Desde este viernes 11 de octubre, con una gran gala, la asociación celebra sus 25 años de historia en el Teatro Avenida
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Ana D’Anna, fundadora de la compañía de ópera independiente Juventus Lyrica, repasa con su hija María Jaunarena y el director musical Hernán Sánchez Arteaga uno de los innumerables cuadros que tendrá la Gala Lirica que se estrenará este viernes 11 de octubre, para celebrar los 25 años de la institución. Desde el primer Don Giovanni que pusieron sobre un escenario, realizaron más de cien producciones, que vieron más de 600 mil espectadores. La mayoría de las veces en el Teatro Avenida, pero también en Colón, el Argentino de La Plata, el Real de La Haya y el de Rotterdam, en La Usina del Arte y en el Teatro Rafael de Aguiar, de San Nicolás, entre otros de nuestro país.
La bandera de largada siempre está puesta en el mismo lugar, un departamento en el último piso de un edificio que Ana usa desde hace dos décadas y media para los ensayos. A través de su amplio ventanal, sorteando la silueta de otros edificios, se puede otear el horizonte y contemplar el Río de la Plata; sin embargo, la escena aquí siempre transcurre entre las paredes y los vidrios de su estudio. Hay un piano que domina la postal e instrumentos de diversa procedencia. Hay muchas sillas (también de diversa procedencia) que terminan de armar el cuadro. Allí se ensaya cada producción de Juventus y, por supuesto, la que se verá el viernes 11 y el domingo 13, y luego el 18 y 19 de octubre, en el Teatro Avenida.
“Somos del teatro -dice Ana, en medio de una charla que ha comenzado hace un rato-, entonces, todo tiene un sentido teatral. Generalmente el aria de una ópera es un momento de detención de la acción, pero incluso Hernán le da mucha importancia al teatro, como buen alumno de Antonio María Russo, fallecido hace tres años, quien fue fundador de Juventus y nuestra columna musical”.
Sánchez Careaga asiente y habla de una continuidad. Porque esta gala que pasará por grandes éxitos de Mozart, Verdi, Puccini, Bizet y Bellini, entre otros- es una vuelta a espectáculos montados durante los últimos 25 años y será una nueva oportunidad para que los cantantes que las interpretaron se encuentren con esos textos y partituras. Es por esto que el elenco promete ser muy numeroso. Y, según el director: “Hay un hilo común, que es la firma de Juventus. Estamos haciendo, de pronto, grandes números de conjunto que implican siete solistas más coro, que no es lo que más se estila en las galas. Pero son grandes momentos que disfrutamos en la historia de Juventus y que tienen que estar”.
Sin transgresiones
María va tomando la posta de su madre. Si bien no acredita mayores conflictos entre su título de economista y sus posgrados en el exterior, el trabajo artístico “le tira”. Lleva más de dos décadas manejando la estructura de la asociación y realizando con Ana puestas en escena de las óperas que suben al Avenida.
Tiene en su celular una playlist con todos los cuadros que se verán en la gala, para escuchar qué tan bien fluirán en el espectáculo según el orden que tenga. “María organizó la Juventus y comenzó como mi asistente de dirección -dice su madre-. Hoy es muy lindo el diálogo que tenemos los tres para idear todo esto. Y para no transgredir. Es decir: que la música no perjudique al teatro, ni el teatro a la música.”
-Ana, ¿soñabas con esto en tu infancia o juventud, en Pergamino?
-Allí es donde vi el primer espectáculo de teatro, cuando tenía cinco años, Allí vi a mi hermana, que es mucho mayor que yo, haciendo teatro. Mi hermana Rury fue una figura muy fuerte en mi vida. Mi madre era croata y le puso ese nombre, que significa Rosita. Fue una gran actriz y tuve la fortuna de dirigirla. Fue una madre artística. Además, Pergamino fue fundamental porque allí me formé. Se abrió una escuela de teatro por donde pasaron Goly Bernal, Julio Castronuovo, Augusto Fernándes, Rubén Albarracín, Juan Carlos Gené. Y con mis compañeros, extraordinarios, formamos el Grupo de Teatro Pergamino. Hicimos muchas cosas. En 1978, cuando vine a Buenos Aires, ya tenía un bagaje muy grande. Quise entrar a estudiar en el Teatro Colón; al principio no pude, porque había pasado los 40 años. Pero luego hice toda la carrera del Teatro Colón, y después hice Juventus Lírica.
