El libro de pases tangueros
Cuando a mediados de 2000 Pity Alvarez dejó Viejas Locas para crear otro grupo, Intoxicados (tanto o más exitoso que el anterior), fue noticia en el ambiente rockero, pero no un hecho por primera vez visto o escuchado. Ocurrió muchas veces antes con otros músicos, incluso en los años 70 y 80.
Distinto hubiera sido si eso pasaba en el ambiente tanguero veinte años atrás. Pocos hubieran creído posible abandonar una formación de renombre con la posibilidad de lanzarse a un nuevo proyecto que rápidamente diera que hablar. En cambio, actualmente existe una especie de libro de pases tangueros que no sólo contemplan a músicos de cambio, o instrumentistas que hoy se sientan frente al atril de una orquesta y mañana en otra.
Caminos que se abren
También están los casos de músicos con larga trayectoria que deciden hacer la suya y empezar de nuevo; los que tienen formaciones paralelas (en la Argentina y Europa) o los que dejan una típica porque sienten que cumplieron una etapa y es hora de dedicarse a proyectos personales. Encontrarán colegas que se sumarán a sus proyectos, público para escucharlos y un mercado para recibirlos. Entonces, vayan algunos ejemplos para ilustrar cada libro de pases.
Tras la muerte de Pepe Libertella, en diciembre de 2004, su socio y fundador del Sexteto Mayor, Luis Stazo, decidió bajarse de la imparable maquinaria que es este sexteto, con constantes giras de conciertos por todo el mundo. El grupo llamó al experimentado bandoneonista Walter Ríos para encargarse de la dirección y Stazo se fue a vivir a Alemania, donde creó su trío, el Stazo Mayor, con el que ya realizó unas cuantas presentaciones. Además, actúa como invitado del Ensemble Hyperion y la Orquesta National de Stuttgart y tiene fechas agendadas en Alemania, Francia e Italia hasta noviembre de este año.
Entre los que tocan con formaciones paralelas se puede encontrar a Leo Sujatovich, que tiene su trío de cámara (con el que grabó dos discos) armado en Buenos Aires, y otro con la misma instrumentación que lo espera en España, cada vez que viaja para actuar.
El cantor Alfredo "Tape" Rubín hizo una experiencia similar ocho años atrás. En 1998, salió de gira por Europa con el Cuarteto Almagro. El grupo sufrió varios cambios, pero llegó a grabar un disco en París con integrantes que estaban radicados en países distintos. A su regreso, Rubín armó el quinteto Almagro, con el que estuvo tocando parte de ese repertorio en escenarios locales.
Gustavo Mozzi recientemente publicó su último disco, "Matiné", grabado en Buenos Aires con intérpretes locales. Ahora deberá armar un grupo para hacer la presentación "oficial" en la Argentina, ya que la mayoría de las actuaciones que hace son fuera del país y tiene de compañero a un grupo europeo.
Entre los que dejaron orquestas por proyectos personales se puede mencionar al violinista Ramiro Gallo y al pianista Julián Peralta, arregladores de El Arranque y la típica Fernández Fierro, respectivamente.
A Peralta lo entusiasma su participación en Astillero, grupo que debutó la última semana en el local Torquato Tasso y que próximamente, el 6 de mayo, se presentará en El Cubo, con un repertorio de temas propios, cantados e instrumentales, y una formación de violín, chelo, dos bandoneones, contrabajo, piano y un cantor. "Todos los integrantes que estamos en Astillero ya habíamos tocado mucho tango antes. Era el momento para mostrar lo nuestro", dice Peralta.
"Nos genera alegría estar tocando música nueva. Se siente la libertad de que todo se puede hacer. La comparación puede ser odiosa, pero es como estar en la época de De Caro. El sexteto de De Caro hizo lo que quiso. Inventó infinidad de cosas, como los Beatles. Es como abrir una puerta para ir hacia cualquier lado. El asunto es que uno comienza a trabajar sobre eso, pero no se queda sólo con la espontaneidad."
Similar entusiasmo tiene Gallo cuando cuenta que desde que dejó El Arranque puso toda la energía en su carrera solista. Hoy puede decir que hace poco dirigió la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y que tiene posibilidades de repetir la experiencia; que está escribiendo música para grupos de cámara; que para el próximo año planea un CD junto a Lidia Borda y que hizo arreglos para el disco solista del cantor Ariel Ardit. También recuerda que estrenó una obra en la última edición de Buenos Aires Tango (fue compuesta a pedido por los organizadores del festival y se estrenó en un ciclo donde también presentaron sus piezas otros cinco compositores). Además, Gallo estrenará en julio los temas que está grabando para su segundo CD, un álbum con repertorio propio, interpretado por su quinteto y con la participación especial de Pedro Aznar.
"El Arranque tiene un proyecto artístico, está consolidado y tiene trabajo. Fue un proyecto que hice mío; fue la mejor experiencia que tuve. Pero le terminó ganando a todo lo personal. Por eso creo que cumplí un ciclo. A los 20 años no importa tanto, pero a estas alturas, con 39, tuve que dejarlo para dedicarme a lo mío. Y les digo que no a muchísimas cosas. Hace poco me ofrecieron reemplazar a un músico de un grupo del exterior. Pagaban 500 dólares por una noche, pero ese día tenía que tocar con mi quinteto en el Café Homero. Sé que la única forma es ser inflexible con uno mismo. Si no lo hago yo, si no salgo a tocar lo mío, nadie me va a venir a llamar."
Gallo y Peralta fueron instrumentistas y arregladores de dos formaciones que ya se habían ganado el cariño de su público, pero la partida era necesaria. Hay quienes dicen que Peralta se fue de la Fernández Fierro pegando un portazo. El asegura que sólo fueron cuestiones artísticas. "Lo mío se dio porque habían pasado diez años desde que comencé a tocar tango. Arranqué en 1994. Fundé la orquesta, aunque en ese momento fue con otro nombre, Fernández Branca. También habíamos armado una movida de orquestas llamada La Máquina Tanguera y lo último que dirigí fue Cerda Negra (integrada por músicos sub 20), que ahora tiene su vida independiente. El tema es que después de 10 años, y de aprender recursos, uno egresa. Te das un título. Pensás: «Aprendí a tocar tango, manejo el lenguaje, que es difícil y requiere un proceso». Entonces, se empieza a pensar en la voz personal", dice el pianista, a los 31 años.
"Para resumirlo: yo dejé la Fernández Fierro porque me aburrí. La Fierro trabajaba de una manera muy tradicional y seria en la organización interna y en lo musical. Y una cuestión de imagen que tiene que ver con intentar hacer que la gente joven se acerque al género. Todo eso estaba muy bien, pero en determinado momento uno se va poniendo grande. Pasar por hacer música tradicional fue como una pelea de semifondo; no es la de fondo que uno pretende desde el punto de vista artístico. Aparece una necesidad que no es individual, sino de mucha gente que toca tango desde hace diez años. Era hora de arriesgar un poco más."
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