Caricia para los oídos
Recital de Soledad de la Rosa (soprano), con la pianista Perla Wicki. Canciones para voz y piano de Hugo Wolf, Franz Liszt, Henri Duparc, Claude Debussy y Carlos Guastavino. Organizado por La Scala de San Telmo, Fundación Szterenfeld y Biblioteca Nacional. Ciclo "La Scala fuera de La Scala". Auditorio Jorge Luis Borges, de la Biblioteca Nacional.
Nuestra opinión: muy bueno
En un auditorio poco menos que ideal para la música de cámara, el de la Biblioteca Nacional, se concretó un momento de exquisito placer auditivo en razón de que la soprano Soledad de la Rosa y la pianista Perla Wicki ofrecieron páginas sumamente inspiradas del mundo de la canción. Al mismo tiempo se pudo comprobar el acierto del ciclo "La Scala fuera de La Scala", la bondad del aporte de la Fundación Szternfeld y del excelente criterio de las autoridades de la Biblioteca Nacional, que coadyuvaron para concretar una temporada de conciertos con entrada gratuita a cargo de figuras consagradas.
Como decimos, Soledad de la Rosa vino a ratificar los méritos que dejó en evidencia con acertadas intervenciones en el campo de la ópera y en conciertos sinfónicos vocales. Ahora, en un avance decisivo para la evolución de su carrera, abordó la canción de cámara a partir de un ramillete de lieder de Hugo Wolf todos ellos presentados con sobriedad. A renglón seguido y a partir de ese momento, cuatro canciones de Liszt elevaron su canto a pasajes de impecable fraseo, como ocurrió con "Oh! quand je dors", donde además el poema de Victor Hugo contribuyó para lograr una sugerente conjunción de poesía y música.
Ya las dos últimas canciones de Liszt daban fuerza a la opinión de que el estilo del canto francés otorgaba a Soledad de la Rosa mayor soltura y expresividad, como aconteció con dos canciones de Duparc, incluidas para iniciar la segunda parte y tres de Debussy todas ellas impecables en el encuadre estilístico logrado en íntima comprensión y el buen criterio, claridad y sonido equilibrado de la pianista Perla Wicky, quien sólo debió luchar con un pedal del instrumento ruidoso.
Como última entrega y ofreciendo toda su sensibilidad, belleza de timbre, impecable musicalidad, los atributos de una cantante que provoca una caricia auditiva, Soledad de la Rosa y su pianista demostraron una vez más cómo la canción de Carlos Guastavino, sobre textos de Gabriela Mistral, son lieder auténticamente nacionales, porque en el conjunto de las seis canciones ofrecidas, a cual más candorosa y agradable, se escuchó esa placidez y ese perfume de las inmensidades de nuestra tierra, así como los giros de la música de raíces inconfundibles.
Los numerosos y agradecidos asistentes ofrecieron su cálido aplauso, como no podía ser de otro modo, pero ambas intérpretes prefirieron no agregar obras fuera de programa y estuvieron muy acertadas en la determinación, porque el clima logrado era como para atesorarlo y prolongarlo en la memoria de cada uno. Ya se había dicho todo.
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