El baterista Abe Cunningham defiende 'Gore', el último y experimental disco de la banda estadounidense, y cuenta que antes de la gira que los trae al Luna Park el 1 de junio trabajaron en nuevos temas
“Gore hizo enojar a mucha gente. El núcleo del sonido de Deftones, guiado por las guitarras, siempre está presente, pero esta vez intentamos algo distinto”, dice Abe Cunningham. El baterista sabe que la veta experimental del disco que editaron en 2016 tomó a contrapierna a los que, aun sabiendo que nunca se quedan quietos, les siguen reclamando distorsión y ortodoxia. Con ese dato en mente, él y sus compañeros aprovecharon el tiempo que pudieron pasar juntos antes de la gira que lo traerá al Luna Park el 1º de junio para empezar a cranear su sucesor: muy de a poco, recién con algunas zapadas, el grupo que lidera Chino Moreno está trabajando en lo que será su próximo álbum.
Está claro que, con el proyecto en sus primeras instancias, no hay nada concreto para anunciar, más allá de algunas intenciones. “Queremos darles una buena mezcla, un álbum que se pueda escuchar completo. Hoy mucha gente se queda con un single, especialmente los chicos más jóvenes. Pero a nosotros nos interesan los discos que podés escuchar de punta a punta”, dice Cunningham. Sin embargo, pese a la decisión de mantenerse firmes en el formato elepé, la banda no descuidará a sus seguidores digitales: “Tenemos contrato para otro disco pero también vamos a sacar unas cuatro canciones que nos quedaron afuera como singles. Está bueno, más que nada para los más jóvenes. Mucha gente se conecta con eso, es más inmediato”.
White Pony, su tercer disco de 2000, fue el más exitoso de su carrera: 1.3 millones de copias vendidas en los Estados Unidos, un Grammy a Mejor Performance de Metal por la canción “Elite” y un punto de comparación obligado para todo lo que vendría. “Creo que hay gente que quiere que hagamos White Pony todo el tiempo, sí. Igual, a cada uno le gustamos por distintas razones. A algunos les gusta la cosa más pesada, otros disfrutan más las cosas más suaves y otros se paran en el medio”, dice el baterista.
Tras la tragedia de su bajista Chi Cheng, quien tuvo un accidente de tránsito en 2008, entró en un coma del que nunca pudo salir y falleció en 2013, el grupo se unió en espíritu pero se distanció geográficamente. “Solíamos pasar todo el tiempo juntos, y ahora vivimos en ciudades diferentes y nos juntamos en el estudio”, cuenta Cunningham. La distancia, dice, también tiene sus ventajas: “Aprovechamos cada segundo del día cuando estamos trabajando juntos. La última vez funcionó muy bien. Te tenés que concentrar, sos más eficiente, y se notó en el disco”.
El vivo, en tanto, es la misma pelea de siempre. “Stephen [Carpenter, guitarrista] y yo tenemos una historia larga de saltarnos con las manos al cuello, pero es bueno lo que sale de eso”, dice el baterista. La lucha es por la forma en la que las versiones de estudio mutan ante el público: “Él quiere que las canciones suenen exactamente como en el disco, pero yo no tanto. Creo que una banda debería poder tocar cada canción como la siente en el momento, cambiar una parte acá o allá: es parte de la experiencia del vivo. Es divertido porque siempre discutimos sobre eso. Yo creo que tiene que haber un componente vivo, me parece muy importante”. Y más todavía -dice- hay que moverse en esta parte del continente, donde la audiencia siempre responde: “Siempre la pasamos bien en Sudamérica. Cuando fuimos con los Chili Peppers [en 2001 debutaron en Buenos Aires abriendo para la banda de Flea en Vélez] se largó una tormenta terrible pero después pudimos tocar. La energía es increíble”.
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