Un baterista que reúne la pasión con la técnica
Billy Cobham volvió a mostrar que su estilo atlético y una velocidad sobrehumana siguen siendo su principal argumento artístico
Presentación de la Billy Cobham Band, con Jean-Marie Ecay, en guitarra; Christofe Cravero, en teclados y violín; Fifi Chayeb, en bajo; Marco Lobo, en percusión, y Billy Cobham, en batería. Grupo telonero: Mariano Loiácono Quinteto. En el Gran Rex.
Nuestra opinión: muy bueno
Quizá hoy la música que propone Billy Cobham tenga un sabor algo anticuado, no obstante, tiene dos aspectos que la hacen largamente redimible: la pasión y la calidad.
En efecto, Cobham sigue siendo un baterista de una energía sobrehumana, con la que, además de generar una intensa energía, revela una pasión por la técnica.
Su concierto en el Gran Rex fue de tono explosivo. Una Yamaha de doble bombo y una docena de platillos le permiten al extrovertido artista desplegar a lo largo y ancho de la música su mundo percusivo.
Hizo un repertorio a modo de selección de sus discos; algo así como lo mejor de cada álbum. Una idea acertada, aunque poco creativa en términos artísticos.
Veamos ahora de qué se trata su interpretación. Cobham apunta a estructuras rítmicamente complejas, en las cuales hay cambios de compás (fluctúa entre los 5x4, 7x4 y el consabido 4x4) para desarrollar distintos climas. Construye tensiones de una manera inteligente; lejos de intentar ponerles puntos finales a su arreglos, trabaja con pequeños puentes que unen distintas estructuras.
Este modo de desarrollar la música genera que sea uno de los escasísimos bateristas que podrían definirse como conceptuales.
Hay una estrecha relación entre las diferentes estructuras que edifica, lo cual produce una sensación de contundencia.
Velocísimo en los tambores, reúne el concepto rítmico con un empuje digno de una locomotora, de ahí que si no tiene acompañantes potentes hay momentos de flaquezas. Por ejemplo, el guitarrista Jean-Marie Ecay mostró que posee una depurada técnica, pero sonó poco convincente; no así Christofe Cravero, tecladista y violinista que trabajó de manera impecable.
El concierto tuvo, por lo menos, dos grandes momentos, con Crosswinds y un portentoso Red Balloon, largamente festejado por el público.
Hizo varios solos; algunos, probablemente, algo extensos, pero dentro de la lógica del jazz son necesarios para expresar su mensaje.
La banda exhibió ajuste y un claro sentimiento de acompañamiento; sin lucimientos, el grupo generó el clima adecuado para que este experimentado músico se luciera. Un concierto que tuvo un auditorio casi enteramente ganado por músicos.
Frente a estos artistas, no es común que el público en la salida recuerde aún al grupo telonero. Sin embargo, el quinteto de Mariano Loiácono, músico de Cruz Alta, Córdoba, recibió no sólo una ovación al finalizar su show, sino que, a la salida, el auditorio seguía hablando de su propuesta.
Su música tiene un claro lirismo melódico, sumado a una bellísima forma de arreglar la música, en los que se hamaca entre lo clásico y lo experimental.
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