Pablo Lescano: viaje al interior de Damas Gratis
Ocho shows en seis horas, entre Pompeya, La Plata y La Matanza, algo habitual para Lescano; LA NACION estuvo allí con los ojos bien abiertos para contarlo
"No sabés el asado que preparé. Cuatro kilos de carne para cuatro personas. Con achuras y todo, ¿eh?" En la 4x4 negra que conduce su chofer, Julio, Pablo recuerda el sabroso asado que estaba comiendo con su familia dos horas antes. Luego llamaría su manager, el "Chino", para recordarle que a la 0.45 debía estar en Kori Disco, un boliche de Pompeya. Para él, éste es un sábado como cualquier otro: ocho bailes –tal como él los llama– en menos de siete horas, uniendo Pompeya con La Plata, Quilmes, Llavallol, Temperley, Banfield e Isidro Casanova. Para nosotros es la oportunidad de estar en su mundo, de acompañarlo en el raid y de ver a Damas Gratis por dentro.
Se ríe Lescano. Es que en el universo tropical las cosas no son como en el rock. "Acá no tocamos una vez por mes, sino viernes, sábado y domingo y ocho shows por noche." No hay camarines, no hay catering y el reloj apremia. Cada presentación dura 20 minutos y si la banda está atrasada tratará de tocar un poco menos para llegar a horario a su próxima parada, o la 4 x 4 deberá volar por el asfalto. El prefiere enterarse sobre la marcha del destino. "¿Ahora adónde vamos, Chino?", pregunta Lescano y cuando el manager responde "a La Plata", él se tomará la cabeza. "¡Pero no vamos a hacer más de cinco shows!" Al final de la noche sabremos que la razón la tenía el manager. La banda cumple y Julio y su 4 x 4 resultan vitales para llegar a horario a cada lugar.
En Pompeya, Hernán Caire presenta a Lescano como el príncipe de la cumbia, parafraseando a Vicentico. Todo transcurre vertiginosamente; al rato huimos y vemos por primera vez una imagen que se repetirá toda la noche, tanto a la entrada como a la salida de los boliches: decenas de manos, caras y palabras salen al cruce de Lescano. Alguien le alcanza un CD con intención de que quiera producir al grupo. Al llegar a la camioneta él lo primero que hace es ponerlo a todo volumen, "para ver si tiene graves", nos dirá. Es Los Mirlos, el clásico grupo peruano que cantaba "...pídeme una luna y te la bajaré".
Primero como tecladista de Amar Azul, luego como creador y compositor de Flor de Piedra y finalmente como cerebro de Damas Gratis, el músico abrió una nueva ventana para la música tropical argentina: la cumbia villera. Si bien el término no le gusta ("lo inventó un productor") sirve para definir su lírica, más cercana al denominado rock barrial que a la cumbia de los 90. En sus letras habla de la vida en los barrios pobres, de la marginalidad y la marginación, de los que están en la vereda de enfrente, de las mujeres y de los excesos. Y mientras se puso a escribir pagó con su propio cuerpo. "Cuando se separaron mi mamá y mi papá me fui a vivir solo –nos contará– y todo lo contenido que estaba por mi familia ... Me empecé a drogar. Al principio me gustaba y no podía parar, pasaba varios días sin dormir. Ahora estoy bien, hice un tratamiento y la piloteo. Estoy rescatado, pero casi me muero, pasé por un psiquiátrico y estuve tres días atado a una cama. La droga es cárcel, hospital y muerte."
"Este parece un micro escolar", bromea Julio entre Quilmes y el cruce de Llavallol, luego de renovar el mate. Mientras charlamos con Lescano, nosotros tratamos de retener algunas postales de la noche. Un ciego en La Plata que baila al ritmo de la banda al costado del escenario, fanáticos que tratan de esquivar la seguridad para acercarse a Lescano y un percance en Quilmes. Llegamos a Rimbo Bailable y en la puerta trasera descansa la combi de otra banda. Pero primero toca Damas Gratis. "Cuando estás en un buen momento te respetan el horario –cuenta Lescano–, si te ganan de mano, tenés que esperar 30 minutos y te perdés el baile siguiente."
Desde que lo convocaron los Fabulosos Cadillacs para la nueva versión de "Padre nuestro" y para la gira del retorno, Lescano empezó a ser observado por el rock con otros ojos. "Hice el crossover", asegura él. Anteriormente había grabado con Fidel Nadal y en la actualidad canta con Zambayonny y produce a las Kumbia Queers (clásicos del rock en clave tropical). En la camioneta lleva varias cajas de A Geder, un nuevo grupo de cumbia que acaba de producir. El se encarga de difundirlos. "DJ, te mando unos discos", dirá sobre el escenario en cada uno de los ocho boliches. ¿Cuál es su secreto? El canta primero las canciones de la banda que produjo para que el público las conozca y luego compre el CD. "Acá no es como en el rock. Si sacás un disco malo la gente te deja de escuchar."
Ingenuo, este cronista pregunta si después de los shows la banda y los asistentes se juntan. "¡No! A las 7, 8 de la mañana sólo queremos ir a dormir."
Minuto a minuto
- 0.40. Llega Pablo Lescano al club de Pompeya y sube rápidamente a escena.
- 1.10 El cantante corre a su camioneta para seguir con el plan. Una vez en ella pregunta: "¿Ahora adónde vamos?"
- 2. Ya estamos en Millenium Disco, en La Plata. Lescano se preocupa por la hora. "Creo que hoy no vamos a hacer más de cinco bailes."
- 2.40. Buena parte del tiempo transcurre sobre ruedas. El cantante toma mate, pone el CD del grupo de cumbia peruano Los Mirlos que le dieron a la salida del primer boliche y entrega frases al paso. "Me gustaría hacer algo con Pity y con Andrés Calamaro", dirá.
- 4.15. "¿De qué cuadro son acá?" En Rimbo de Quilmes y en todos los boliches soltará la frase como muletilla.
- 7.15. Julio y Lescano nos dejan en Beiró y General Paz. La noche con Damas Gratis terminó, ahora empieza la leyenda.
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