El príncipe de la melancolía
Definido así por Francis Ford Coppola hace veinte años, el cantante y compositor sigue haciendo honor a ese título
lanacionarSAN FRANCISCO (The New York Times).- La luz del sol no parece ser el elemento ideal de Tom Waits. Sus canciones suelen hablar de mundos nocturnos y lluviosos, colmados de parias y freaks, donde su voz brumosa y su arsenal de sonidos como de basurero no molestarían a los transeúntes.
Sin embargo, allí estuvo Waits, en una tarde bucólica del norte de California, almorzando sopa de minestrone en un pequeño restaurante cerca de su casa y charlando amablemente sobre cómo ha creado y sostenido ese territorio peculiar y propio -su pieza del fondo, su búnker lleno de escombros- dentro del panorama de la música norteamericana.
"Sólo trato de ir por mi propio camino -dice-. Tenés que creer en vos mismo y tenés que aprender a capear las estaciones. La gente quiere que sea verano todo el tiempo, tanto en sus relaciones personales como en sus carreras. Y cuando el tiempo empieza a cambiar piensa que es mejor abandonar todo. Pero hay que tener un cierto grado de persistencia."
Waits, de 52 años, es hoy un hombre de familia que se levanta temprano para estar con su esposa y colaboradora musical, Kathleen Brennan, y con dos de sus tres hijos (su hija mayor, de 18 años, vive en un campus universitario).
Cuenta que no ha tomado un trago por nueve años y que sus rachas de alcoholismo autodestructivo han quedado dos décadas atrás. Pero desde su primer álbum, "Closing times", de 1973, y hasta los dos nuevos, que se editan simultáneamente, "Blood money" y "Alice", ha estado poniendo su mirada en recovecos húmedos y ha poblado sus canciones de bebedores, vagabundos, prostitutas, travestis y suicidas.
En sus composiciones el amor verdadero choca contra el destino cruel y la observación atenta se funde con el surrealismo. Su música incluye himnos y canciones de salón, blues y baladas dentro de una mezcla sonora que, en el nuevo álbum utiliza campanas, calliope (un tipo de órgano) y una vaina de semillas de Indonesia de más de un metro de largo, que es "tan ancha como la Biblia" y que contiene "semillas grandes como CD".
Las melodías tienen algo de Stephen Foster, algo de Kurt Weill, algo de Louis Armstrong, algo de Lightin´ Hopkins, algo de Harry Partch, algo de Captain Beefheart y algo de música de circo, que Waits ha conectado en su propia constelación. Y no le importa que se revelen sus influencias.
"A la mayoría de los compositores de canciones les podés seguir el rastro de lo que han estado escuchando -dice Waits-. Es como si pudieras ver las entrañas de un animal y de esa manera descubrir cómo han sido sus tres últimos días. Pero el asunto es cómo podés lograr reconciliar tus irreconciliables gustos musicales, tus sueños, tus deseos y recuerdos. Podrías no ser capaz de lograr ni una sola cosa de todo ello. Yo me siento más cómodo tratando de visitar diferentes lugares. No sé si hay algo de lo que he hecho que sea una síntesis de las cosas que amo. Creo que no lo he dejado en la licuadora el suficiente tiempo."
Algunas de sus melodías sinceras y románticas, como "Ol´ 55" y "Downtown train", se convirtieron en éxitos del pop en las versiones de The Eagles y Rod Stewart, respectivamente. Pero otras de sus canciones nunca lo serán. "Blood money" comienza con una canción llamada "Misery is the river of the world", y "Everything goes to hell"; "Alice", una colección de canciones escritas para un musical en colaboración con Robert Wilson en 1992, está embrujada de soledad y muerte. Pero los dos álbumes son bipolares, con una profunda misantropía y pesimismo junto a puras y en absoluto irónicas canciones de amor, como "Coney island", de "Blood money", en la que canta con voz áspera "todas las estrellas cumplen sus deseos en sus ojos".
"Soy un viejo sentimental -dice Waits-. La mayoría de los compositores probablemente está escribiendo un par de canciones, una y otra vez, de una manera u otra. Kathleen dice que yo soy o el Gran Llorón o la Parca. Sí, voy del frío al calor. Me gusta la melodía y me gusta la disonancia. Supongo que es una personalidad alcohólica. Me vuelvo loco y también lloro."
Buscando en los agujeros
Por la ventana del restaurante se ve pasar un camión de la compañía Tight Access Excavation (excavaciones de difícil acceso). Waits sonríe por el nombre. "Eso es justamente lo que yo hago -reflexiona-. Es difícil meterse en esos lugares. O no te quieren allí, o es muy oscuro, o no hay suficiente espacio. Y nunca es confortable. Pero son buenos lugares para observar. Le das voz a gente sobre la que no se han hecho canciones o que nunca tendrá la oportunidad de contar su historia. Es bueno, de verdad, sacar a esos personajes de mi cabeza. Bajarlas y hacer lugar para otras cosas."
