“Blowin in the Wind”, la canción que Bob Dylan compuso en 10 minutos y que cambió su vida para siempre
No había viajado en un tren de carga, sus padres no estaban muertos y, por cierto, no se llamaba Bob Dylan . Visto con determinada perspectiva, Robert Zimmerman era un farsante. Era un joven judío de clase media que había atravesado el país desde el Medio Oeste hasta New York a bordo de un Chevrolet Impala modelo 57. "Un viaje de veinticuatro horas –confesó más tarde-, durmiendo la mayor parte del trayecto en el asiento de atrás y charloteando el resto del tiempo". Buena parte del resto de la historia era mentira. Excepto sus canciones, claro, que decían la más pura verdad.
A comienzos de 1961 puso su primer pie en la Gran Manzana, visitó a Woody Guthrie y, cargado con ese combustible, comenzó a exorcizar sus fantasmas en algunos escenarios del Greenwich Village. Durante ese primer año durmió en casas de extraños, saqueó bibliotecas, hizo unos cuantos amigos y, aunque todos estaban de acuerdo en que se trataba de un avatar de Guthrie, ganó cierto prestigio en el circuito. Era un pillo, pero tenía buena madera. El productor John H. Hammond lo fichó para Columbia Records, grabó su primer disco con una gran cantidad de standards y, a decir verdad, nadie hubiera dado demasiado por la carrera de ese muchacho. Un mes después, sin embargo, Dylan encontró la horma de su zapato. Para él, era casi un juego: nada del otro mundo. Para el resto del planeta, era casi una iluminación: el nacimiento de otro mundo.
Durante aquel abril de 1962, Dylan tenía en la cabeza un viejo spiritual popularizado por Odetta llamado "No More Auction Block". Como acredita The Folk Songs of North America, el libro capital de Alan Lomax, era una melodía que los esclavos que huían de los Estados Unidos solían cantar desde sus nuevos hogares en Canadá. "No más subastas para mí", decían. Inspirado por los discos de la familia Carter, Dylan se puso a traficar otras palabras dentro de esos tres acordes: reemplazó la plegaria secular por preguntas retóricas, resolvió el final de cada estrofa con dos versos enigmáticos y ¡Voilá!: en diez minutos tenía lista la primera versión de "Blowin in the Wind".
"Tienes que comprender que no soy un melodista –explicó-. Mis canciones están o bien basadas en viejos himnos protestantes o bien en canciones de The Carter Family o en variaciones de la forma del blues. Lo que pasa es que tomaré una canción que conozco y la cantaré en mi cabeza. Es la manera en que medito. Mucha gente ve una grieta en la pared y medita, o cuenta ovejas o ángeles o algo, y es un hecho probado que les relajará. Yo no medito de ese modo. Medito con una canción. Cantaré ‘Tumbling Tumbleweeds’ de Bob Nolan, por ejemplo, en mi cabeza constantemente: mientras conduzco o mientras hablo con alguien o sentado en cualquier sitio. La gente pensará que habla conmigo y yo respondo, pero no. Estoy escuchando una canción en mi cabeza. En un momento determinado, algunas palabras cambian y empiezo a escribir una canción".
"Blowin in the Wind" era la punta de un ovillo gigantesco. No solo porque Dylan tenía solo veinte años y esa canción inauguraba la saga que llegaría a su punto culmine con el Premio Nobel, sino porque lograba ser atemporal y rabiosamente contemporánea en el mismo gesto. Los versos, que estaban llenos de aire y aplicaban en todas las materias, tenían potencia bíblica. "¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre / antes de que lo llamen un hombre? / ¿Y cuántos mares debe surcar una paloma blanca / antes de dormir sobre la arena? / ¿Y cuántas veces deben silbar las bombas / antes de ser prohibidas para siempre?"
La canción le quemaba en las manos. Aunque tenía solo dos estrofas, la estrenó unas horas más tarde (el 16 de abril, para ser precisos) en el Gerde's Folk City. Para mayo estaba publicada en la revista de Pete Seeger y un mes más tarde salió su versión completa en Sing Out! acompañada por un comentario del autor. "No hay mucho que decir sobre esta canción, excepto que la respuesta está soplando en el viento –decía Dylan, prosaico-. No está en ningún libro o en una película o en un programa de televisión o en un grupo de discusión. Está en el viento, y está soplando en él. Muchas de estas personas me dicen dónde está la respuesta pero no voy a creerme eso. Sigo diciendo que está en el viento y al igual que un trozo inquieto de papel tiene que bajar un poco... Pero el único problema es que nadie recoge la respuesta cuando baja, por lo que no mucha gente llega a ver y saber... y luego se va volando. Sigo diciendo que algunos de los más grandes criminales son los que giran la cabeza cuando ven algo malo y saben que es malo. Solo tengo 21 años y sé que ha habido demasiados... Ustedes, gente mayor de 21, son mayores e inteligentes".
Aunque no llegaría a las bateas sino hasta un año más tarde, el trovador de Minnesota grabó la versión inmortalizada en The Frewheelin Bob Dylan durante el 6 de julio de 1962. Todo lo que se escucha está interpretado por Dylan (guitarra, voz, armónica), pero no podemos decir que estuviera solo en los estudios Columbia de New York. En su voz de arena fina confluían los sueños de beatniks e izquierdistas, de rockers y trascendentalistas. "¿Cuántos años puede existir una montaña / antes de disgregarse en el mar? / ¿Y cuántos años han de vivir algunos / antes de que les den la libertad? / ¿Y cuántas veces puede un hombre volver la vista / fingiendo que no ve nada?"
Después de muchas sesiones desparramadas a lo largo de un año, el long play se publicó el 27 de mayo de 1963. La canción no fue precisamente un hit. Su penetración fue lenta, pero inexorable. A mediados de año, Peter, Paul & Mary decidieron grabar una versión armonizada para tres voces y se sumaron a la Gran Marcha de Washington por los Derechos Civiles. El 28 de agosto de 1963, frente a las trescientas mil personas que se reunieron frente al Lincoln Memorial, Martin Luther King ofreció su célebre discurso "I Have a Dream" y el trío cantó "Blowin in the Wind". Su autor, que deambulaba de la tarima a la multitud estaba en shock. Para entonces, la versión escalaba al número 2 del ranking Billboard con más de un millón de copias vendidas. El impacto ya era inmedible.
La comunidad afronorteamericana quedó conmovida. Los hermanos Staples no podían creer que el autor de aquellos versos maduros y libertarios fuera el muchachito que se agazapaba detrás de Joan Baez; Sam Cooke, directamente, escribió su célebre "A Change is Gonna Come" a modo de respuesta. Miles de kilómetros al sur, en los bares de Buenos Aires, Pipo Lernoud traducía la letra de la canción para todos esos náufragos que se preparaban para fundar algo que todavía no se llamaba rock argentino. "¿Cuántas veces debe mirar un hombre a lo alto / antes de poder ver el cielo? / ¿Y cuántos oídos debe tener un hombre / para oír el llanto de la gente? / ¿Y cuántas muertes harán falta para que entienda / que ya han muerto demasiados?"
Cuando terminó su malograda traducción integral de la obra completa de Bob Dylan, Rodrigo Fresán confesó que la decisión más difícil de todo el libro había girado justamente alrededor de esta canción. La pregunta, mi amigo, era: ¿"soplando en el viento" o "flotando en el viento"?
Ustedes saben dónde encontrar la respuesta.
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