Migue García. Un camino que empieza
Presentó su disco "Quieto o disparo" en el teatro Coliseo
Migue García canta, habla y escribe acerca de una misión. Cuando canta, repite eso de "exijo algo a cambio de cambiar una misión estoy tratando de emprender". Cuando habla, plantado en el medio del escenario, rodeado de su joven banda, "el Migue" -como le dicen sus padres y amigos- asegura que por fin comprendió el significado de la palabra "misión", que veinte años atrás, su madre, la cantante María Rosa Yorio, insistía en repetirle como un mantra hippie. "Si viniste a verme, ya eso solamente hace realidad la misión, la utopía de compartir con vos mis sentimientos Hoy me juego todo", sostiene el joven García, finalmente, desde las líneas escritas por él mismo incluidas en el programa de mano de lo que fue anunciado como su "primer concierto", tras la edición de su álbum debut solista, "Quieto o disparo", a fines del año pasado.
Quince canciones, poco más de una hora de show, papá Charly como invitado y la presentación en sociedad de su banda. ¿Misión cumplida?
En la noche del viernes, en el teatro Coliseo, Migue (sin la l y acentuado en la i) dio su segundo paso fuerte en la industria del entretenimiento a la que, luego de varios años de perfil bajo, se lanzó sin freno en 2005, con un disco de buenas canciones compartidas con su amigo Lucas Marti y una intención despojada de su hasta aquí habitual timidez.
Por eso quizás hubo demasiadas luces puestas sobre el escenario: una discográfica multinacional -la misma que la de García padre- que apostó fuerte; una radio bien nacional; una productora que anunció el concierto como un "hito" y lo emparentó con el debut de Almendra y Seru Giran; las cámaras de Crónica TV (a esta altura su lema tendría que ser "siempre junto a Charly"); un puñado de fans del ilustre apellido; un teatro con historia (y demasiadas butacas); unos cuantos curiosos de todo tipo y un tipo muy curioso: Charly García, en rol de músico y padre.
Dar pelea
Así salió Migue a escena, junto a Javier Mattano en guitarra, Francisco Arancibia en bajo y Marcelo Baraj en batería. Siempre parado tras el teclado, por momentos acelerado y visiblemente nervioso, el joven García ofreció una versión más rockera de las canciones de "Quieto o disparo", en función del trío que acompaña y que lógicamente siente las pocas horas de vuelo que lleva sobre el escenario. A todos les costará medio show encontrar armonía, conexión, concentración. Las luces parecen encandilar pero Migue da pelea, interna y externa, busca complicidad con el público más fiel y, poco a poco, se suelta, logra jugar con su voz, se anima a algún grito y un tema nuevo, casualmente llamado "Conexión", parece aceitar engranajes. Pero veinte minutos después, el concierto termina. Charly García sube y toca la guitarra, el público se pone de pie por primera vez y Migue García canta con micrófono en mano los versos de "Dos edificios dorados", escrita por David Lebón para su debut solista, en 1974: "Tengo que seguir, lo que yo empecé Tengo mis fuerzas basadas aquí, pronto verán, resurrecciones en el mundo".
¿Misión cumplida? Mientras el propio Migue no se crea eso de que ha sido como el debut de Almendra o Seru Giran, seguramente habrá sido así. Esto recién empieza y la trayectoria, aún por suerte, no se compra ni se alardea, sino que la única forma de conseguirla es construyéndola.
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