Dos lenguajes, una misma pasión
Presentación del dúo formado por Ernesto Jodos en piano y Horacio Fumero en contrabajo . En el Jazz Voyeur. Próximos shows: hoy, a las 22, en Thelonious, Salguero 1884, con Sergio Verdinelli en batería, y el martes, a las 21.30, en Notorious, Callao 966, en dúo.
Nuestra opinión: muy bueno
Dos músicos que no dejaron nada en el tintero y un repertorio que tuvo emoción y frescura puede ser la síntesis de un encuentro casi ocasional entre artistas que comparten gustos y entre los que se crea una química de inmejorable calidad.
Ernesto Jodos en el piano y Horacio Fumero en contrabajo tuvieron anteanoche una sesión en la cual la improvisación fue protagonista.
Dos formas discursivas diferentes sobre el escenario y dos maneras de desarrollar las ideas terminaron por ensamblarse en un ardiente frescor.
Hubo riqueza de vocabulario en los mensajes y una contrastada forma de exponer ideas. Jodos, más expresivo que en otras ocasiones, interpretó sus solos a buena velocidad, en tanto que Fumero, escueto, económico y poderoso, se convirtió en un pilar solidísimo sobre el que se construyó el clima de la propuesta.
Los diálogos surgieron desde diferentes enfoques: Jodos, inmerso en la innovación armónica; Fumero, anclado en la tradición rítmica, y León Gieco, sentado en una mesa.
Seguros del material, Jodos y Fumero se lanzaron hacia el mundo de Thelonious Monk con "I Mean You". La línea del piano fue rítmica y consistente con el hard swing para encarar esa aventura. Las acostumbradas disonancias y ritmos erráticos no aparecieron en esta versión, más bien el artista lo abordó desde una óptica minimalista. Su toque impecable articuló las frases principales con claridad, al tiempo que moldeó en una línea melódica constante su solo. Con la izquierda, en tanto, insertó acordes que operaron como recordatorios para el auditorio. En la música estaba el espíritu de Monk, aunque atravesado por el estilo de Jodos, brillante y con un vanguardismo cada vez más personal.
Fumero, en el centro de la escena, amasaba las cuerdas. Mientras que el piano seguía la línea de la frase, de tono cercano al serialismo de Anton Webern, el músico trabajó sobre una variedad de walking bass efectivos que hicieron las veces de una profunda huella en el camino armónico-rítmico. En su parte solista, mostró las influencias de Ray Brown en ese modo de relacionar lirismo con esquema rítmico. Aquí León Gieco aplaudió su intervención.
"Con alma", de Gillespie, los llevó a una forma más melódica de interpretación. La propuesta aquí fue desarrollar este tema como si atravesasen diferentes lugares. El piano habló de planicies; el bajo tocó sus líneas de manera escarpada. Como si fuese un trato hecho con antelación, el encuentro tuvo permanentes contrastes, como si el conflicto fuese un código de relación; nada parecido a esos conciertos que se asemejan a una de esas tardes de domingo en las que no sucede nada durante horas, aquí la interacción sucedió casi violenta.
Por el camino de la melancolía
En "Infant Eyes", de Shorter, el dúo tomó por el camino de la melancolía; una introducción del piano pone ese color hasta que entra Fumero y parece arrebatarle con su sonido ese sentimiento. Jodos desarrolló motivos abstractos, que tuvieron un aroma lejano; en tanto que el contrabajista arrancó de su mueble fino un lamento que fue de menor a mayor. La sonoridad del bajo ganó fuerza hasta que se cruzaron las atmósferas emocionales en un accidente del que nadie salió herido.
Luego, uno de los momentos más fuertes de la noche con "Au Privave", de Parker, con una introducción de Fumero que pareció cortar el silencio a rebanadas gruesas. De su instrumento surgió algo así como un bolero o un tango. Tocó una melodía tan marcada que al lado de este cronista, una señorita le cantó las líneas de un tango encima: "Es porque han adivinado/ que tu amor me ha traicionado/ porque existe otro querer". El estado de tensión de esa introducción se liberó con la entrada del piano, que, entonces, sumergió el tema en un bebop de moderno relato.
La segunda parte del show fue algo menos tensa en relación con la primera. Para la apertura eligieron un tema de Monk, de última generación, donde mostraron sus lados más recios, como en el siguiente, de Lennie Tristano. Un 3x4 que tuvo todos los elementos que luego desembocarían en el free jazz. Disolución del ritmo, disonancias que ocupan los silencios y una fuerte pulsión por extraviarse en el lado melódico.
Hasta aquí León Gieco estuvo a distancia hasta que, llamado por Fumero (ambos vinieron juntos, a fines de los años sesenta, a Buenos Aires desde Cañada Rosquín, Santa Fe), se acercó al escenario para hacer con el contrabajista "Cinco siglos igual". Gieco, un artista magnético y de una sencillez arrasadora, conmovió el espíritu flemático del puñado de amantes del jazz reunidos en el Jazz Voyeur. El cierre fue acompañado por "bravos" y una pequeña ovación.
Vuelta la calma, el dúo siguió con sus improvisaciones y riesgos, que convirtieron la noche en una velada recordable. Dos artistas que se encontraron de manera casi ocasional pero que provocaron que, al cierre del show, todos los presentes hicieran sus votos para que sigan tocando juntos.