José Carreras, un grande la lírica
Recital de José Carreras . Con Rebeca Olvera (soprano). Orquesta Sinfónica del Buen Aire. Director: David Giménez. Programa: Canciones populares, arias, romanzas y momentos sinfónicos de diversos creadores. Luna Park. Nuestra opinión: bueno.
Una vez más, el magnetismo de un nombre rutilante del arte lírico provocó una concurrencia generosa y bien dispuesta en las amplias instalaciones del histórico Luna Park. Fue palpable el entusiasmo. Cuando se lo vio a Carreras acompañado por el director David Giménez, que ya había ofrecido una atinada versión de un momento de La arlesiana de Bizet, estalló ese aplauso tan distintivo e inconfundible del público porteño, monolítico por lo unánime, pero cargado además con los sentimientos de admiración y gratitud, que perciben los grandes artistas y que les conmueve.
Luego de las entregas de "L´ultima canzone" , de Francesco Paolo Tosti (1846-1916), un inspirado creador del género, y "Pecche" , de Francesco Pennino, que hizo Carreras con esa musicalidad que lo distingue y ese aplomo que otorga la experiencia, permitió conocer cómo sería toda la propuesta. Ahí se escuchó el paso del tiempo en cuanto a los recursos naturales, pero asimismo la pulcritud, la idoneidad profesional y, por sobre todo, el atinado juicio del propio artista, conocedor diestro y experimentado en el análisis de su evolución física. Y por eso la mesura del canto, la atención sabia en la administración del aire, el énfasis expresivo en los finales.
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Por su parte, Rebeca Olvera, joven soprano lírica ligera, simpática, agraciada en su estampa, cumplió con sencillez y llamativa seguridad el difícil rol de ofrecer páginas brillantes alternadas con las intervenciones de José Carreras, o en dúos, como el de La africana, de Manuel Caballero, uno de los momentos de mejor realización vocal de la noche. Asimismo, se había lucido en arias de Romeo y Julieta, de Gounod, y Les Filles de Cadis , de Leo Delibes.
Después del Intermezzo de Cavalleria Rusticana , de Pietro Mascagni, con buen criterio estilístico del director de orquesta, el tenor coronó la primera parte con una muy acertada interpretación de "Rose-pel teu amor" , de Josep Ribas, y luego de un intervalo afortunadamente breve, Carreras cantó con elegancia "O Marenariello", de Salvatore Gambardella, un creador del siglo pasado. Y a continuación, fue el turno de una cumbre de la canción italiana, "Pasionne", de Nicola Valente (1853-1939), tan hermosa como inspirada y delicada.
Olvera se lució con "Carceleras", de Las hijas del Zebedeo , de Chapí, y la romanza "Ya mis horas felices", de La del Soto del Parral , de Reveriano Soutullo y Juan Vert, previo al intermedio orquestal de Las bodas de Luis Alonso, de Jerónimo Giménez, bien dirigida por David Giménez. Después se escuchó una aria algo intrascendente de El barbero de Sevilla, del mismo autor, y el gran dúo y jota de La africana , de Miguel Caballero, en la que ambas voces cantaron en un plano de igualdad y buen entendimiento. El cierre estuvo a cargo de José Carreras, con un muy nostálgica versión de "Core n´ grato", de Salvatore Cardiello.
Pero como ocurre con frecuencia en este tipo de espectáculos tan beneficiosos para acercar a nuevos públicos al conocimiento del mundo de la lírica, la canción y la zarzuela, como en este caso, los agregados fuera de programa, frente al cariño del público, conformaron un nuevo concierto. Se incluyeron allí el infaltable brindis de La traviata, de Verdi, que cantan los protagonistas al unísono con el público.
Claro está que todas estas benignas consideraciones acerca del concierto se desvanecen cuando se analiza la larga trayectoria del artista. Ante esa realidad, este niño se atreve a gritar: "¡El rey está desnudo!".
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