Rada, un rey con corona
Presentación del "Candombejazz Tour" , con Rubén Rada en voz y congas, Andrés Arnicho en teclados, Nicolás Ibarburu y Federico Navarro en guitarras, Federico Righi en bajo, Nelson Cedrez en batería, el Lobo Núñez Foqué Gómez y Noé Núñez en tambores, Sarah Sabah en flauta y coros, y Lea Bensasson y Horacio Di Yorio en teclados. Grupo invitado: La Otra, cuarteto vocal; con Ana Prado, Beatriz Fernández, Sara Sabah y Lea Bensasson. En el teatro ND Ateneo.
Sin duda, el candombe es una de las expresiones afroamericanas más cálidas, mucho más en ciertas voces, como la de Rubén Rada que se presentó el último fin de semana en Buenos Aires con el "Candombejazz Tour", una buena razón para que este gran músico convocase a un repaso de sus mejores épocas.
Un puñado de temas elegidos con maestría reflejaron el espíritu del candombe con un tratamiento moderno en donde el énfasis estuvo puesto en la construcción de incandescentes atmósferas que desarrollaron Rada con su voz y la banda con sus grooves.
La fuerza que expuso la cuerda de tambores, dirigida desde el tambor piano por Lobo, pareció llevar de la mano a esta remozada agrupación reforzada por la presencia de Nicolás Ibarburu que, además de aportar calidad, puso corazón en sus intervenciones.
El grupo se ordena naturalmente sobre el ritmo que edifica Rada sobre sus congas claras. En toda la música de este artista hay más de sugerido que de tocado, como si utilizase los silencios para desarrollar esa relajación rítmica que a estas alturas es su sello.
El grupo demostró que le gusta jugar con el contraste. Sobre el proscenio se generó una especie de choque entre los arcos de relajación que hilvana Rada con su canto suavemente off beat con los de tensión que la banda consolida compás tras compás.
Pega primero, pega dos veces. Rada arrancó con "Ayer te vi" y el Ateneo le entregó su corazón. El grupo es de combustión inmediata y suena denso, ágil y con un matiz rítmico de incomparable cadencia.
Luego siguió con "Adiós a la rama" y "Loco de amor", dos composiciones en las que Rada avanza con una mirada casi psicoanalítica sobre las relaciones afectivas y en las que el candombe ofrece un contexto rítmicamente reflexivo que le queda como anillo al dedo.
En otra, "Ni un día más", expresa el fin de la autoconmiseración. "Ni un día más/voy a llorar por mí", dice Rada dentro de un poderoso contexto rítmico atravesado por la guitarra acústica de Ibarburu, que matiza con lenguaje rioplatense, en el que el tango está muy presente y que toma un aire de milongón, pero con una articulación flamenca que le da a la frase un mayor dramatismo. La cuerda de candombe suena a cuero y madera, le da un tono africanista agridulce, quizá como la vida misma.
El concierto vira decididamente hacia el Uruguay con "Candombe para Gardel", seguido de un solo de tambores y el "Que no le compro yo", en el que aparece en toda su plenitud el costumbrismo montevideano.
Predicador de su arte
La labor de Rada no tiene altibajos, su canto, su toque, permanentemente detrás del beat, son certeros. Con su carisma, desde el escenario conduce el concierto acertadamente, ya que integra al público a su mundo y hace, al mismo tiempo, que su banda suene para la gente. Hay una comunión entre el auditorio y el grupo armada por este sumo sacerdote del candombe. Rada es un predicador creíble de su arte.
Y la historia se va acercando al final con otra andanada de un candombe que sabe a murga. "Cha cha cha" hace del teatro un salón de baile. La música parece volver a su función primaria, el baile, con este gran músico que sacudió el Ateneo con su sencillez artística y su inspirada visión.
Un párrafo aparte merece el grupo La Otra que tomando un material clásico puso en sintonía al auditorio con temas como "Tambor-tambora", "Pipo" y una versión cuidadísima de "Amándote", en la que brilló la cantante de Paysandú, Ana Prado.
La música con corazón uruguayo se sintió a sus anchas en su hermana Buenos Aires.