En busca de la perfección imposible
Recital de Luis Alberto Spinetta , presentando su álbum "Para los árboles". Luis Alberto Spinetta, voz y guitarra; Javier Malosetti, bajo; Daniel Wirzt, batería; Claudio Cardone, Rafael Arcaute y Mono Fontana, teclados; Baltazar Comotto, guitarra, Nico Cota, percusión y Graciela Cosceri, coros. El viernes 19, en el teatro Gran Rex.
Nuestra opinión: bueno
"Vinimos a tocar "Para los árboles" -dijo Spinetta, tras unos pocos temas-, claro que no nos va a salir exactamente igual." Entonces, un acople inesperado demostró con crudeza que el vivo es un lugar diferente. Un lugar donde lo imprevisto siempre acecha.
Spinetta no estaba haciendo una broma. Su intención parecía ser realmente la de tocar su nuevo disco tal como lo grabó. Lo hizo con bastante éxito, apoyado en una banda impecable y a la que se le notaban las seguramente largas horas de ensayo para funcionar como un engranaje casi perfecto, con momentos climáticos conviviendo con otros de poderoso pero refinado rock.
Pero el problema fue que presentar un álbum en vivo no es, no puede ser nunca, una repetición del original. No lo pueden lograr los músicos y no es, tampoco, lo que la audiencia va a buscar. Tal como el acople vino a demostrar, lo vivo de un vivo es, justamente, aquello que lo diferencia de la repetición. Que no sea copia sino creación, situación única, particular, irrepetible.
Y en el show del Gran Rex no hubo generación de algo nuevo, sino intento de reproducción. Las canciones no crecieron, porque querían sólo ser lo mismo. O menos, porque la voz de Spinetta, ese bien que su público anhela escuchar, estaba perdida entre los teclados, la batería, el bajo hiperpreciso de Malosetti, las dos guitarras y las vitales percusiones y baterías digitales de Cota. Entre todo y tanto, Spinetta se mostró avaro con su voz .
El show había comenzado con un tema de Dante, con voz, piano y atisbos de bajo al que siguió "El mar es de llanto" y, con Graciela Cosceri en voz, "Titania", de Claudio Gallardou para la obra "Puck, sueños de una noche de verano". Luego, en orden riguroso, los doce temas del bello "Para los árboles". Sin palabras -noche de pocas manifestaciones vocales-, todo música. Alta música, que fue del funk al jazz rock con momentos de furioso y casi puro rock. La sutileza de "Vidamí", en la que Spinetta dejó la guitarra, el clima irreal de "Tu cuerpo mediodía", el poder psicodélico de "Yo miro tu amor".
Quedaron para después "Mother Nature´ Son", de los Beatles, con Cosceri y Malosetti; el tema de Páez "Las cosas tienen movimiento"; "Tonta luz", "Nelly", un inédito que había tocado en el News, "Paraíso" y el contundente "Las olas".
No hubo, y él advirtió que no se los espere, clásicos. Habría que contar el de los Beatles, aunque seguramente se refería sólo a los propios. No se entendió, tampoco, su necesidad de aclarar que las canciones que escribe no son necesariamente sobre su vida. Que otras cosas lo inspiran. Seguramente, pocos de quienes lo escuchan no lo supieran de antemano y hace rato. Porque están entrenados -y disfrutan- en encontrar allí claves, llaves que les abrirán las puertas de sus propios sentimientos.
Lo que se extrañó no fueron ni clásicos ni guiños personales, sino el no haber elegido el riesgo, la cuerda floja. Quizá la gira que ahora emprenderá por el país y por España y Chile lo lleve a hacer, como dicen los por él citados Deleuze y Guattari, mapas y no fotos.
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