Lollapalooza 2019: la transición del rock al pop en un festival que no deja de sorprender
El Lollapalooza de este año mantiene en alto las banderas de las novedades, aunque hay lugar para los clásicos
La transición de Lollapalooza de un festival de raigambre rockera a uno que busca reflejar el pulso de la cultura joven ha sido tan gradual como inevitable... y saludable. Desde la primera edición local en 2014, en sus grillas han convivido (a veces con mayor y otras veces con menor cintura curatorial) ofertas para distintas franjas etarias y gustos musicales. Red Hot Chili Peppers en dos oportunidades, Jack White, The Strokes y hasta Metallica fueron cabezas de cartel y el reflejo de una propuesta que podía experimentar en horarios marginales, pero que apostaba a un fandom de entre 30 y 40 años bien adepto a las guitarras eléctricas. Cuando fue el turno de Florence and The Machine y Pharrell Williams, la estrategia pasó por hermanar al público sub-20, que todos los años hace del Perry's Stage (dedicado principalmente a la música electrónica), un festival en sí mismo.
Aunque contenga una combinación de todos estos factores, la versión 2019 de Lollapalooza Argentina puede leerse como un triunfo de la generación centennial (aquellos nacidos entre mediados de los 90 y principios de 2000) y de su avidez por escuchar música de todos los estilos. Un repaso por lo más alto del line-up del día 1 no hace más que confirmar la hipótesis: el pop-rock de Twenty One Pilos, el pop-rap de Post Malone y la EDM transversal de Steve Aoki apuntan, antes que a nadie, a un público en sus primeros veinte. Por supuesto que el público +30 tendrá lo suyo con Arctic Monkeys y Lenny Kravitz (casi un gesto nostálgico), mientras que Kendrick Lamar puede funcionar como un nexo entre los escuchas de hip-hop más experimentados y los que se sumaron al género con las nuevas olas. El caso de Sam Smith, que será una de las atracciones principales del sábado, viene a completar el cupo melódico para las grandes masas, también capaz de unir generaciones.
Al puso de los tiempos que corren, el trap se ganó un espacio preponderante en el escenario que en años anteriores estuvo dominado por la música electrónica, que ahora tendrá su espacio en horario nocturno. La exhibición de la batalla de gallos en 2018 funcionó como premonición de lo que este año ya es una realidad insoslayable. Desde exponentes locales como Paulo Londra, Khea, Cazzu, Dak1llah, Lucho SSJ y Neo Pistea hasta internacionales como el ya mencionado Post Malone, C. Tangana y Rosalía, la música urbana parece ser la nueva vedette del festival, en consonancia con los millones de clics que estos artistas suman en las plataformas de streaming (especialmente Spotify y YouTube). Por el lado de los DJ, la oferta se redujo en cantidad pero no en artistas de renombre. Además de Steve Aoki, se suman Tïesto y Odesza, que cerrarán las jornadas de sábado y domingo respectivamente. Más abajo en la grilla, RL Grime, Zhu, Don Diablo y GTA tomarán las bandejas cuando el sol empiece a caer.
En Retromanía - La adicción del pop a su propio pasado (2012), el crítico e historiador Simon Reynolds describía, de manera tan exhaustiva como brillante, un tipo de público que se había vuelto modelo de consumos musicales. Se trataba de gente de entre 35 y 45 años de clase media y media alta que aún compraba discos, revistas y, sobre todo, asistía a shows en vivo. Entre otras cosas, eran consumidores que alentaban a las giras aniversarios, la nostalgia por un pasado que se suponía mejor y a potenciar un revival por la música de las décadas del 60, 70 y 80. El éxito de bandas como The Strokes y Arctic Monkeys a principios de siglo eran las resultantes más visibles de una estética retro que se propagaba también en el cine, la televisión y hasta en los filtros de Instagram. Como si estuviésemos viviendo la transición hacia el fin de la Retromanía, la edición 2019 de Lollapalooza refleja los gustos e intereses de un oyente modelo que no sabe de tribus, que vio germinar sus gustos en lo profundo de los algoritmos, los singles editados digitalmente, el modo aleatorio y el eclecticismo de las playlists propias y ajenas. La escucha se volvió fragmentada, sí, pero quienes escuchan son todo lo contrario.
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