Un encuentro ya clásico en el sur argentino. Brillante epílogo para la Semana Musical Llao-Llao
Elevado y homogéneo nivel artístico durante todo el encuentro
BARILOCHE.- Desde el punto de vista musical e interpretativo, las últimas jornadas de la Semana Musical Llao-Llao alcanzaron su punto de mayor calidad, aunque fue la homogeneidad del nivel artístico de todo el programa la característica de la novena edición de un acontecimiento sumamente beneficioso para el desarrollo cultural en la ciudad rionegrina.
Con buen criterio la dirección general a cargo de Martín Nijensohn ha logrado, a fuerza de empeño y constancia, concretar actuaciones de conjuntos musicales locales, preferentemente juveniles, así como la concurrencia de lugareños de diversas zonas de la región, incluso de Chile, no residentes en el gran hotel Llao-Llao.
Dúo memorable
Todo comenzó con un recital formidable del dúo integrado por el violinista Rafael Gíntoli y la pianista Paula Peluso, que demostraron una simbiosis perfecta de tipo espiritual para exhibir en perfecto equilibrio los contenidos estéticos de tres obras notables del repertorio de cámara; la sonata "Primavera", de Beethoven; la sonatina Op. 100, de Dvorak, y la tercera sonata de Brahms.
Pocas veces como en esta oportunidad se escuchó una versión tan hermosa de la difundida composición de Beethoven, quinta sonata, de las diez que legó a la combinación de piano y violín, cargada todavía de un innegable aroma mozartiano, pero con la novedad de ser la primera en cuatro movimientos, caracterizada por una atmósfera primaveral y una manifiesta alegría de vivir, matiz que no deja de provocar una sensación dolorosa al conocer el destino inmediato del autor al cumplir treinta y un años en 1801.
Los diálogos del piano y el violín en una especie de conversación amorosa en una día luminoso y cálido surgieron de modo sencillo y delicado. La expresión elegante y la enorme variedad de matices otorgaron un atractivo mayor, al permitir apreciar la indudable riqueza de detalles existente en una escritura plena de ideas novedosas que suelen no ser valoradas en versiones rutinarias.
Y la confidencia expresiva del adagio que parece un lied o el canto delicado de una aria de ópera belcantista dejó escuchar un fraseo sensible, subyugante, bien contrastado con el breve scherzo posterior pleno de unísonos y efectos sincopados ejecutados con maestría.
Por último el rondó final, hermoso homenaje a Mozart al tomar el tema de la gran aria de Vitelia, en "La clemenza de Tito" que el genio de Beethoven transformó en fluidez y vivacidad musical contagiosa y reconfortante.
Gíntoli y Peluso dieron una magistral versión de la sonatina de Dvorak, simplemente porque durante su desarrollo ofrecieron el perfume y el color de la música checa, desde la pincelada alegre con algo de la hermosa rusticidad campesina del pueblo, hasta la placidez y belleza infinita que sugiere una música tan descriptiva del paisaje de Praga a la hora del crepúsculo. Y todo ello surgió con naturalidad por obra y gracia de la madurez y experiencia intelectual de los intérpretes.
En el final, con la tercera y última sonata para piano y violín de Brahms, se escuchó una versión pujante y luminosa, donde el buen mecanismo técnico de Paula Peluso y de Rafael Gíntoli acertaron con buen criterio para otorgar grandeza y energía a una partitura donde ambos instrumentos son protagonistas por igual.
Cofradía con poca ayuda
El último día no dejó tiempo para la nostalgia porque hubo música a borbotones. Primero, con la simpática actuación del conjunto instrumental Orquesta de Cámara Cofradía, integrado por niños y jóvenes estudiantes de instrumentos de cuerdas, creado y dirigido por Kyoko Kurokawa y Diego Díaz, dos esforzados instrumentistas que vuelcan sus conocimientos como instructores musicales, pero que no reciben el apoyo prometido del gobierno nacional en relación con el envío de asistencia técnica profesional para la enseñanza de la música.
No importa. En el país son muchas las actividades que se hacen contra viento y marea dando ejemplo de que existe una Argentina real, silenciosa y optimista de un futuro mejor y otra visible en los medios, enferma y desprestigiada que trabaja en contra del progreso, por interés mezquino.
Cofradía dio un concierto al mediodía, y se escucharon obras de Vivaldi, Haydn, Beethoven, Strauss y Marcello, entre otros compositores, donde no faltaron partes solistas a cargo de Marcos Press (el concertino que lo es porque marcha adelante en su dominio instrumental), Daniel Salva, Andrea Pulgar, Carolina Yobánolo, Nelson Aburto o Alexis González, que seguramente serán integrantes de orquestas sinfónicas del futuro.
El público se manifestó complacido por conocer un mundo musical de tanta significación y trascendencia. Ahora sólo sería bueno que desde todo lugar se ayudara a que proyectos de esta naturaleza se afiancen y no queden varados en una vía muerta.
Brillante clausura
Fue el conjunto Cumcorde, integrado por Grace Medina (violín), Cristina Bara (viola), Cecilia Carnuccio (violonchelo) y Agustina Herrera (piano), el encargado de cerrar la semana musical que concretó a través de un programa de enjundia, conformado por obras de Gustav Mahler, Richard Strauss y Gabriel Fauré.
Aquí, nuevamente, se hizo presente la cuota indispensable de conocimiento y preparación intelectual de los músicos para llegar a la comprensión de las obras, no solamente desde el punto de vista de la ejecución técnica, sino para acertar en su encuadre estético y en ser fieles traductores de la visión del autor.
La primera parte estuvo dedicada al único movimiento de un supuesto cuarteto con piano de 1876, al parecer escrito para presentar al conservatorio en la juventud de Malher cuyo valor reside en conocer las indudables dotes del joven para la composición ya desde sus primeras escrituras.
La versión del conjunto fue excelente desde todo punto de vista a partir de la calidad de sonido y exquisita articulación de la pianista Agustina Herrera y la calidad profesional de sus colegas de segura afinación, buena calidad de timbres y justeza rítmica.
Luego, Cumcorde ofreció una admirable ejecución de las cuatro piezas para cuarteto con piano, de Richard Strauss, que conforma en su conjunto una obra curiosa, muy poco difundida, caracterizada por una agradable utilización de la melodía y la armonía con un final imprevisto por la atmósfera sugerente y el ritmo de danza árabe, en una composición corta y de efecto.
La cumbre de la velada llegó en la segunda parte con una admirable entrega del notable Cuarteto para piano, violín, viola y violonchelo, N° 1, de Gabriel Fauré, quizás una de sus obras más sugerentes y valiosas, donde destaca por su originalidad el segundo movimiento scherzo que puede considerarse heredero del refinado mundo de los clavecinistas del siglo XVIII francés, enmarcado en una atmósfera de poética y sutil serenata romántica.
El público dio muestras de aprobación, con el deseo de volver para la décima edición del año próximo, para la que cabe esperar que se reitere similar calidad y una mayor participación de la gente joven de Bariloche. Se dijeron palabras de agradecimiento para todos los colaboradores de Nijensohn, que incluso fue sorprendido con la celebración de su cumpleaños en tan feliz circunstancia.
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