Mañana, concierto con obras de Varèse y de Paz
Juan Carlos Paz y Edgard Varèse, he aquí una buena idea de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la UCA, en el sentido de reunirlos en un mismo concierto y poner de manifiesto las afinidades electivas que acercaron al compositor argentino con el franco-norteamericano.
El propósito de los organizadores es mostrar la profunda gravitación de Varèse, verdadero inspirador de los cambios producidos en Paz en su último período creativo, desde 1960 hasta 1964. Para el desarrollo de esta conferencia-concierto se ha recurrido a la autoridad de Francisco Kršpfl, que fue discípulo de Paz, y a Pablo Cetta, profesor de música electroacústica y técnicas contemporáneas de dicha facultad. Al elegir para su ejecución la obra "Concreción" (1964), de Paz, y "Octandre" (1924), de Varèse, ambos participantes, que se referirán a las obras y sus autores, entienden poder mostrar las características que aproximaron a ambos compositores.
Y es natural esa ascendencia, porque si hay algo que nunca existió es la relación natural de Paz con sus predecesores y contemporáneos argentinos. El mismo se preocupó por poner de manifiesto el divorcio entre sus requerimientos estéticos y el medio local, lo cual, naturalmente, no es ni un defecto ni una virtud. Es una realidad que lo aguijoneó para modificar un ámbito, el de nuestra cultura, que a su juicio permanecía indiferente, en terreno musical, a sugerencias y estímulos .
El haber llevado su cruzada con convicción, sensibilidad e inteligencia, a lo que debe añadirse una personalidad carismática, hizo que la vida musical, gracias a su acción, ingresara en un haz de luz cuyos reflejos llegan hasta nuestra contemporaneidad.
Decir que Juan Carlos Paz fue un desarraigado significa reflejar sus propias convicciones. En un reportaje de edición póstuma aparecido a una semana de su fallecimiento, en 1972, Paz habló de sus padres, de su abuelo y de su bisabuelo por vía paterna, para arribar al problema de su desarraigo. Desarraigo como herencia, según lo sugirió él mismo. El bisabuelo había abandonado España, su país de nacimiento, para instalarse hasta su muerte en el Norte de Africa. Su abuelo también dejó España para siempre, prefiriendo vivir en Francia e Inglaterra. Por último, el padre del compositor, totalmente decepcionado, abandonó Europa para establecerse en la Argentina. En dicho reportaje Paz confesaba que siempre se había sentido muy feliz en París, en Estados Unidos, quizá también en España, pero no precisamente en la Argentina. Aquí le faltaba el aire: "Soy también, a mi manera, un desarraigado", concluyó.
De todas modos, su aprendizaje musical y su trayectoria estaban ligados a éste, su país de nacimiento. Estudió composición con Constantino Gaito y Eduardo Fornarini, el maestro de tantos músicos de su generación. En 1920 inició sus estudios de órgano y después de 1930 ya figuraba su nombre en tres festivales internacionales europeos, en Amsterdam, Praga y París.
Paz reconoció que en su formación tuvo un papel fundamental la presencia en Buenos Aires del director de orquesta suizo Ernest Ansermet. Este músico había empezado a ofrecer sus conciertos sinfónicos en nuestro país, en 1924, al frente de la Orquesta de la Asociación del Profesorado Orquestal, y en su repertorio estaban incluidos los grandes músicos del siglo XX. Tal circunstancia lo llevó a aproximarse cada vez más al estilo de Debussy y enseguida a la experiencia neoclásica. Pero esto lo cansó pronto y pudo hallar su camino a partir del momento en que cayeron en sus manos algunas obras y escritos teóricos de Arnold Schšnberg relacionados con la dodecafonía, los cuales le permitieron entrever un camino firme y seguro
En 1934 Paz se introdujo en el terreno de la técnica serial y en 1937 envió su "Passacaglia" para orquesta al Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, que se realizaba en París. Luego siguió por esta línea, hasta que en 1950 abandonó el dodecafonismo, cuando sintió que ese camino estaba colmado no sólo para él, sino para todos los que lo transitaban. Ocurrió entonces lo que él mismo calificó como "una vuelta a la intuición, sin nada preconcebido". Luego se vería qué es lo que resultaba de ello. Así surgen "Dedalus", una de las obras que más apreciaba el autor; "Transformaciones canónicas", "Continuidad 1960", "Música para piano y orquesta", "Concreción 1964", "Galaxia 64" y "Núcleos", con algunas de las cuales se aproxima más a la estética de Varèse, en quien encontraría un puerto más seguro.
