Tres miradas sobre Piazzolla
Con el título "Astor Piazzolla: the tango way, the classic way" acaba de aparecer en el mercado local un disco doble con música de Astor Piazzolla a cargo de diversos intérpretes. La escueta gacetilla que lo acompaña para la prensa aclara que el lanzamiento es "a nivel mundial en las versiones (sic) inglesa, holandesa, francesa, japonesa, alemana y española".
Precisamente en la expresión "The tango way" confluyen dos de sus variados significados en lengua inglesa: camino, derrotero y también estilo, manera. Por un lado está ese sendero de la evolución desde el tango tradicional hacia la vanguardia tanguera, recorrido por Piazzolla; por otro, la plasmación de un estilo inconfundible pergeñado a través del tiempo.
Este es un disco para redescubrir a Piazzolla a través de una parte de sus composiciones y luego en la percepción estilística de otros músicos.
Llegados a este punto conviene aclarar algo que suele pasarse por alto en las discusiones sobre la inventiva y el estilo Piazzolla. Y es que nuestro músico no nació por generación espontánea enrolado en la avant-garde. Su derrotero en el tango le llega ya en su infancia, a través del tanguero de la familia, nada menos que papá Nonino. Y antes que ser el Piazzolla de los octetos, los quintetos, el noneto y el sexteto último, fue un músico que cultivó el tango tradicional, aunque alguien pudo descubrir en aquellas primeras incursiones, en algunas pulsaciones, en el modo de frasear, en el sonido siempre intenso, su predestinación revolucionaria.
Cuando empezamos a repasar los temas de este interesante disco, lo primero que descubrimos es al creador de "Lo que vendrá", en interpretación de Aníbal Troilo y su orquesta. La tristeza, la nostalgia infinita, conviven con el incisivo pulso tanguero. Troilo fue uno de los primeros en disfrutar y en sufrir los desafíos de Piazzolla en los arreglos para su orquesta. Pero no se percibe en esta apertura de una saga de treinta y una versiones -dividida en sendos discos compactos- el anuncio del título. En todo caso, sí el pulso rítmico y el vuelo lírico.
Le siguen la versión muy moderada del hoy clásico "Adiós Nonino" por Carlos García y su orquesta.
Más adelante, y en diverso orden, aparecerá la ejecución, por el propio Piazzolla, de "Villeguita", típico del estilo tradicional, "El desbande" y "Se armó", con su nervio arrasador, en los que todavía no se perfila de veras el estilo inconfundible de Astor.
La impronta de Leopoldo Federico aparece en el empuje creativo y la riqueza musical de un vibrante "Decarísimo", en el sesgo romántico de "Nonino" y en un algo distante del fuego y la pasión en "Libertango".
No obstante a muchos sorprenderá que en esta recopilación aparezca Osvaldo Fresedo y su orquesta traduciendo "Para lucirse"(tango ortodoxo conjugado con la vena romántica), y también el romántico y melancólico "Prepárense". O que aparezca José Baso y su orquesta en "Triunfal", un tangazo rítmico y sentimental.
En cambio, las afinidades y tangencias estilísticas saltan a la vista en la orquesta de Pugliese, quien entrega "Marrón y azul" y "Zum" (que le dedicara Astor) con el aliento rítmico típico de su vena creadora.
Raúl Garello se acerca un poco más al espíritu de Piazzolla en "Verano porteño" (obra emblemática, aquí bastante tranquila) y "Otoño porteño" que rescata la conjunción melódico-rítmica. Pero es sobre todo el Sexteto Mayor el que asume con mayor fervor y empatía el estilo piazzollano a través de vibrantes versiones de "Invierno porteño" y "Adiós Nonino", quizá por la presencia emotiva de bandoneón y violín.
Más recoleto
El segundo disco de "Astor Piazzolla - The tango way" presenta otro cariz: más recoleto, más imaginativo. Empieza con los aerófonos del Octeto Académico de Caracas en la apertura ("El desbande" con pulso habanero y de tango tradicional) y cierre ("Adiós nonino") de los catorce temas, y prosigue con el vuelo interpretativo de Triestango que plasma bellísimas imágenes de "Invierno porteño", la melodía eterna de "Oblivion" y el élan irrefrenable de "Nuestro tiempo". Triestango sorprende mientras ahonda en la inspiración de Astor.
Otros aciertos están a cargo de los excelentes arreglos que toca la Orquesta Estable del Teatro Colón ("Decarísimo", la entrañable melodía y cadencias de la "Milonga del ángel, y un trozo del "Concierto para bandoneón") con la flexibilidad digna de un grupo de cámara. Pero la primera revelación -que no lo es tanto, porque los escuchamos aquí- son las interpretaciones de los doce chelistas de la Orquesta Filarmónica de Berlín, cuyas notas, cuyo énfasis, cuyo fervor parece habérselos dictado personalmente Astor. Son fantásticas por la fuerza, lirismo y emoción sus versiones de "Adiós Nonino", "Fuga y misterio" y "Chiquilín de Bachín". Otros descubrimientos son el escondido y exquisito "Café 1930", por Mark Gould en dúo de guitarra y saxo, y el refinado "Night Club", por Pahud Barrueco, en dúo, como las mejores músicas de cámara pergeñadas por una genial inventiva.
Aquí el sello EMI ha preferido honrar a Piazzolla descartando sus mejores grupos. Es una forma de mostrar el abanico de un creador prolífico que recorrió todos los caminos del tango y que inventó un estilo único para reflejar los latidos de Buenos Aires. Una música pletórica de imaginación que hoy se cultiva en todo el mundo.
