Notable ensamble musical
"Trilogía de Carnaval". Marcelo Bratke y Marcela Roggeri, piano; "Projeto Charanga", percusión. Obras de Darius Milhaud, Heitor Villa-Lobos y Ernesto Nazareth. Dirección artística: Marcelo Bratke. Concierto organizado por Petrobras. Teatro ND Ateneo.
Nuestra opinión: excelente
Desde Waldo de los Ríos, entremezclando a Mozart con lo más banal de la rítmica y la tímbrica del pop, hasta Pavarotti y sus alianzas circunstanciales, por nombrar sólo a dos, se han desarrollado innumerables experimentos para hacer confluir a la música popular y a la música académica, generalmente, con alguna motivación económica de por medio. Los productos finales de esas alianzas eventuales no dejan de ser una especie de híbridos oportunistas y, por consiguiente, sospechosos, los cuales, además, nunca terminan de satisfacer completamente a los amantes de una u otra música. "Trilogía de Carnaval" se aleja de cualquiera de aquellos proyectos espurios, esencialmente, porque se trata de una auténtica y valiosa creación artística.
La propuesta de "Trilogía..." es, básicamente, la convivencia y la sumatoria de expresiones de la música académica que incluyen elementos palmarios de la música popular brasileña con los aportes que, desde este campo cultural, plantea un ensamble de percusión.
En la primera parte del concierto, sobre el centro de un escenario oscuro y negrísimo, se encontraban sentados los cinco percusionistas, por supuesto, con vestimentas sombrías, pero con unos sombreros de paja que adquirían un relumbre destellante. Por delante y a sus pies, una inmensa batería de instrumentos con bombos, tambores, redoblantes, panderetas, güiros, palos, toc-tocs, sonajas y una cuica a la cual Mauricio Alves, el director del conjunto, le sacó increíbles sonidos temperados. A ambos costados, los dos pianos, con sus respectivas colas apenas inclinadas hacia el centro apuntando hacia el fondo, y, por lo tanto, con sus dos ejecutantes casi de espaldas al público.
El programa arrancó con las doce danzas de "Saudades do Brasil", de Milhaud, interpretadas alternativamente por Bratke y por Roggeri en seis ciclos de dos piezas cada uno, separados por brevísimos intermedios de percusión. La continuidad musical y escénica fue impecable, con las luces que iban sucesivamente de uno a otro piano y, faltando pocos segundos para el final de la danza de Roggeri, con el ascenso de los sombreros, más los músicos que debajo de ellos estaban, para aproximarse a sus instrumentos.
La secuencia musical no fue interrumpida por aplausos, lo que posibilitó percibir la fantástica contigüidad entre los elementos afrobrasileños incorporados por Milhaud en esta suite y las diferentes composiciones para percusión de Alves.
La inspiración brasileña
Tal vez habría que observar que Marcela Roggeri, ocasionalmente, se aproximó a esta obra con alguna interpretación de colores románticos, absolutamente ajenos a Milhaud. Cabe recordar que "Saudades..." fue escrita por Milhaud luego de su regreso a Francia, tras una estancia de dos años en Brasil, en los tiempos de la Primera Guerra Mundial, y que, muy influido por los postulados estéticos de Cocteau, antirrománticos y antiimpresionistas, acudió a aquellas melodías y a aquellos ritmos aprendidos en Río de Janeiro para elaborar un discurso politonal, novedoso y, claramente, de una emocionalidad ni impresionista ni romántica.
En el final de la primera parte los pianistas se retiraron del escenario y los percusionistas avanzaron, cada uno con su pandereta, hasta el proscenio para ofrecer "Samba de Roda", una composición del mismo Alves a través de la cual lograron fascinar y admirar al público con destrezas técnicas, toques inauditos, una precisión milimétrica y una capacidad musical infinita. Mientras el benjamín del grupo, un preadolescente de un sentido rítmico fantástico, comenzó a hacer girar su pandereta sobre un dedo a lo largo de unos cuantos minutos, los otros cuatro volvieron a los tambores y armaron una poderosa scola do samba.
En la segunda parte, la propuesta no fue la de la sucesión sino la de la adición. Sobre "Folia de um bloco infantil", de Villa-Lobos, para dos pianos, y una serie de seis "tangos brasileiros", de Nazareth, los tres primeros por Bratke, los últimos, a cargo de Roggeri, se sumaron como elementos decorativos y muy bien incluidos diferentes tipos de toques percusivos. Por nombrar sólo uno de esos momentos, habría que recordar la perfecta integración entre Bratke, tocando de maravillas la partitura original de "Tenebroso", y Alves con una pandereta a la cual le extrajo los sonidos más sutiles y con la que produjo los colores y los ritmos más aéreos y volátiles.
Sobre el final, para cerrar una noche de muchas magias, primero en soledad de dos pianos y luego con la percusión agregada, los músicos hicieron "Scaramouche", de Milhaud.
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