Noche de rock, pop, electrónica y telefonía
Buena convocatoria del festival Voxpop
LA PEDRERA.- "Te puedo pedir un favor? No le hagas buena fama a La Pedrera, sino en dos años tenemos acá un Punta del Este", rogó un montevideano, cerveza en mano, sonrisa fresca, look informal. El festival de música Voxpop acababa de comenzar en un campo de pastos desparejos, a metros de la rotonda de acceso a aquel pintoresco pueblo del partido de Rocha, a unos cien kilómetros de la península fashion. Con 8500 entradas vendidas y una proyección total de público de diez mil personas, la segunda edición de este encuentro oceánico de pop, rock y electrónica superó las marcas de 2005, cuando debutó frente a siete mil personas.
A las 23, el sonido de los diferentes espacios artísticos montados en el predio ya se confundía y, para cuando Adrián Dárgelos pedía una explicación en el estribillo de "Así se habla" (primer track del reciente "Anoche" y, también, el primero de este show de poco más de una hora), el escenario principal concentraba a la mayoría del público, repartido entre turistas argentinos y uruguayos, que desde el interior se acercaron al polo playero. De "Anoche" (también con los coreados "Capricho" y "Carismático"), a "Infame" ("Saturno", "Sin mi diablo") y "Jessico" ("Pendejo", "Los calientes"), Babasónicos dio un paseo por los últimos trabajos de su discografía, hilvanando un concierto que sonó a grandes éxitos. Con menos glamour que de costumbre (apenas una remera de algodón celeste con pantalón de lino de colores al tono vistieron al cantante de los brillos y las plumas) y una puesta en escena austera y de bajos decibeles, el acto central de la programación artística llegó vencida la medianoche del viernes, todavía con las boleterías del festival en actividad.
Planteado en tres sectores, Voxpop tuvo también su sector alternativo donde, entre otros, hizo su aparición Dani Umpi, y una carpa electrónica que presentó a los componentes uruguayos de Bajo Fondo Tango Club, Luciano Supervielle y Juan Campodónico, en formato DJ set (una sesión que, por cierto, tuvo más que ver con el hip-hop en castellano que con el arrabal-beat que los hizo conocidos).
En su mayoría, jóvenes de veintipocos y algunas familias con niños de ojos gigantes se sumaron al deambular que proponen los festivales en grandes predios, durante la noche más cálida de lo que va de enero en la costa uruguaya. Entre escenarios, sí, pero también de puestos gastronómicos a sectores de recreación, se surcaron las rutas del peregrino. El montaje de una suerte de "plaza de las comunicaciones" que realizó la empresa de telefonía celular Ancel detuvo a cuanto curioso pasaba cerca y se animaba a probar de qué se trataba ese embrollo de mangueras plásticas. "Es como un fonochat artesanal", arriesgó Juliana, de 25 años, mientras con la boca pegada al extremo de uno de esos tubos celestes preguntaba si alguien la estaba escuchando del otro lado.
Como un imán, a las tres de la mañana del sábado, las primeras palabras de Fernando Ruiz Díaz dispararon corridas por la barranca de césped. La gente volvió al escenario principal para probar el plato más rockero del menú: Catupecu Machu, en el cierre de una jornada refrescada por las contadas gotas de una llovizna que no pasó a mayores.
Si con el amanecer la mayoría regresó a pie al centro de La Pedrera, todavía bailando, por la ruta 9, algunos dedos imploraban a los autos el regreso a la Punta: la vuelta al almidonado glamour del Este, tan cercano y tan distante de la fresca generación Voxpop.