-¿El teatro o la expresión artística en general, era algo de familia?
-Mi madre era ama de casa y hacía teatro de sombras. Mi papá fue político. Era de la gente de Lisandro de la Torre. Y también trabajó la tierra. Fue el que hizo el proyecto del descanso dominical para el trabajador rural. Tengo una carta que mandó un latifundista, quejándose de “ese diputadito Mateo D’Anna”. A la noche, sacábamos los catres al patio y mi papá leía poemas. Decía Los motivos del lobo, de Rubén Darío, y yo lloraba tanto que mordía la almohada para que él no se diera cuenta. Era un hombre que me dio mucho para el teatro, aunque no actuara. Era político, alquilaba campos hasta que pudo comprarle campos a los hermanos de mi mamá. Hizo todo con mucho esfuerzo. En mi casa, mi hermana, la mayor, escuchaba ópera como mi mamá. A mí me daba vergüenza porque en mi pueblo, Peyrano [Santa Fe, a 50 kilómetros de Pergamino] se reían de como se cantaba ópera. Mi abuelo paterno, siciliano, sí escuchaba ópera. Era el que tenía el fonógrafo en el pueblo. En los momentos culminantes de la obra tiraba la copa contra la pared. Cuenta la leyenda. Porque a ese abuelo no lo conocí. En la familia hay sicilianos por un lado, croatas por otro y María que tiene sangre vasca, por el lado de su padre [Horacio Jaunarena].
-María, ¿Juventus fue siempre una cuestión de familia?
María: -Mi pasado me condena. Bueno, soy economista pero nunca estuve muy fascinada con eso, ya que durante la carrera tuve un pie puesto en lo artístico. Estudiaba pintura con Elena Visnia, estudie dirección [de teatro] con Augusto Fernándes, luego pintura con Guillermo Roux. Y cuando me recibí, empezaba Juventus y comencé a venir a los ensayos, de chusma. Justo se abrían unas becas para ir a estudiar afuera y decidí dar el volantazo y proponerme para gestión cultural. Me aceptaron. Me fui afuera y, cuando volví, intenté que Juventus pudiera sostenerse en un país que va cambiando. Por eso uno tiene que ir cambiando. El mayor desafío que tienen las organizaciones sin fines de lucro, no es solamente cambiar en el terreno artístico, sino en general. En los países de América Latina la sociedad viene con un modelo un poco español y francés de la gran intervención del estado. Por eso es más difícil la donación individual. Mientras estaba en eso, me empecé a meter en el vestuario y la régie, hasta que en 2012 me animé a dirigir. Después, en 2016, con Hernán empezamos con las óperas para chicos.
En evolución constante
La primera apuesta de Juventus fue convertirse en el primer escenario para artistas que querían emprender una carrera profesional en el mundo de la ópera. Desde 2008 se concentra también en la generación de público. Ese año comenzó con espectáculos para adolescentes de colegios secundarios. Y desde 2016 se hace la adaptación de títulos operísticos tradicionales para niños. Además, desde 2013 se integraron a chicos de barrios vulnerables en el coro de algunas producciones y desde 2020 se articula junto al Centro Artístico Solidario Argentino, un programa de becas para jóvenes de los barrios Padre Ricciardelli y Fátima.
-¿Cómo vas con todo esto?
María: -Me parece que no solamente hay que darles a los chicos la oportunidad de elevar el horizonte al que miran. El consumo cultural tiene, por un rato, que ofrecer la posibilidad de estar en contacto con los más grandes compositores y con el teatro de verdad. De pronto, lo que sucede en el escenario es algo que le está sucediendo a un compañero. Ellos no lo visualizan hasta que lo ven sobre el escenario. Entonces, eso genera la empatía con el actor. A veces genera empatía con el compañero. Y, además, genera entendimiento, tolerancia y valores ciudadanos. Hay docentes que nos piden que sus alumnos participen en preestrenos. Me interesa especialmente ese costado de Juventus, que trasciende la formación de los cantantes; eso que tiene que ver con poner un grano de arena.
-No sé si pasa por las decisiones políticas de estos tiempos. Juventus parece una especie de oasis.
