Tendencias. Clásicos con vocación popular
Los compositores de formación académica salen al encuentro de otras músicas
Algo nuevo está pasando entre los compositores argentinos de música contemporánea. Se trata de un cambio de actitud en el modo de vincularse con la música popular, que se establece ahora en términos de un fluido intercambio más que de una "elevación" de lo folklórico a través de la academia, como ocurría en el siglo pasado.
El modernismo del siglo XX se ocupó de delimitar claramente los campos de acción artística: lo alto y lo bajo, lo clásico y lo popular, lo culto y lo kitsch, la academia y la calle.
En este nuevo siglo –y como ocurre en muchos otros lugares del mundo–, los compositores "académicos" postulan una relación diferente, de "contrabando hormiga" o de transfusión entre ambos campos. Si la música popular de avanzada (de los Beatles al rock sinfónico, del free jazz al folklore de proyección) se nutrió en su momento de la vanguardia musical, sus artífices están ahora tratando de aprender de ella para romper con la cristalización del campo clásico.
Este encuentro "horizontal" entre los músicos de vanguardia académicos y sus colegas populares (del tango al jazz y el rock, del folklore de proyección a la música étnica) se caracteriza por su corte generacional: tal vez por la propia historia musical, son los menores de 50 años los que transitan de un lado al otro sin las "culpas" de antaño.
Un poco de historia
Los compositores nacionalistas argentinos, (de Alberto Williams a Ginastera) intentaron, con mayor o menor suerte, sublimar elementos de la música popular local (más que nada el folklore) pero siempre manteniendo las fronteras claras y la barreras en alto.
Un compositor de la vanguardia histórica de nuestro país como Gerardo Gandini representa la bisagra que articula este cambio cualitativo. El Gandini "compositor" rechaza la posibilidad de encuentro entre los dos mundos, aunque el Gandini pianista toca jazz y tango en un plano de igualdad con los músicos de esos géneros (por ejemplo, participó en el último grupo de Astor Piazzolla)
No ocurre lo mismo con dos compositores de la generación intermedia como Oscar Edelstein y Luis Arias, quienes en sus obras entrecruzan, ya sin ambages, estéticas y tradiciones musicales diversas.
El Ensamble Nacional del Sur creado por Edelstein tiene una conformación instrumental más propia de un grupo de rock (guitarras eléctricas, bajo y batería incluidas). El concierto para trío de jazz y orquesta de Arias es otro ejemplo elocuente.
En la generación siguiente abundan cada vez más los casos de compositores que son, a la vez, intérpretes y creadores "anfibios". Compositores como Marcelo Delgado, Alejandro Iglesias Rossi, Jorge Sad, Guillo Espel y, más acá, Nicolás Varchausky, entre muchos otros, mantienen características estéticas diversas. Pero observan un denominador común: el "contrabando hormiga" (término acuñado por Delgado) de experiencias y herramientas musicales de un campo a otro.
Veamos. Guillo Espel toca folklore (creó el Trío La Posta) y escribe música de cámara y sinfónica. Nicolás Varchausky escribe música pop para las piezas teatrales de Rafael Spregelburd, arreglos para el tanguero grupo 34 puñaladas y piezas electroacústicas y de cámara. El nuevo proyecto de Iglesias Rossi es una definición por sí misma. Su Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías de la Universidad de Tres de Febrero se propone explorar los puntos de encuentro de estos dos mundos aparentemente distantes.
Marcelo Delgado dirige el grupo La Bandina, que interpreta tangos y jazz y fue el autor de la ópera "Anna O", ofrecida en el CETC, sostiene sobre esta práctica: "La música de tradición popular ha hecho avances tremendos y algunos de sus productos se han puesto a la par de las mejores creaciones de la música del siglo XX. La música académica de hoy tiene bastante campo como para ser fecundada por elementos que vienen de la tradición popular. Creo que puede ser beneficioso para sacar a la música contemporánea de cierto grado de cristalización y autismo en el que cayó".
Engañoso formato pop
Desde mañana y durante los próximos cuatro viernes, a las 22, "Factor Burzaco" sube a escena en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), para producir un encuentro cercano del tercer tipo entre el rock y la vanguardia. El proyecto del músico y escritor Abel Gilbert incluye dos formaciones paralelas: un grupo de rock (guitarra, bajo, batería, voz) y un septeto "clásico": flauta, oboe, clarinete, marimba, violín, cello y saxos.
"El tránsito de lo bajo a lo alto es el medio", dice Gilbert para explicar el objetivo de estas once canciones de engañoso formato pop que escribió sobre textos de José María Brindisi y para las que contará con la dirección musical de Marcelo Delgado.
En "Factor Burzaco", Gilbert (músico de formación "académica" que también mantiene una prolífica actividad como periodista) pretende que "las dos formaciones se fundan en otra cosa; el grupo de rock debe trabajar con rigor camarístico y la formación clásica tratar de tocar con la soltura de un grupo roquero".
La idea esta experiencia de cruce se le ocurrió a Gilbert estando en Brasil. Allí leyó "Verdad tropical", de Caetano Veloso: "que no es sólo una autobiografía sino un ensayo sobre la modernidad en Brasil. Me impresionó qué dinámica y dialéctica del enriquecimiento tienen las músicas allá".
Gilbert sostiene que esta obra es el blanqueo de sus propios gustos musicales. "No siento un conflicto al pasar de un lado a otro, es algo generacional. Y reconcilio así lo público con mis gustos musicales privados que, como les pasa a muchos amigos, se nutre de Bach, Webern y Ligeti, pero también de King Crimson, los Beatles y Gismonti".
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