La voz rasposa de Waits -"Soy la arena en el sandwich", se define-, encaja con sus personajes de bajo fondo y evita que sus infelices narradores se pongan demasiado sentimentales. Pero en la primera etapa de su carrera, cuando grababa para Asylum (luego Elektra-Asylum), en los 70, su manera de cantar contrastaba con lo que sonaba.
Cuando se casó con Brennan, en 1980, ella lo alentó para que se convirtiera en su propio productor. "Me gusta mi música con nudos, cáscara, agujeros y pulpa -dice-. Hasta ese momento sentía como que era fotografiado con mi cabeza en el cuerpo de algún otro. Kathleen dijo: "Podemos conseguir los músicos, un ingeniero de sonido, podemos pedirle plata a la compañía discográfica. Tenemos doce canciones aquí. Vamos, hagámoslo por nuestra cuenta"."
El resultado fue el álbum de Waits "Swordfishtrombones", de 1983, con arreglos que sacuden, chisporrotean, zumban, como lo continuarían haciendo en sus trabajos de las siguientes dos décadas. "Hay ciertos sonidos por los que me siento definitivamente atraído. Siempre me gustaron las cosas que suenan como si estuvieran tratando de llevarte bien lejos, así es que sentí que necesitaba inclinarme hacia ello y trabajarlo. Me gusta el rechinar metálico, me gustan los retumbes y me gusta el resoplido de la presión del vapor. Ahora que lo pienso, podría ser un buen título para un disco: "Rechinar. Retumbar. Resoplar". Tiene algo de locomotora, de tracción a carbón."
Waits le llevó las canciones de "Swordfishtrombones" al presidente de Elektra-Asylum. "Me dijo: "No vas a conseguir nuevos fans y vas a perder los que tenías. No estamos interesados"", recuerda. En cambio, Island Records aceptó el álbum y siguió editando sus nuevos discos mientras las canciones se volvían cada vez más angulares y apocalípticas. Cuando terminó su contrato con Island, la compañía había sido comprada por Polygram, que luego fue absorbida por Universal Music. "Las grandes compañías se parecen más a países que a compañías. O son como aguavivas. No tienen anatomía, pero pican. Las compañías discográficas ya no están interesadas en mantener, desarrollar o apoyar el crecimiento de un artista. Te ven como un producto rentable, como una vaca lechera. Entonces, cuando dejás de dar leche, te quieren llevar a la parrilla inmediatamente."
A la larga, Waits se fue a la compañía independiente Epitaph y su sello Anti, que también edita a la leyenda del country Merle Haggard y al cantante soul Solomon Burke. Tras un silencio de seis años, "Mule variations" (Anti), de 1999, vendió un millón de copias.
Dos caras de una moneda
"Alice" y "Blood money" fueron grabados simultáneamente. "Cuesta tanto hacer arrancar la máquina que una vez que lo hacés parece una pena hacer un solo panqueque." Pero los álbumes son tan distintos como ser sonámbulo y tener insomnio crónico.
"Alice", que está lejanamente inspirado en "Alicia en el país de las maravillas", está plagado de letras sobre sueños y avanza en una neblina de afelpados tambores y vientos. "Blood money", en cambio, es más duro, yendo desde sonidos de carnaval a siniestros arrullos.
Ambos álbumes evitan en gran medida usar guitarras, una estrategia deliberada. "Kathleen propuso resolver algunos de los problemas planteados sin utilizar guitarras -dice Waits-. La guitarra es demasiado versátil. Muchas veces escuchar la guitarra te saca de foco. Es algo muy común. Prefiero escuchar cosas que sean un poco más conflictivas a veces. Que sean una pequeña provocación, un desafío para uno. Como ver si podés caminar hasta la esquina con los ojos vendados."
Posiblemente Waits salga de gira en los próximos meses. "A veces me preocupa la grabación, porque es como si te comieras las plumas y tiraras el pájaro", dice. Tocar en vivo es algo diferente, "porque me puedo escapar y unirme al circo", comenta. "Eso es lo que hace la gente con la música. Vas a un show en algún lugar y decís: "Ah, esto es". Tiene algo de lucha contra un cocodrilo, porque estás lidiando con algo vivo. Y te puede tumbar o lastimar, y es más grande que vos. Pero también podés montarlo."
Mientras, sigue trabajando en canciones. "A veces vienen tan rápido que sólo tenés que capturarlas. Otros días tenés que hacer una danza de la lluvia para que aparezcan. Y saber esperar. Tengo grabadores por toda la casa. Garabateo notas en las servilletas. Pero últimamente me he dedicado a ejercitar mi memoria. Si tengo una melodía en la cabeza el desafío es mantenerla allí todo el día. Y luego sentarme a cenar, olvidarla y más tarde salir en el auto y ver si puedo recordarla otra vez. Si es realmente una buena melodía no me abandonará. Claro que muchas se te escapan. Esas son las mejores canciones, las que se han escapado."
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