El trovador cubano que revive la gloria del género
En diciembre de 1993 Fito Páez ofreció un concierto multitudinario en la Plaza de la Revolución en La Habana. El impacto para toda una generación de trovadores fue tan fuerte que impregnó el ambiente cultural de la época y derramó su estela hasta ciudades estudiantiles como Santa Clara. De allí era el músico Roly Berrío, en ese momento un artista en desarrollo y con una fuerte formación teatral, que pudo conocer al rosarino con los años. "Vladimir Cruz, que actuó en la película Fresa y chocolate, me lo presentó y tuve la oportunidad de estar cerquita de él. Para muchos jóvenes cubanos la cúspide del rock argentino era Fito Páez porque fue el primero que llegó a Cuba", recuerda el cantautor, que todas las semanas ensaya cerca del conocido Memorial del Che Guevara en Santa Clara.
El joven trovador incorporó a su fibra musical esas canciones de Fito Páez junto a temas de los Beatles, Carlos Varela y Amaury Gutiérrez, para crear una obra con un fuerte carácter contracultural. "Nosotros somos los hijos de tres generaciones de trovadores. Desde la generación madre de Pepe Sánchez y Sindo Garay hasta la generación padre de Vicente Feliú, Silvio y Pablo, y después lo que hicieron Frank Delgado, Santiago Feliú y Donato Poveda. Somos herederos de ellos y estamos sosteniendo una nueva época de la trova desde un refugio del interior como Santa Clara".
Su paso a inicios de los noventa por el Trío Enserie, elogiado por Silvio Rodríguez; la incorporación de sus temas a la película Habana Blues; y su participación en el colectivo Trovuntivitis, que visibilizó la escena musical de Santa Clara en las últimas dos décadas, iluminaron su camino como referente de la trova contemporánea. "Para nosotros la trova no es un género y tampoco es la imagen del trovador con su guitarra. Eso sería una limitación. A mí no me gusta casarme con un estilo y definirme como rockero o salsero. Uno no es el mismo cada día. Si estás triste tocás un bolero o si estás alegre cantás una guaracha. La canción transmite lo que estás sintiendo en ese momento", define ahora Roly Berrío en su regreso a Buenos Aires, una ciudad que visita desde 2009 y donde realizará una gira que arranca hoy en el Teatro Media Legua (Aristóbulo del Valle 185, Martínez), junto a Palo Pandolfo, y que seguirá por Córdoba y Rosario.
Canciones minimalistas y existenciales como "Toca morir", la autobiográfica "Solo salen" o la mordaz y rockera "Toca vender la muerte" contrastan con el código guarachero de temas como "Cuando una mujer deja a un hombre" y "La jicotea". "Muchas de mis canciones salen de la vida cotidiana del cubano. Juego con el doble sentido o hablo de cosas dolorosas. Aprendí en mis inicios de teatro a no tener prejuicios. Descubrí que la canción del trovador es una creación popular cercana a la vida. Necesito vivir lo que canto", desliza el autor.
Berrío captura instantáneas de la calle y los vaivenes históricos de la sociedad cubana a través del sentimiento del filin cubano (un género entre el bolero y el jazz), el espíritu del rock y la descarga del son cubano. En los medios de la isla lo bautizaron "el Matamoros del siglo XXI". El efecto de su música -influenciado por el histrionismo teatral- provocó un impulso en la escena de su pequeña aldea.
"Santa Clara es una ciudad estudiantil, donde todo el mundo tiene historias. Mi mamá vio al Che tres veces, por ejemplo, y un vecino tomó café con él -cuenta Roly Berrío-. También hay mucha actividad artística, aunque durante el período especial muchos emigraron. Yo tuve la idea romántica de quedarme y aportar a una nueva canción. Hoy somos muchos trovadores que cantamos en lugares como El Menjunje y La Caña Santa, ocupado por los más jóvenes con otra visión del mundo, la historia y la música. Eso es lo bueno. No queremos sembrar todos lo mismo, sino tener una visión más amplia de las cosas".
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