En definitiva: lo que dejó la semana
El fin de la música como adorno en las series
La música hace tiempo que no es un adorno de las imágenes. Pero con las series vive un momento de gloria. Los sonidos incidentales dejaron de tener sentido en las nuevas narraciones televisivas y, las canciones de autor, se transformaron en parte esencial de los relatos. Desde la construcción de un imaginario de época como en Peaky Blinders (con bandas actuales) hasta el influjo socio ambiental y climático de True Detective, donde el nombre de T Bone Burnett debería ocupar un lugar más grande que el de un simple musicalizador. En ambos casos, los creadores de ambas series, lograron acoplar la música de artistas que quizá nunca imaginaron esos escenarios cuando hicieron esas canciones a un hilo conceptual que cuadra perfecto en las historias y el concepto. En otros casos como el de Muñeca Rusa, el tema "Gotta get up" de Nilsson adquiere un lugar fundamental de la producción, pues se repite en todos los capítulos como prólogo de una situación recurrente. Ni hablar de La casa de papel con "Bella Ciao". En la pintura irlandesa ochentosa, Derry Girls, otra vez la elección de los temas y los grupos que las compusieron son como cápsulas con metainformación para melómanos. Lo curioso o distinto, respecto de otras épocas, es que por alguna razón los productores decidieron recurrir a artistas en buen grado de culto para lograr un efecto. Acaso no hubiera sido más fácil llamar a alguna estrella del pop o un productor de música famoso para que se encargara de ese trabajo? Al parecer, la industria cinematográfica y televisiva descubrió antes que sus pares empresariales de la música que apostar a la calidad y la originalidad de las canciones termina siendo un gancho incluso entre el público masivo que muchas veces no sabe lo que está escuchando. Hasta hace no mucho tiempo este tipo de elecciones, como la banda Handsome Family para el tema de apertura de la temporada uno de True Detective, por ejemplo, hubieran sido catalogadas de arriesgadas e innecesarias. Pero ahora el papel de "musicalizador" antes relegado al final de los créditos o invisible empieza a cobrar una importancia fundamental. Alguien podría decir que esto siempre fue así en el cine, pero no tanto en la televisión. La pantalla chica no admitía licencias de índole experimental y menos en sus bandas de sonido. Quizá el antecedente solitario más cercano sería Twin Peaks en sus primeras dos temporadas, allá en los albores de los noventa. David Lynch trazó un camino en esto de utilizar la música como cimiento del relato a través de su colaborador e inspirador Angelo Badalamenti. Pero fue un jinete solitario, un extravagante que por error había colado su creación en la industria televisiva. Sin embargo, hoy todo cambió. Y en la tercera temporada de Twin Peaks, 26 años después, Lynch se toma revancha y se da el lujo de cerrar capítulos con bandas poco conocidas tocando para "su" público ahora masivo y global en el bar Bang Bang.
En las producciones argentinas todavía esta tendencia parece incipiente. Aunque aquellas producciones (sobre todo de productoras como Polka y Underground) que se tomaron la música en serio fueron exitosas. Son excepciones, porque aún persiste un cada vez más añejo temor al riesgo.
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