"Andrea Chenier", con alto nivel vocal
Opera "Andrea Chénier" , de Umberto Giordano, sobre libreto de Luigi Illica. Con Haydée Dabusti, Gustavo López Manzitti, Luis Gaeta, Vanesa Tomas, Alejandra Malvino, Lucia Ramos Mañé, Gabriel Centeno, Alejandro Meerapfel, Oreste Chlopecki, Norberto Marcos y elenco. Coro y Orquesta estables del Argentino. Maestro de coro: Miguel Martínez. Escenografía: Daniel Feijóo. Vestuario: Teatro Colón. Iluminación: Esteban Ivanec. Régie: Eduardo Rodríguez Arguibel. Director de orquesta: Mario Perusso. Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: muy bueno
"Andrea Chenier" es un drama de ambiente histórico referido a la época de la Revolución Francesa, en la que aparece como protagonista el poeta francés André Chenier. Por su parte, Umberto Giordano formó parte del grupo de compositores que tomaron, con una mirada verista o de fuerte crudeza, los temas de la realidad cotidiana, pero de un modo violento y profundamente doloroso.
Y como "Andrea Chenier" posee todos los ingredientes de la inclemencia a partir de la atmósfera de guerra civil, con sus odios, venganzas y lucha de clases, reclama voces capaces de transmitir de modo visceral esa incontenible pasión humana.
Precisamente fue el alto nivel vocal logrado por los protagonistas el factor más relevante de la versión ofrecida en La Plata. En primer término por la admirable actuación de la muy conocida soprano Haydée Dabusti, de meritoria carrera, pero que, curiosamente, con esta presentación hace su debut en un papel protagónico en el Teatro Argentino. Con temperamento y musicalidad sin fisuras y una más que evidente cuota de entrega al estudio, la cantante cumplió una actuación verdaderamente jerarquizada, que hace pensar en una injusticia por la cantidad de años que han pasado sin haber sido comprometida para integrar los elencos del Colón -sólo en muy recientes temporadas formó parte del elenco de "La walquiria" y de "La zapatera prodigiosa" en papeles de flanco- y ahora en un debut platense, francamente demorado asimismo sin razones aparentes.
A su entrega por lograr un canto expresivo, Dabusti sumó destreza en la forma de emitir para alcanzar con seguridad la zona aguda del registro y expresar en el decir de su gran aria "La mamma morta" del tercer acto, toda la angustia del personaje cuando recuerda cómo desapareció su familia. Además, la artista argentina sumó prestancia y convincente gama de recursos teatrales, tanto en el gesto como en sus desplazamientos, conformando junto al tenor Gustavo López Manzitti una acongojada pareja protagónica.
Por su parte, el tenor -uno de los pocos cantantes argentinos capaces de abordar la parte de Chenier con hidalguía vocal- otorga al protagonista arias de gran lucimiento prácticamente en todos los cuadros y siempre con la necesidad de un canto heroico y vibrante. En todos esos momentos, además de los varios en dúos y escenas de conjunto, López Manzitti exhibió estilo, temperamento, resistencia y gran capacidad de "fiato".
Otro factor positivo surgió de la magnífica actuación del barítono Luis Gaeta, al que se escuchó con una voz particularmente cálida y potente, señal de una natural evolución que viene a corroborar la nobleza de una carrera brillante, que ahora, por esta sensación apreciada en el sonido vocal, parece entrar en una etapa de plenitud para abordar papeles de mayor enjundia sonora.
En el resto del elenco fue convincente y emotiva Lucía Ramos Mañé como Madelon, pero poco relevante Gabriel Centeno para caracterizar al "Increíble", un espía que puede servir para crear un personaje de más peso, en tanto que en el resto del numeroso elenco hubo altibajos incluyendo a quien llegó a ser muy destemplado en sus cortas intervenciones vocales. Excelente, como es habitual, el Coro Estable del Argentino, integrado por elementos que verdaderamente dan un ejemplo de amar su profesión y a la ópera, preparados con idoneidad por Miguel Martínez
Mario Perusso acertó plenamente con el estilo que emana de la partitura, obteniendo un brillante y seguro rendimiento del conjunto orquestal, ofreciendo además y con generosidad, toda la sabiduría que emana del conocimiento del repertorio que pone siempre a disposición y sostén del canto y de la música como valor primordial del mundo de la ópera.
Puesta muy realista
En cambio, la puesta escénica careció de interés a partir de un diseño poco grato, con elementos fijos monocordes y una iluminación y vestuario que de tanto realismo a la usanza del pasado terminaron por crear una sensación de maqueta carente de toda plasticidad y sugerencia. A esta altura de la evolución estética, es un error utilizar la tradición sin una pizca de ingenio artístico y aun en el vestuario que, de tanto ser de otra época, resulta pobre aunque como en este caso pertenezca a los archivos del Teatro Colón. Porque lo que ya ha cambiado es la mirada y la apreciación.
Por último, fue una pena que un director de escena con tanto oficio como Eduardo Rodríguez Arguibel transitara con la marcación de movimientos por los caminos de una rutina sólo mitigada por aquellos que pusieron alguna cuota de criterio para hacer creíble su personaje. Y así lo entendió el público que ovacionó al elenco y al director de orquesta.
Ultima función: domingo, a las 17.
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