará cada uno de los recovecos aportando una energía contagiosa, atrapante. En todo momento, el viaje es casi un cara a cara con la magia.
El trabajo que se presenta hasta el domingo es una suma de finas sensibilidades. En primer término la de Szeinblum por haberse dejado seducir por el espacio. A partir de allí, el inteligente trabajo que se dio junto a Suardi para trazar allí las líneas de fuga. En ese sentido, la asociación que hicieron con Gonzalo Córdova es decisiva, sin él el trabajo sería otro.
A pocos centímetros de los primeros espectadores, o a 34 metros de ellos, el misterioso pasillo se convierte en una pista de despegue de la imaginación.