Música clásica. Mozart y nosotros (segunda nota)
Es claro, debió mediar un lapso bastante pronunciado para que nosotros -es decir, la humanidad de los dos últimos siglos- pudiéramos llegar hasta esa cumbre del Himalaya que supone la existencia y la obra de Mozart. Y en ese esfuerzo se concentran las energías de familiares y amigos del genio, editores, musicólogos e intérpretes, que con el tiempo pudieron acceder al nuevo mundo de las grabaciones. Es natural que semejante fervor se haya visto reflejado en el terreno editorial, en el que asombra el número de reediciones de partituras y de libros, preferentemente de aquellos que han pasado a constituir parte fundamental de la bibliografía del autor. A ellos se suman nuevos trabajos críticos y musicológicos, llamados a señalar de qué manera su personalidad escurridiza y su obra inconmensurable representan un emblema en el que se cruzan y fertilizan las corrientes culturales europeas del setecientos.
La bibliografía mozartiana comienza virtualmente al día siguiente de la muerte del compositor. En la "Necrología del año 1791", editada en la ciudad de Gotha por Perthes, aparece un artículo bastante objetivo de la vida de Wolfgang, escrito por Friedrich von Schlichtegroll. Se trata de una breve biografía sobre la base de datos aportados por Nannerl, nombre familiar de la hermana de Mozart. Esto significa que la reseña abarca particularmente los años de la infancia y la adolescencia, aquellos en los que se gesta la leyenda del niño elegido de los dioses, cuando este Teophilus Gottlieb-Amadeus vivía con sus padres y única hermana.
Nuevos trabajos biográficos asoman en el fin de siglo. Uno aparece en 1798 y es obra de Niemetschek, musicógrafo bohemio que había sido ferviente admirador y amigo íntimo de Wolfgang. El otro (1797) pertenece a Johann Friedrich Rochlitz, crítico y editor musical germano, quien realizó asimismo las traducciones al alemán de los textos de "La clemenza di Tito" y de "Don Giovanni", ampliamente usados por los teatros germanos. Para entonces, ya era sumamente importante la cantidad de partituras editadas por prestigiosas firmas de ciudades alemanas, así como de París, Londres, Praga, Amsterdam, Copenhague y Milán.
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En 1814, la naciente bibliografía en torno de nuestro genio se vivifica con el soplo romántico de Stendahl. El autor de "Le rouge et le noir" pretende, con su reconocido instinto psicológico, penetrar en las profundidades mozartianas. Estaba lejos de sospechar que casi dos siglos después la intimidad de Wolfgang, su auténtica personalidad, habría de seguir siendo un enigma. A su vez en 1828 surge un trabajo que podría haber sido fundamental, de no haber actuado circunstancias explicablemente negativas. Es ése el año en que Constanza Weber, la viuda del compositor, publica la obra de recopilación de su segundo marido, el consejero de Estado danés Georg Nikolaus Nissen, quien había fallecido antes de terminar el trabajo. Nissen fue un muy devoto admirador de Wolfgang y su biografía, que surge de la compilación de materiales de primerísima mano, habría resultado de incalculable valor si no fuera porque ocultó o deformó información por consideración a su esposa. Por fin, una biografía del diplomático ruso Alexander von Ulibischeff, aparecida en 1843, de gran difusión en su momento, cierra este primer capítulo de la bibliografía mozartiana, la cual se limita por entonces a una descripción anecdótica de la vida, sin intentar aún un estudio de la obra.
Esta última tarea se inicia a partir de la segunda mitad del siglo XIX y es natural consecuencia del despertar de la Musikwissenschaft (la ciencia de la música, la Musicología) en Alemania. Con ella estaremos el próximo jueves.
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