Una canción inagotable
Cuando, en 1969, George Harrison compuso "My sweet Lord", tenía serias dificultades para que John Lennon y Paul McCartney aceptaran sus temas para los Beatles. Entonces era el último año del grupo, y las tensiones que se vivían entre ellos incluían disputas como ésta. Quién sabe, tal vez, para demostrar poder. El caso es que esta canción -el símbolo que mejor representó a George fuera del grupo durante toda su carrera- fue una de las rechazadas. El desquite llegó en noviembre de 1970, cuando los Fabulosos Cuatro ya habían anunciado su separación y nadie sabía bien qué camino se podía tomar después de haber dominado una década: el álbum triple "All things must pass" fue el primer gran éxito solista de un ex Beatle, y "Mi dulce Señor" fue el himno que no sólo resumía el espíritu de una época que se apagaba irremediablemente, sino su propia experiencia con la espiritualidad india y, en particular, con el movimiento Hare Krishna, del que no se alejó (e incluso ayudó con parte de su herencia) hasta su muerte.
Al cumplirse 30 años de su aparición, "All things must pass" fue reeditado en un CD doble, con varios y valiosos bonus track, trabajo en el que también participó Harrison, que venía con el impulso de haber recobrado cintas de los Beatles para las "Anthology". Entre esos bonus, hay una versión menos "producida" de, justamente, "My sweet Lord". Lo que hizo Harrison fue quitarle las capas de sonido que había sumado originalmente el productor Phil Spector. De alguna manera, 30 años después, Harrison acercó esa oración a su espíritu original, más cercano al spiritual o al gospel (vale recordar que, al componerla, se inspiró en el éxito "Oh happy day", de los Edwin Hawkins Singers). Hoy, casi dos meses después de la muerte de su autor (el 29 de noviembre), esta nueva versión del clásico llegó al primer puesto de ventas en Inglaterra.
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Pero la oposición de Lennon y McCartney fue uno de los inconvenientes que debieron afrontar el tema y su autor. Poco después de su edición e inmediata repercusión en todo el mundo (que demostraba, a su vez, que el sueño no había terminado del todo), Harrison debió afrontar un juicio por plagio.
La demanda -entablada por los herederos de Ronnie Mack, autor de "He´s so fine", un éxito de los Chiffons de 1963- decía que Harrison había robado tres acordes para "My sweet Lord". Pasaron algunos años sin que se llegara a un veredicto, y en 1976, el juez decidió que el plagio del demandado Harrison había sido inconsciente, aunque debió pagar una multa de poco más de medio millón de dólares.
Hoy, con sus más de treinta años de historia, el juicio o el rechazo de sus compañeros son sólo anécdotas. Una nota de color más de las tantas que involucran a los Beatles, esos artistas inagotables, ese sueño que no termina.
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