Astor Piazzolla. Con este sucinto título en inglés (al que se le agrega: The classic way) acaba de aparecer en el mercado local un disco doble con música de Astor Piazzolla a cargo de diversos intérpretes. La escueta gacetilla que lo acompaña para la prensa, aclara que el lanzamiento es "a nivel mundial en las versiones (sic) inglesa, holandesa, francesa, japonesa, alemana y española".
Precisamente en la expresión "The tango way" confluyen dos de sus variados significados en lengua inglesa: camino, derrotero y también estilo, manera. Por un lado está ese sendero de la evolución desde el tango tradicional hacia la vanguardia tanguera, recorrido por Piazzolla, por otro la plasmación de un estilo inconfundible pergeñado a través del tiempo.
Este es un disco para redescubrir a Piazzolla a través de una parte de sus composiciones y luego en la percepción estilística de otros músicos.
Llegados a este punto conviene aclarar algo que suele pasarse por alto en las discusiones sobre la inventiva y el estilo Piazzolla. Y es que nuestro músico no nació por generación espontánea enrolado en la avant garde. Su derrotero en el tango le llega ya en su infancia, a través del tanguero de la familia, nada menos que papá Nonino. Y antes que ser el Piazzolla de los octetos, los quintetos, el noneto y el sexteto último, fue un músico que cultivó el tango tradicional, aunque alguien pudo descubrir en aquellas primeras incursiones, en algunas pulsaciones, en el modo de frasear, en el sonido siempre intenso, su predestinación revolucionaria.
Cuando empezamos a repasar los temas de este interesante disco, lo primero que descubrimos es al creador de "Lo que vendrá", en interpretación de Aníbal Troilo y su orquesta. La tristeza, la nostalgia infinita conviven con el incisivo pulso tanguero. Troilo fue uno de los primeros en disfrutar y en sufrir los desafíos de Piazzolla en los arreglos para su orquesta. Pero no se perciben en esta apertura de una saga de treinta y una versiones -dividida en sendos discos compactos- el anuncio del título. En todo caso sí el pulso rítmico y el vuelo lírico.
Le siguen la versión muy moderada del hoy clásico "Adiós Nonino" por Carlos García y su orquesta.
Más adelante, y en diverso orden, aparecerá la ejecución, por el propio Piazzolla, de "Villeguita", típico del estilo tradicional, "El desbande" y "Se armó", con su nervio arrasador, en los que todavía no se perfila de veras el estilo inconfundible de Astor
La impronta de Leopoldo Federico aparece en el empuje creativo y la riqueza musical de un vibrante "Decarísimo", en el sesgo romántico de "Nonino" y en un algo distante del fuego y la pasión en "Libertango".
No obstante a muchos sorprenderá que en esta recopilación aparezca Osvaldo Fresedo y su orquesta traduciendo "Para lucirse"(tango ortodoxo conjugado con la vena romántica), y también el romántico y melancólico "Prepárense". O que aparezca José Baso y su orquesta en "Triunfal", un tangazo rítmico y sentimental.
En cambio las afinidades y tangencias estilísticas saltan a la vista en la orquesta de Pugliese, quien entrega "Marrón y azul" y "Zum" (que le dedicara Astor) con el aliento rítmico típico de su vena creadora.
Raúl Garello se acerca un poco más al espíritu de Piazzolla en "Verano porteño" (obra emblemática, aquí bastante tranquila) y "Otoño porteño" que rescata la conjunción melódico-rítmica. Pero es sobre todo el Sexteto Mayor quien asume con mayor fervor y empatía el estilo piazzollano a través de vibrantes versiones de "Invierto porteño" y "Adiós Nonino", quizá por la presencia emotiva de bandoneón y violín.
El segundo disco de "Astor Piazzolla - The tango way" presenta otro cariz: más recoleto, más imaginativo. Empieza con los aerófonos del Octeto Académico de Caracas en la apertura ("El desbande" con pulso habanero y de tango tradicional) y cierre ("Adios nonino") de los catorce temas, y prosigue con el vuelo interpretativo de Triestango que plasma bellísimas imágenes de "Invierno porteño", la melodía eterna de "Oblivion" y el élan irrefrenable de "Nuestro tiempo". Triestango sorprende mientras ahonda en la inspiración de Astor.
Otros aciertos están a cargo de los excelentes arreglos que toca la Orquesta Estable del Teatro Colón ("Decarísimo", la entrañable melodía y cadencias de la "Milonga del angel, y un trozo del "Concierto para bandoneón") con la flexibilidad digna de un grupo de cámara.
Pero la primera revelación -que no lo es tanto, porque los escuchamos aquí- son las interpretaciones de los doce chelistas de la Orquesta Filarmónica de Berlín, cuyas notas, cuyos énfasis, cuyo fervor parece habérselos dictado personalmente Astor. Son fantásticas por la fuerza, lirismo y emoción sus versiones de "Adiós Nonino", "Fuga y misterio" y "Chiquilín de Bachín". Otros descubrimientos son el escondido y exquisito "Café 1930", por Mark Gould en dúo de guitarra y saxo, y el refinado "Night Club", por Pahud Barrueco, en dúo, como las mejores músicas de cámara pergeñadas por una genial inventiva.
Aquí el sello EMI ha preferido honrar a Piazzolla descartando sus mejores grupos. Es una forma de mostrar el abanico de un creador prolífico que recorrió todos los caminos del tango y que inventó un estilo único para reflejar los latidos de Buenos Aires. Una música pletórica de imaginación que hoy se cultiva en todo el mundo.
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