Charles Aznavour, a los 92 años, el dueño absoluto del escenario
En estado impecable y envidiable, el cantante francés se presentó en el Gran Rex y despejó las dudas de todos los escépticos
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Una vez que se calma la euforia de los más fanáticos y la emoción al borde de las lágrimas de quienes lo siguen desde hace medio siglo o más, son muchas las preguntas que aparecen ante la entrada triunfal de Charles Aznavour al escenario del Gran Rex. Las primeras, las inmediatas son: ¿por qué lo hace? ¿De dónde saca la energía? Las segundas, las reflexivas: ¿por qué vienen los que vienen? ¿Ir al recital de Charles Aznavour es ver a una leyenda o escuchar al intérprete? ¿Qué magia se esconde en este hombre?
"Tengo 92 años, no escucho bien, no veo bien, pero acá estoy para cantarles", dijo. Su charme estaba intacto. Luego demostró que su voz también: ni una duda ante las notas más exigidas ni un rastro de la edad en sus cuerdas vocales. Así empezaron a aparecer las respuestas a todas las preguntas: en primer lugar, canta porque puede.
"Les émigrants", para la obertura, puntualísima. Siguió con "Te espero", porque hace tiempo que sus repertorios para los países de habla hispana incluyen una buena parte en español. Aunque sus declaraciones más profundas fueron en francés, habló mucho en nuestro idioma, y usó teleprompter: "Lo uso como todos, nada más que soy el único que lo confiesa", dice, porque también hizo chistes. Y bailó. Sí. Un vals, un bolero abrazándose a sí mismo para recrear el romance, unos saltitos para acompañar la chanson. Destiló carisma e hizo gala de él: "Ustedes son un público amigo ya. Nos conocemos hace mucho. Me permito todo con ustedes". Más respuestas: la energía nace ahí, en el contacto con un teatro lleno.
Cuenta la leyenda que él fue quien acuñó la frase "El show debe continuar". Que se lo dijo a su hija una vez que se descompensó en el escenario y decidió seguir adelante con el recital. Su hija es Katia Aznavour, lo acompaña de gira como corista y es protagonista de uno de los momentos más tiernos del espectáculo: cantan juntos "Je voyage".
Hay algo que Charles Aznavour entendió desde el principio. La chanson française no es solo un estilo musical que exuda belleza y romanticismo. La poesía es central. Aznavour supo ser ese trovador que hizo que cada frase de cada una de sus canciones inspire emoción. "El texto de esta canción para mí es importante", anticipó antes de recitar en francés la letra de "Sa jeunesse", que luego interpretó en español.
El Gran Rex se venía abajo con cada uno de sus guiños al público. Usó sus tiradores rojos, pidió que le pusieran el pie del micrófono en el proscenio, porque le gusta "estar cara a cara con la gente", bromeó con los músicos y a la hora de presentarlos lo hizo con generosos elogios. Cantó en total 23 temas, sin detenerse más que unos segundos entre el final de uno y el comienzo de otro. Con un apenas perceptible gesto con el dedo índice le señalaba al director de la banda que estaba listo para el siguiente tema. Solo una vez pidió un momento para encontrar el tono: fue en "Ave María", canción que le permitió desplegar toda su potencia vocal y puso de pie a la platea. Sus más grandes éxitos quedaron para la última media hora: "She", "Hier encore", "Quién", "Comme ils disent", "Les deux guitarres", "Venecia sin ti", "La bohème" y "Emmenez-moi" para el bis. Con semejante repertorio de canciones populares, con la impecable condición interpretativa para llevarlas a escena para atrapar la atención como un imán, Charles Aznavour evaporó todas las preguntas y reivindicó su corona de artista inmenso.


