Viviana Vigil y Guillermo Galvé. Los sobrevivientes del tango cantado
De cuando el género no estaba de moda
Si se habla de generaciones, el tango ofrece muchas variantes, desde los veteranos y reverenciados hasta los más jóvenes, pasando por una camada de artistas intermedios que en muchos casos atravesaron la época más difícil del género sin tirar la toalla.
Es decir: aparecieron a mediados de los setenta o en los ochenta, cuando el tango no era masivo ni tenía espacio en la creciente FM; algunos de sus próceres ya no estaban, y no se renovaba el panorama musical con propuestas novedosas. Entre esos artistas se puede encontrar a cantantes como Guillermo Galvé y Viviana Vigil, que durante este mes están ofreciendo una serie de recitales en el Maipo Club y el Café Homero, respectivamente.
Vigil, que desde principios de los ochenta supo alternar el folklore y el tango, presenta "Nuevas ilusiones", todos los martes, a las 21, en la sala de Esmeralda 433. Se trata de un espectáculo donde recorre ese repertorio amplio que siempre le interesó, pero con una puesta en escena que va un poco más allá del mero recital. "Es algo un poco diferente de lo que vengo haciendo hasta ahora. Un mix de canciones folklóricas, que es con lo que empecé, baladas y tango, por supuesto. Para mí es todo un desafío, porque estar con distintas orquestas te va encasillando", dice Viviana Vigil, que durante ocho años participó en la compañía musical de Mariano Mores.
"Lo que estoy haciendo los viernes de septiembre [a las 23.30, en el Café Homero , Cabrera 4946] responde más a un próximo disco", cuenta Galvé, que lleva casi diez años sin grabar. “La idea es ir cada viernes con un músico distinto. El primero fue con el guitarrista Esteban Morgado; el siguiente, con el bandoneonista Horacio Romo, y el próximo va a ser con el trío de Juan Carlos Zunini y una formación particular (teclados, percusión y contrabajo). La propuesta es simple: hay temas que hacía mucho que quería cantar y que hasta ahora no se había dado.”
La historia profesional de Galvé con el tango comenzó en 1977; grabó siete discos, pasó por la mayoría de los locales tangueros, participó en festivales nacionales e internacionales y, en 1999, se sumó al espectáculo “Tango pasión”, con el que recorrió varios países.
Aunque tienen algunos años de diferencia, Galvé y Vigil saben que surgieron cuando el tango estaba muy lejos de ser el mejor negocio y el espectáculo más convocante. “Yo arranqué un poco antes, pero en el 80 nos encontramos haciendo un dúo que inventamos ahí (en el programa “Argentinísima”). Creo que habíamos cantado «Que nadie sepa mi sufrir»”, recuerda Galvé.
Se podría decir que son sobrevivientes de esa época. O, visto de otro modo, cantantes que hicieron que el tango sobreviviera. Desde mediados de los setenta hasta el primer lustro de los noventa se refugiaron en circuitos menos difundidos, integraron compañías de espectáculos tangueros y tuvieron un poco de pantalla en ciclos televisivos como el de Eduardo Bergara Leumann o el conducido por Silvio Soldán (“La botica...” y “Grandes valores...”, respectivamente); “La noche con amigos”, de Lionel Godoy, y “Argentinísima”, de Julio Márbiz.
Con un par de años más o con algunos menos que Galvé, en los setenta también aparecieron otros intérpretes. De la década anterior venían Hugo Marcel y el extravertido Rubén Juárez. En 1975, Hernán Salinas (fallecido en 2003) debutó en “Grandes valores del tango” y cinco años después ingresó como cantante de la recién creada Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires. Por entonces, Guillermo Fernández ya no era Guillermito y Ricardo “Chiqui” Pereyra paseaba sus graves cuerdas vocales por la música del dos por cuatro. A principios de los 80 aparecieron otros intérpretes, como Roxana Fontán, que inició su carrera en ciclos televisivos, integró varios espectáculos de exportación y, este año, lanzó el CD “Se dice de mí”.
Más allá de los gustos y calidades, cada uno hizo una resistencia para mantenerse y mantener al género. “Sin duda vivimos la marea baja del tango –dice Galvé–. Desde los sesenta en adelante la cosa estaba un poco dormida. Yo me enganché nuevamente con el tango gracias a Goyeneche. Además, en esos años tuvimos a un adalid que fue Rubén Juárez. A principios de los setenta se propuso un movimiento de cantores para hacer nuevos tangos: los de Eladia [Blázquez], Cacho Castaña, [Juanca] Tavera, Chico [Novarro]. Fue la punta de lanza para los que después aparecimos.”
“Yo no lo noté tanto porque me dedicaba al folklore y mechaba los tangos. De todos modos creo que los dos hemos hecho una carrera bastante parejita”, acota Vigil.
–¿Una manera de mantenerse fue salir al exterior?
Galvé: –Para mí no fue tan así. Surgió de manera aislada. En 1982 fui a París, pero recién se dio hace seis años cuando [Pepe] Libertella me convocó para acompañar al Sexteto Mayor en el espectáculo “Tango pasión”. Igualmente, sabemos que el tango en el exterior pasa más por el baile y la música que por el canto.
Vigil: –A mí me pasó al revés desde que empecé con Mores, durante ocho años. Después estuve en “Forever Tango” y ahora con “Bocca Tango”. Tuve bastante trabajo en el exterior. Por eso quería hacer este espectáculo ahora, para volver a asentarme en Buenos Aires.
–Siendo de una generación intermedia, ¿qué lugar ocupan actualmente dentro del tango?
Galvé: –Creo que está bien pensar en ser sobrevivientes o resistentes. Nunca fue muy explosivo lo nuestro pero siempre nos mantuvimos haciendo las cosas de a poco, tranquilos.
Vigil: –Creo que nuestra carrera estuvo bastante cuidada y estar en esa generación intermedia es bueno. Los más nuevos también van a aprender algo de nosotros.
Galvé: –Yo aprendí de la generación que vino entre el 55 y el 70. A nosotros nos tocó una época donde había que arrancar desde cero en cuanto a difusión y popularidad. Había que construir una generación nueva. No digo que la hayamos creado, pero fuimos parte y no nos dimos cuenta de eso.
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