Gerardo Gandini y Jaime Torres. Una particular lectura musical

Los dos artistas comparten un ciclo de shows junto a la cantante Neli Saporiti

15 de enero de 2004

LA NACION

La combinación puede sonar extraña, pero la música permite que sea posible.

Eso sí, hay que tener los oídos bien dispuestos para comenzar una audición con introspectivos "postangos", recibir la voz de una dúctil cantante que manifiesta el gusto por el folklore y el tango, casi en igual medida, y terminar haciendo palmas al ritmo de la música andina que se marca con el rasgueo de un charango.

El compositor y pianista Gerardo Gandini, el charanguista Jaime Torres y la cantante Neli Saporiti son los encargados de protagonizar este espectáculo que pasa por distintos climas. Se trata de un show que no reúne voluntades musicales en un proyecto común, sino propuestas personales que se suceden durante un par de horas de música constante.

El tanguero Gandini -porque, hay que decirlo, es uno de los músicos crecidos en la "clásica" que mejor dominan el lenguaje, los códigos y la roña del tango- es el encargado de abrir la noche desde el piano con una serie de piezas muy tradicionales de la música de Buenos Aires, pero en su particular estilo.

Tanto para quienes ya conocen sus "Postangos" como para los que los escuchan aquí por primera vez, el repertorio puede traer más de una sorpresa. Especialmente la improvisación que plantea el pianista y su fino trabajo de deconstrucción de las piezas (no de demolición), la rítmica, la armonía, las melodías o breves motivos que aparecen y desaparecen repentinamente en clásicos como "Malena", "La cumparsita" y "La casita de mis viejos" .

La encargada de tomar la posta hasta dejarla en manos del charanguista es la cantante Saporiti, que en compañía de Gandini y luego de los músicos de Torres pasea por músicas argentinas.

Después llega Jaime con charangos y ronroco bajo el brazo para imponer en plan solista la creatividad y el buen gusto por encima de la destreza. Enseguida se suma su grupo, un trío de cajón, guitarra y guitarrón que lo acompaña en un recorrido que parte de la música andina y se dirige hacia otras latitudes de la manera más natural. Y cuando el público tiene tanto o más entusiasmo que los músicos llega la hora de la despedida. Todos se quedan con ganas de un poco más, pero hay que desalojar la sala para el show siguiente.

No es un espectáculo para quienes van especialmente a ver a uno de estos artistas. Es, más bien, un espacio compartido por músicos de diferentes corrientes y recomendable para oyentes bien dispuestos a recibir expresiones distintas y de buena calidad.