Sensaciones de una noche de estreno
La bohème abrió la temporada lírica del Teatro Colón
La bohème . De: Puccini. Régie: Hugo de Ana. Director musical: Stefano Ranzani. Con: Virginia Tola (Mimí), Marius Manea (Rodolfo), Marcos Caria (Marcello), Nicole Cabell (Musetta) y otros. Orquesta y Coro Estable del Colón; dir. del coro: Antonio Domenighini. Coro de Niños; dir.: Valdo Sciammarella. Teatro Colón. Próxima función: pasado mañana, a las 17.
Nuestra opinión: bueno
A pocas horas de la brillante reapertura del Teatro Colón, acontecimiento que ha de quedar como un hito histórico de la cultura nacional, se llevó a cabo la primera función de la temporada lírica con lo cual, la especialidad básica para la cual fue concebida la institución, probó la sonoridad del escenario, del foso orquestal y de la imponente sala. Por fortuna, desde nuestra ubicación, la audición fue límpida y equilibrada y, en contados instantes, el canto, la música y la ternura trágica de la obra de Puccini, fueron protagonistas.
Sin embargo fue de lamentar que la versión no alcanzara el nivel artístico esperado, no solamente por la mirada interpretativa del director Stefano Ranzani, quien desarrolló un discurso sin emotividad expresiva, sino porque también careció de sutilezas. A ello se sumó una discreta intervención de la orquesta en la especialidad de secundar y respirar con el canto, detalle que seguramente proviene de una renovación tajante de un gran número de sus integrantes. Pero en cambio, el Coro Estable, preparado por Antonio Domenighini, y el Coro de Niños de la mano de Valdo Sciammarella cumplieron con eficacia su cometido.
El cuadro de cantantes presentaba el atractivo de un reencuentro con la soprano nacional Virginia Tola, pero Mimí no resultó un personaje que le permitiera lucir sus reconocidas virtudes, en razón de que su actuación no tuvo el relieve esperado, sumando una voz emitida con cierta dificultad y denotando un uso de su capacidad de aire con alguna limitación como para redondear un fraseo bien ligado y matizado. De todos modos dejó en claro que se trata de una cantante experimentada en la cumbre de su arte.
Por su parte en el barítono Marco Caria como Marcello se apreció segura musicalidad, buena voz, desenvoltura y naturalidad, con lo cual se trasformó en el mejor integrante del elenco. Tanto fue así que un hecho significativo aconteció en el emotivo concertante que cierra la escena en el Café Momus con toda la alegría de la Nochebuena; sólo la voz del barítono se escuchó en un primer plano aún por sobre la masa coral. Es que, indudablemente, fue el cantante mejor dotado desde el punto de vista vocal, al que suma una muy buena escuela y méritos reconocidos al ganar varios concursos internacionales de canto.
La soprano Nicole Cabell como Musetta fue desenvuelta en la faz visual y lució una voz de relativa calidad sonora, en tanto que el tenor Marius Manea como Rodolfo concretó un canto errático en la afinación y algo elemental en la aplicación de una técnica de emisión, con lo cual, toda buena intención de su parte resultó algo estéril. Pero esto ha de ser justificado por el impacto que para un artista joven significa cantar en una sala de tanta historia y en una circunstancia como la que le tocó vivir.
Correctos Omar Carrión como Schaunard, Denis Sedov en el personaje de Colline, y Fernando Grassi con un muy acertado Benoit.
La puesta escénica de Hugo de Ana, tuvo aspectos acertados en el boceto, el vestuario y la iluminación, con una grandilocuencia acaso algo forzada, con la suma de un escenario totalmente abierto en los laterales y el fondo. Pero por otra parte, sumó el artista una marcación actoral que facilitó un natural comportamiento teatral a los personajes, pero que a la vez posibilitó una ridícula caracterización de Parpignol. Estas limitaciones quedan empequeñecidas frente al gran esfuerzo que significó lograr la reapertura del teatro con lo cual el aplauso fue generoso, más allá del criterio con que se califique el desempeño de los artistas, un juicio que siempre es merecedor de contrarias visiones.
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