María: -Hay que resistir. La clave siempre es encontrar la manera. Porque se supone que es maravilloso lo que hacemos, pero llevarlo a la práctica es prácticamente imposible. El sistema pone trabas para el desarrollo y para el financiamiento de los proyectos. Siempre hay que estar buscando y preguntándose las maneras de materializar las cosas. Desde Figaro, Juventus tiene su propio brazo educativo, haciendo espectáculos para chicos. La idea es que tengan la posibilidad de estar en contacto con los más altos compositores de la música occidental, con propuestas que estén especialmente adaptadas para ellos, que no duren más de una hora y que tengan temas que los interesen. Lo que hace Juventus tiene un impacto muy pequeño porque es una organización sin fines de lucro, pero uno dice: bueno, yo con esto aporto algo, que la ópera sea un arte de todos.
Ana: -En los dos ensayos generales que hacemos, se invitan a colegios de chicos en situación de vulnerabilidad. Recuerdo que un día, el micro que los trajo se tenía que ir antes del final de la Cavalleria Rusticana que estábamos ensayando. Tuvieron que salir de la sala antes del final. Y los chicos, al día siguiente preguntaron en la escuela quién era el personaje que había muerto: Alfio o Turiddu. El arte es de todos. El tema es proveerlo y hacer que la gente lo demande.
-Pero nadie demanda lo que no conoce.
Ana: -Exacto, ahí está el poder dar el primer paso.
María: -El consumidor general de ópera tiene más de 50 años. Nosotros lo que hacemos a través de los ensayos generales es traer a chicos de colegios secundarios para apuntar al consumidor del futuro. Además en muchos aspectos no es clara la noción de progreso porque nosotros no tenemos más claras las cosas que lo que las tuvieron en el pasado. Hay preguntas que siguen sin respuestas. A lo mejor, al revisitar autores de hace 200 años vemos que se preguntaron lo mismo: el dolor, la pérdida, la misma muerte. Miller decía que el teatro es el lugar donde la humanidad se enfrenta a sí misma. Es un debate un poco complejo el desarrollo de audiencia porque a veces, con tal de satisfacer el gusto del espectador uno termina adaptando tanto el producto que es como si dijéramos: prefiero ver una serie a leer el libro.
-¿Cómo es el trabajo cotidiano para preparar un título?
Hernán: -No hay cosas programadas. Entrás por acá, salimos por allá. Eso no existe en Juventus. Lo que existe es una forma de vivificar todo lo que no tiene indicaciones de cómo debería ser. Eso lleva realmente un trabajo de edificación en los actores. Los actores tienen que poner todo de sí para que su Romeo o su Julieta sean únicos. Porque parten de ellos. Muchas veces hemos tenido que modificar una idea porque el cantante viene y te ofrece su mundo que a lo mejor es más rico de lo que uno pensaba.
-¿Cómo fue para vos, de algún modo, tomar la posta de Russo?
Hernán: -No lo pienso en esos términos, aunque fue mi consejero al comienzo y es un ejemplo de como organizar los ensayos. La música sinfónico coral es diferente. El Requiem de Fauré es más dulce; el de Mozart es más trágico; con el de Verdi parece que ya te estás muriendo, estás tocando el infierno o el cielo. En cambio, en la ópera la sutileza de cada frase es específica de la obra que se está trabajando. A mi, Antonio me transmitió dos cosas: buscar la singularidad de cada obra y encontrar un método para transmitirla y someternos a eso para llegar. Russo tenía eso. Sabía el cómo. Juventus siempre da esa posibilidad.
-¿Qué limitaciones y errores descubrieron en todos estos años?
María: -Hemos tenido algunos temas de programación. Yo diría que nos metimos de pronto en algunas camisas de 11 varas, como una vez que produjimos un barroco que no terminaba más. Por otro lado, muchas veces a nosotros se nos quejan porque no programamos mucho contemporáneo. La verdad es que no somos la organización para programar ópera contemporánea, porque la taquilla incide en nuestra financiación. Entonces, en una organización que no es estatal, resulta bastante riesgoso hacer repertorio contemporáneo.
Hernán: -También tenemos la limitación del foso, donde entran 36 músicos. Hay obras que no se pueden hacer si requieren más; hay que buscar versiones que son las que se usan en teatros europeos pequeños. O no podemos hacer Wagner por ejemplo, porque acá cantan voces que se están haciendo. Pero, por otro lado, Juventus tiene algo envidiable: no entra en el esquema de producción de una ópera estatal que, a mi juicio, por momentos anula la creatividad y la posibilidad de cambio. Eso que es necesario para todo proceso artístico.