Acordes
PARA LA NACION
- De Mendoza al mundo. La soprano Verónica Cangemi está feliz. Desde el último sábado interpreta a Susanna en Las bodas de Fígaro , la ópera de Mozart que se está llevando a cabo en la Opera Nacional de Washington y que ya le valió elogiosos comentarios de la crítica. "Un año intenso" -según sus propias palabras- es el que está teniendo esta cantante mendocina que ha desarrollado prácticamente toda su carrera en el exterior pero que sueña con poder volcarla un día en la Argentina, más precisamente en Buenos Aires; hilando fino, en el Teatro Colón. "La verdad me encantaría poder volver a cantar allí [lo hizo en un par de oportunidades] y de hecho, cuando supe que iban a programar Don Giovanni para mediados de julio me entusiasmé ya que vengo de hacerlo -con gran éxito- en La Scala de Milán", dice Cangemi y se imagina cantando, otra vez, junto a su colega Virginia Tola con quien estos días comparte escenario en Washington. Luego de Las bodas... a Cangemi la espera la inauguración de la temporada de la Staatsoper de Viena, oportunidad en la que hará -junto a Cecilia Bartoli, Vesselina Kasarova- Alcina , la ópera de Haendel, dirigida por Marc Minkowski. En el medio grabará su 23° disco, Ottone in Villa , con Il Giardino Armonico. También está en la lista el Festival de Salzburgo, el de Música Barroca de Santiago de Compostela y la coronación del año en la Opera de Berlín. Pero más allá del repertorio de toda la vida dedicado a obras de música barroca y mozarteana (estilos que ayudó a crecer la bella voz de la Bartoli), Cangemi se está abriendo camino por otros senderos. De hecho, en Tokio tuvo una gran recepción su Micaela, de la ópera Carmen , tanto que está invitada a volver para hacer La bohéme . Nuevos desafíos para una mujer que no eligió el camino más sencillo (el barroco y la música mozarteana no se hace mucho en la Argentina) pero que sin embargo consiguió grandes logros que espera poder compartir un día más cerca de su hogar.
- Sin pirámides ni elefantes. LONDRES (EFE).- Era prácticamente inevitable que la nueva producción de Aída para la Royal Opera House londinense -en cartel hasta el 16 de mayo-, con su renuncia a las pirámides, a los elefantes y a otros elementos de color local, provocase una división de opiniones entre el público. La nueva puesta en escena del veterano David McVicar, ayudado en los decorados por el francés Jean-Marc Puissant, utiliza como elemento central una pared con aspecto de andamiaje que gira sobre su eje con las distintas escenas. McVicar renunció a "orientalismos", como los denunciados en su día, entre otros, por el intelectual palestino-norteamericano Edward Said, al enjuiciar esa ópera de Verdi. Muchos fueron los que lo celebraron, pero igual que renunció a esa retórica, otros piensan que debería haber resuelto más imaginativamente las interacciones entre los principales personales, demasiado estáticos.
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