Rock. La puerta hacia el futuro
Hay que seguir adelante. Esta parece ser la conclusión de este 2002 confuso, desesperante, incierto, desconcertante. En la vida, claro, y por eso también se ve reflejado en el rock. En los primeros meses de este año todo parecía imposible. Desde hacer un show hasta editar un álbum. La crisis golpeó a todos y, salvo esa rarísima excepción de ver a Roger Waters en Vélez (el último gran show extranjero quién sabe por cuánto tiempo), daba la impresión de que aquí, en el país del "cacerolazo", del "que se vayan todos" y del "no se puede", quedaban clausurados todos los caminos. Mirábamos desconcertados cómo se evaporaba un país y aparecía otro, desgarrador y sordo y mudo y ciego. En pocas palabras, todo mal.
Pero hay quienes están seguros de que estos momentos de crisis son los que alimentan más puramente a la expresión artística, la necesidad de comunicarse con el otro con la secreta esperanza de que una pequeña acción, sumada a otra y otra, puede ayudar a mejorar la vida que nos toca compartir. Y comenzaron a suceder cosas. Se empezó por llevar a la acción aquello que se soñaba. Vale decir: en lugar de lamentarse por lo que no sucedió, hacer que las cosas sucedan. Quizá ya no con pretensiones de Primer Mundo, pero sí con un "bajar a tierra" que nunca viene mal. Es revitalizante hacer cosas cuando no se puede. Y allí se abrió un poco el horizonte.
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Los grupos entraron a grabar y salieron a tocar. Por todos lados: en la Capital, el interior y el exterior. Conquistar América latina y los Estados Unidos o Europa es en estos momentos un desafío para muchos, y la posibilidad de que los ingresos sean considerablemente buenos. Aquí, recitales pequeños y medianos, con otra excepción: La Renga en River. El resto, en locales, teatros y Luna Park.
También, en los últimos meses, se realizaron hermosas ediciones, como el álbum doble en vivo de Los Piojos; el lujo del debut de Skay Beilinson como solista, con la fidelidad artística de Rocambole; el original EP de La Renga; la vuelta de Cerati, que nuevamente apuesta al cambio; Charly García y su vicio de hacer buenas canciones... y el bullicio de los más jóvenes, que toman carrera para ocupar nuevos lugares.
Llegamos a 2003 con muchas cuestiones pendientes, con incertidumbres y temores, pero hay algo ineludible: hay que seguir adelante.
Nunca es fácil, y nadie regala nada. Y ahí, tal vez, está lo más interesante.
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