II Festival de Jazz del Mar. El florecimiento de un joven músico
Lucas Sedler unió el jazz con el blues
PINAMAR.- La tercera noche del esta muestra jazzística dejó en evidencia que el trío de Javier Malosetti, con el excelente Andrés Beeuwsaert en teclados y Pepi Taveira en batería, que se presentó ante unas 300 personas en el Teatro de la Torre, atraviesa un momento excelente, en el que su fuerza interpretativa está en línea directa con la creatividad, haciendo de este combo uno de los más potentes del jazz en la Argentina.
El trío forma parte de la denominada nueva marea jazzística, cuyos músicos, si bien no son los primeros en la Argentina en intentar desarrollar un lenguaje propio, sí, al menos, son los más perseverantes, y los resultados de este compromiso musical comienzan a percibirse con claridad en los nuevos lenguajes del jazz argentino, de los que se puede decir que son de amplio vocabulario e identidad definida.
Pero vayamos a lo nuestro. Anteanoche sucedió aquí otro de esos pequeños milagros modernos: el acercamiento del mundo del blues al del jazz. El padre se acerca su hijo dilecto. El prestigioso trío del bajista tuvo como invitado a quien podríamos definir como la revelación del festival. Lucas Sedler, miembro de Memphis la Blusera, deslumbró al sereno público de jazz que hasta días atrás sabía poco de él. Este joven músico, salido de la cantera del blues, brilló en la noche del viernes en Villa Gesell junto al "blues master" Miguel Botafogo. Allí no sólo mostró un arrasador buen gusto como guitarrista y arreglador; también tuvo un excelente desempeño como cantante, lo cual ya lo hace un músico muy distinguible.
Anteanoche, Sedler debutó con un grupo de jazz que, si bien tiene una línea estilística muy definida, los esquemas armónicos se destacan por su amplitud. El guitarrista estuvo muy a la altura de las circunstancias, pues no sólo lució seguro, sino que sus improvisaciones demostraron que en un contexto menos conocido su creatividad no se resiente. Anclado en la tradición blusera, supo extraerle sus colores más abiertos e intensos. En algún punto, a una parte del jazz en la Argentina parece faltarle algo de sentimiento, pero eso es justamente lo que le sobra a este guitarrista, cuya participación en este sincopado mundo debería ser largamente bienvenida.
Malosetti, músico de fino olfato, tomó la delantera y atrajo hacia su combo a este músico de blues de amplitud mental y enorme futuro, y con él hizo una música en la que el feeling y el groove se destacaron por peso específico.
Sedler, con dos discos ya editados, mostró que la relación de esos géneros no sólo suena natural, sino que parecen complementarse equilibradamente.
Otra guitarra, otro estilo
Por la tarde, en el parador que la empresa CTI tiene sobre la playa, se presentó la Valentino Jazz Bazar, con Juan Valentino en guitarra, Miguel Socoratto en contrabajo, Miguel Raposo en teclados, Nicolás Socoratto en batería y Ana Cuacci en canto. La suave brisa marina pareció tomar la cadencia de este prolijo grupo de swing, que transita por una senda musicalmente amable, aunque comprometida. Valentino, que tiene listo su cuarto disco, por ser editado en mayo o junio de este año, es uno de los escasísimos músicos que desarrollan el estilo del pulgar del gran Wes Montgomery. Sonido arrollador, calidez y un gusto por la sencillez armónica dejaron una impresión muy grata en los turistas, auditorio accidental que supo detener su vespertina marcha por las playas para degustar ese plato servido.
El festival de mayor amplitud estilística (anteanoche, el grupo de jazz funk de Gillespi actuó en Villa Gesell con una interesante adhesión de público) entra en su etapa final. Público despierto y buena música anduvieron en estas tres jornadas de la mano.
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