Las grillas festivaleras apuestan a lo seguro

La época de mayor cantidad de conciertos que tienen los músicos es la de verano, porque durante los meses de calor afloran de tierra adentro la mayoría de los encuentros folklóricos que se realizan en el interior del país.

Chicos, grandes, de mucha o poca convocatoria, añejos o con pocos años, estos encuentros son, más que folklóricos, espacios de música popular que contemplan, en el mayor porcentaje de su grilla, a los artistas que cultivan la música nativa. El armado de la programación de cada año es una mezcla de ciencia y arte porque es resultado de una fórmula que debe respetar (o debería) el espíritu o las características que hacen singular a cada festival.

Sin embargo, más allá de algunas particularidades en las grillas o los conceptos de algunos encuentros -los de cantautores independientes que se realizan en localidades cordobesas o el Fifba platense, orientado a las músicas del mundo- la mayoría de los festivales contratan a los artistas nacionales de mayor convocatoria para asegurarse una buena cantidad de público cada noche. Es por esto que hay nombres que se repiten tanto.

En los últimos veinte años hubo una especie de globalización en las grillas artísticas. Incluso esos pocos festivales que mantienen rasgos muy marcados por cuestiones regionales terminan apelando a la convocatoria que generan los artistas exitosos. Evidentemente los festivales masivos siguen siendo espacios que privilegian al público que quiere pasar una noche disfrutando lo conocido más que al que aspira a sorprenderse con algo diferente.