Cómo transformar el aire libre en un buen club de jazz
El festival de Punta del Este cerró una edición brillante, con Al Foster, Johnny O'Neal, Gary Smulyan y Aaron Diehl
Al momento de cerrarse esta crónica, quedaba pendiente el cierre de anoche con la cantante Nnenna Freelon junto al guitarrista brasileño Chico Pinheiro, y con el tributo a Chick Corea a cargo de Paquito D'Rivera. El director musical del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este lidera un combo que promete puntos fuertes en la trompeta de Diego Urcola, el bajo de Oscar Stagnaro y el saxo de Gary Smulyan, entre otros.
Sin embargo, ya pueden sacarse algunas conclusiones de la edición 2019 del ya clásico encuentro que se realiza en la finca El Sosiego, en la zona de Punta Ballena.
A esta altura, aun sin haber escuchado a D'Rivera y sus músicos, podría decirse que, a diferencia de otras ediciones, la de este enero tuvo mucha menor presencia de jazz latino, ninguna de fusiones o géneros "foráneos" y una concentración casi absoluta en las variantes más clásicas del jazz norteamericano. Hubo varios homenajes que fueron el pie de apoyo sobre el que se asentaron diferentes grupos. Los argentinos Pipi Piazzolla (batería) y Urcola (trompeta), los brasileños David Feldman (piano) y Jessé Sadoc (trompeta) y los uruguayos Nicolás Mora (guitarra) y Popo Romano (contrabajo) marcaron la presencia sudamericana, como cada año, en la apertura. Bautizado por el productor Francisco Yobino como Los Amigos del Sosiego, este combinado armó su set dedicado a composiciones de Lee Morgan, como "Mr. Kenyatta", "The Gigolo" o "Ceora".
De ahí en adelante, el festival fue una fiesta de talentos individuales; y quizá debería ponerse en ese aspecto la marca característica de esta edición. El legendario Al Foster encabezó un cuarteto desde su modo tan personal de tocar la batería y dio espacio para el lucimiento de Adam Birnbaum en el piano, Douglas Weiss en el contrabajo y, muy especialmente, del brillante saxofonista tenor Chris Potter. Oriundo de Chicago, con solo 48 años, ya tiene en su currículum enorme una jugosa discografía personal, un eclecticismo de estilos y un virtuosismo que quedó plasmado con creces en este nuevo paso suyo por Uruguay. Algunos de sus solos -especialmente con el tenor, aunque también usó el soprano- fueron superlativos y lo colocaron en el podio de este verano.
Cantante y pianista, heterodoxo en su modo de vestir y de presentarse ante el público, extrovertido y original, sin dudas fue Johnny O'Neal otra de las grandes presencias del encuentro. El pianista tocó junto a Mark Lewandowski en contrabajo e Itay Morchi en batería y tuvo al saxofonista tenor canadiense Grant Stewart como una muy buena pieza en calidad de invitado.
Johnny O'Neal mostró composiciones propias, standards y hasta alguna pieza cercana al mundillo del pop, cantó en el tono intimista en que lo hace con regularidad en pequeños lugares de Nueva York, se animó a abandonar el micrófono y entonar algunos fragmentos a voz en cuello y exhibió, a la par, un pianismo sorprendente.
Grandes solistas
El saxofonista barítono Gary Smulyan es alguien bien conocido por el público argentino. Había estado el año pasado en Buenos Aires y fue otro de los nombres destacados también aquí, en el Este.
Smulyan dedicó su actuación a Chet Baker y a Gerry Mulligan. Tuvo dos pilares excelentes en Urcola en trompeta y trombón a pistones y en el baterista Rodney Green. Y su cuarteto se completó con el muy buen contrabajista neoyorquino David Wong. Armó un repertorio que incluyó algo del material que los dos grandes homenajeados grabaran en conjunto en el Carnegie Hall, en 1975 (para la época en que Mulligan hizo también Reunión cumbre con Piazzolla). Sonaron títulos como "Line for Lyons", "Westwood Walk", "Walkin' Shoes", "Bernie's Tune" y "My Heart Belongs to Daddy". Y Paquito fue un invitado especial para algunos temas.
Y siguió la lista de solistas brillantes. El pianista de Ohio Aaron Diehl fue otra pieza fundamental en la segunda jornada (y estaba previsto que volviera a tocar en la última noche) al frente de un trío con dos músicos jóvenes: el baterista Quincy Davis y el gran contrabajista Paul Sikivie. Neoyorquino y también gran pianista, aunque en un estilo más sutil y elegante que transformó el aire libre en un club de jazz, Benny Green tocó con Aaron Kimmel en los parches y los platos y con Wong en el bajo.
Hasta aquí, más allá de algo de fresco en el cierre de cada noche, el clima acompañó y el ambiente no podría haber sido mejor. Y no queda sino desear un final a la altura de esta muy buena 23a edición y una larga vida para esta rareza de festival que solo es posible por el empecinamiento y el entusiasmo de Francisco Yobino y el apoyo del director musical Paquito D'Rivera.
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