Juan Carlos Paz poseyó amplia cultura y una inquietud irrefrenable por conocer lo más nuevo, dentro de cualquier terreno del arte. Le apasionaba el cine, el teatro, la pintura, la literatura. Poseía una sensibilidad superlativa, no sólo para las cosas del arte sino de la vida, y llegaba a indignarse ante las injusticias y las iniquidades de nuestra civilización. Es la razón por la cual, tras la Segunda Guerra Mundial, no aceptó pisar suelo alemán. Para sus alumnos y amigos Paz fue un maestro, un amigo, pero sobre todo un ejemplo viviente de artista comprometido con su arte y con su época. El de Juan Carlos Paz, que vivió entre 1897 y 1972, fue un caso aparte. Como él quiso que fuera. Seguramente en 2002, cuando se cumplan treinta años de su muerte, todavía será difícil hablar de él con imparcialidad, porque su espíritu desprejuiciado y corrosivo, desconcertante también, sigue encendiendo el fuego de la polémica.
Un espíritu original
¿Y qué decir de Edgar Varèse, uno de los espíritus auténticamente originales de la música de su siglo, quien declaró en forma terminante: "Me niego a someterme únicamente a sonidos ya escuchados"? Nacido en París, de ascendencia ítalo-francesa, estudió matemática y ciencias, ya que su padre quería que fuera ingeniero. Pero a los dieciocho años resolvió que también sería músico, para lo que ingresó en la Schola Cantorum, donde estudió con Vincent d´Indy y Albert Roussel. Tras ser dado de baja en el ejército, durante la guerra, por una grave enfermedad, llegó en diciembre de 1915 a los Estados Unidos.
Dado el prestigio de ese país por sus desarrollos tecnológicos y científicos, le pareció el lugar ideal para alcanzar aquello que necesitaba como creador: simplemente, un camino nuevo. "Nuestro alfabeto musical debe enriquecerse -decía-. La velocidad y la síntesis son características de nuestra época. Necesitamos instrumentos del siglo XX para ayudarnos a concretarlas en la música."
No todas fueron rosas para Varèse, ya que la incomprensión del público norteamericano hacia sus obras escritas en las décadas del 20 y 30 lo llevó a caer en un duro silencio, que sería, afortunadamente, transitorio. Durante veinte años siguió con pasión los nuevos desarrollos en el campo de los instrumentos electrónicos, hasta que, siguiendo ese camino, retomó la composición, en 1952, cuando comenzó a trabajar en "Deserts". Por entonces, el escenario norteamericano había cambiado: se había creado a nivel institucional, pero también de público, un ambiente receptivo para la música experimental. De manera que cuando una emprendedora compañía fonográfica puso en circulación cuatro de sus obras, Varèse pudo llegar a un público que nunca había oído su música. Juan Carlos Paz en la Argentina, y toda una joven generación en Europa, a partir de sus cursos magistrales de composición en Darmstadt, Alemania, lo descubrió como un maestro cuya obra había profetizado la de ellos. Su estética podía resumirse en estos puntos: la exigencia de erradicar del arte los sentimientos privados y lograr un estilo completamente objetivo; el deseo de reflejar el espíritu urbano y la tentativa de despertar la imaginería de una civilización maquinista; rechazo de la armonía tonal; apasionado interés por el primitivismo y revitalización del ritmo con ayuda de los instrumentos de percusión, a los que manejó con inagotable inventiva. La obra cumbre en este terreno es "Ionisation" (1931), que no es otra cosa que una osada exploración de los sonidos de percusión, liberados de su tradicional sometimiento a la melodía y a la armonía. Recuperar a Paz y a Varèse es una asignatura que vale la pena intentar en estos comienzos de siglo.
Con entrada gratuita
- La cita es para mañana, a las 20, en el Auditorio Santa Cecilia de la Universidad Católica Argentina, Av. Alicia Moreau de Justo 1500, donde Francisco Kröpfl y Pablo Cetta desarrollarán el tema “Juan Carlos Paz y Edgar Varèse: contactos e influencias”. El Ensamble UCA de música contemporánea, dirigido por Eduardo Moguillansky, hará escuchar “Concreción 1964”, de Paz, y “Octandre”, de Varèse. La entrada es libre y gratuita.
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