Buena música con el mejor humor
Existen recetas para todos los gustos y para todos los objetivos. Tal vez, la asociación más inmediata que despierta el término tenga que ver con comidas exquisitas y con postres maravillosos. Pero, entre muchas más, también existen recetas médicas, sencillitas o magistrales, recetas para parar un equipo en la cancha, recetas para acceder a los favores de la mujer deseada (o viceversa) e inequívocas recetas económicas que llegan como verdades inapelables y que, por lo menos en nuestro medio, han demostrado una clara y contundente ineficacia.
Pero también pueden pensarse recetas para obtener un buen espectáculo. Dentro de las muchas imaginables, hay una que es infalible y que, expresada, como corresponde, con la habitual terminología culinaria, indica que hay que alternar un poco más de media hora de Les Luthiers con una cantidad similar de Camerata Bariloche para luego combinar los ingredientes por unos cuarenta minutos de actividad compartida. Es más, es tan segura la fórmula que las cantidades no necesariamente deben ser tan rigurosas y ni siquiera el orden debe asumir una severidad extrema. Con los elementos por fusionar, está garantizado el resultado. Habrá sabores y placeres intensos, únicos y característicos como, indudablemente, ninguna otra aleación puede ofrecer.
A mediados de 2000, aun cuando en nuestro país todo parece que hubiera sucedido hace eternidades, estos dos ensambles se reunieron en el Colón para hacer por una sola vez "Do-Re-Mi-Já! Por humor a la música", un concierto benéfico que significó un acontecimiento artístico inolvidable y, al mismo tiempo, absolutamente insuficiente. Tal vez por eso, ahora, a partir de las próximas presentaciones en el Teatro Argentino, comiencen a saldar una deuda que, por ahora, sólo podrá ser disfrutada en La Plata y, luego, en contadas ocasiones, durante el verano, en Mar del Plata y Punta del Este. Serán tres las funciones que la Camerata Bariloche y Les Luthiers ofrecerán juntos en el Teatro Argentino de La Plata, el viernes y el sábado, a las 21, y el domingo, a las 17.30.
Pero no hay que desesperar. Intuyendo ovaciones estruendosas, almas satisfechas, recaudaciones ventajosas y conociendo los modos de trabajo de Les Luthiers, los promotores de "El grosso concerto", es de imaginar que, en 2002, otras serán las ciudades y los teatros que lo recibirán. Si bien nadie puede imaginar un espectáculo de Les Luthiers y la Camerata en el cual no se combinen la excelencia artística con la pulcritud y el ajuste necesarios para que cada detalle se exprese en todo su potencial, basta observar el primer ensayo compartido para comprobar que nada es fruto del azar ni de la iluminación espontánea de talentos en estado de gracia.
Los artistas, por lo general, no desean periodistas en los ensayos, esos momentos en los cuales se puede ser testigo de desatenciones, desajustes o errores de distinta envergadura. Los resquemores fueron mayores aún en este caso, porque el que pudimos visitar fue el primero de todos, aquel en el cual los nervios pueden aflorar y las incomprensiones derivar en momentos incómodos y que, por lo tanto, no deberían trascender más allá de la intimidad exclusiva de los involucrados. Con todo, tal como pudo ser advertido, y como lo reveló abiertamente Fernando Hasaj, "el espíritu de colaboración es estupendo". Dado que no puede haber crónica más inútil que aquella que pretenda verbalizar los gestos, las sutilezas, cada inflexión de los parlamentos y los mínimos gags de Les Luthiers o explicar la calidad de los sonidos que elaboran en colaboración todos los músicos, pareció que lo más pertinente es que fueran ellos mismos quienes explicaran en qué consiste "El grosso concerto". A tal efecto, en dicha oportunidad, tras algunos cabildeos en una de las pausas del ensayo, se conformó un cuerpo de delegados para atender a este cronista que estuvo integrado por Hasaj y Pablo Saraví, de la Camerata, y Carlos López Puccio y Marcos Mundstock, de Les Luthiers.
La comisión, sin embargo, se vio rápidamente desmembrada. Cuando los cuatro se congregaron en la platea, alrededor del grabador, tras algunas palabras iniciales, llegó el mensaje de que el ensayo continuaba, por lo cual los barilochenses pidieron las disculpas del caso y dieron su consentimiento para todo aquello que los miembros de la otra parte pudieran manifestar.
Mundstock, sin carpetas ni textos por explicar, alcanzó a decir que esta función va a tener contenidos netamente populares. Cuando se aprestaba a dar las razones para tal argumentación, fue requerido para tocar los platillos. Sin sentirse particularmente abrumado por su misión, López Puccio fue, en definitiva, el vocero único y oficial para hablar de "El grosso concerto".
"Hay bastantes diferencias con el "Do-Re-Mi-Já" que hicimos en el Colón, ya que no son las mismas obras y hay una mayor participación de Les Luthiers. La lógica consecuencia de esta planificación es que va a ser un espectáculo más teatral humorístico que un concierto musical. La Camerata interpretará dos obras en soledad y nosotros haremos una serie de cuadros, algunos más conocidos y otros en estado de silencio total desde hace muchos años. Y habrá también tres números compartidos, "Las majas del bergantín", "La hija de Escipión" y el "Concierto para piano de Mpkrfnstrof", o algo así, un compositor eslavo sin vocales, impronunciable, ideal para Marcos."
Esta es la obra que estaban ensayando por primera vez, con los músicos de la Camerata, dirigidos por Hasaj, absolutamente descontracturados, con Carlos Núñez Cortés en calidad de solista, con Daniel Rabinovich detrás de los timbales y con Mundstock, con los ya mencionados platillos. La advertencia realizada por López Puccio en el sentido de que presenciar un ensayo, "sin las reacciones del público, es poco conveniente", se reveló como poco ajustada ante las caras sonrientes y las carcajadas continuas de los miembros de la orquesta, testigos privilegiados de un evento en el cual participan con su habitual profesionalidad.
Por último, la comisión ad hoc concordada para ocuparse de la prensa se desintegró en su totalidad cuando López Puccio debió tomar su lugar en "La hija de Escipión". Pero, sin menoscabar sus aportes, la simple observación de la actividad que se desplegaba sobre el escenario y la contemplación de las personalidades de sus habitantes ya eran suficiente para concluir esta nota de anticipo.
Sólo era cuestión de hacer un poco de historia, aun a costa de cierta redundancia. Les Luthiers y la Camerata Bariloche son dos conjuntos asentados firmemente dentro del inconsciente colectivo argentino, cada uno con sus peculiaridades y sus varias décadas de existencia, y que han cimentado sus respectivos prestigios a partir de trabajos artísticos de excelencia, siempre con la seriedad, la profesionalidad, el talento, la renovación constante y el carisma como mejores herramientas, cualidades que, sin lugar a dudas, podrán ser nuevamente apreciadas y degustadas en este "Grosso concerto".
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