Peter Gabriel paseó su talento por Liniers
Peter Gabriel , en el estadio Vélez Sarsfield, anteanoche, en el marco de su gira Small Place. Músicos: Richard Evans en guitarra, Melanie Gabriel en coros, Anthony Levin en bajo, David Lynch en batería, Angela Pollock en teclados y David Rhodes, en guitarra. Grupo invitado: The Swan Black Effect.
Nuestra opinión: muy bueno
Grandes canciones; renovados arreglos para todas ellas; músicos virtuosos concentrados en acompañar y aportar a un artista que los guía -a veces, susurrando; otras, imponiendo la voz con su registro más reconocible-; una puesta lumínica a la medida del espectáculo; un sonido impecable y un hombre con el carisma que lo hizo popular intacto. ¿Quién dijo que el arte no tiene sus secretos?
Peter Gabriel se presentó por tercera vez en la Argentina con un show que no se topó con ningún tipo de resquebrajadura y que, en las poco más de dos horas de duración, paseó plácidamente apoyado en la palabra -introdujo la historia de cada uno de los temas en español y siempre que se dirigió al público evitó el inglés- y en un puñado de temas convertidos, en su época, en hits instantáneos.
Peter Gabriel no necesita un disco nuevo para armar un espectáculo nuevo y los 35.000 espectadores que anteanoche se acercaron al estadio de Vélez Sarsfield pudieron dar crédito de ello. Sin la parafernalia futurista con la que suele aderezar sus conciertos desde los años 80, la nueva gira latinoamericana de esta rara avis del rock mundial está inmersa en el juego de redescubrir en buena parte de las canciones más populares de su repertorio un sonido, un ritmo o un sentir distinto, diferente, con la firme intención de provocar, conmover, acariciar o sacudir al espectador.
"On The Air", "Steam", "Blood of Eden", "Games without Frontiers", "Big Time", "Solsbury Hill", "Sledgehammer", "In Your Eyes", "Red Rain", "Biko". Una tras otra pasaron por el escenario de fondo multicolor, en versiones remozadas, con una buena dosis de oscuridad sonora, para el placer tanto de los músicos como de la audiencia.
Gabriel inició el concierto recitando, casi contando el cuento de "Zaar", incluido en la banda de sonido de La última tentación de Cristo , de Martin Scorsese. De allí en más, este señorito inglés apasionado por la ciencia, la tecnología y el arte se movió con gracia y ligereza entre ese sonido que él mismo inventó en los años 80 -y que replicó en cientos de mutantes por aquel entonces-, una aspereza que en la seguidilla "Mother of Violence"/ "Darkness"/ "The Tower That Ate People" logró contactos con el rock industrial- y las melodías pop que se confunden fácilmente con el funk, con los beats repetitivos de última generación o con el tinte folklórico (eso que alguna vez se denominó world music ) de canciones como "San Jacinto" o la mismísima "Biko", con la que cerró el concierto en plan comprometido y espiritual.
El público, una mezcla de dos generaciones que apostaron a ciegas por Gabriel (hacía un tiempo que no ofrecía una gran gira), en tiempos en los que el calendario rockero del país se abulta día tras día con visitas internacionales de renombre (esta noche actuarán Kraftwerk y Radiohead y en menos de dos meses llegarán Kiss, Iron Maiden, Oasis y seguirán las firmas). Y habrá que decirlo: pasada la medianoche del domingo, los 35 mil espectadores habían cobrado sus boletos a ganador, agradecidos por un espectáculo que ofreció más música que impacto visual y un artista que se mantiene a la altura de su leyenda.
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