Wozzeck , un drama que sigue vigente
Wozzeck , ópera en tres actos con música y libreto de Alban Berg, con el Coro Estable (dirigido por Salvatore Caputo), el Coro de Niños (dirigido por Valdo Sciammarella), y la Orquesta Estable del Teatro Colón con la dirección general de Stefan Lano. Puesta en escena: Marcelo Lombardero; escenografía: Diego Siliano; vestuario: Luciana Gutman, e iluminación José Luis Fiorruccio. Cantantes: Hernán Iturralde, Adriana Mastrangelo, Carlos Bengolea, Gabriel Renaud, Gustavo Gibert, Eduardo Ayas, Nahuel Di Pierro, Sebastián Sorrarain, Gabriel Centeno, Vera Cirkovic y Marcos Padilla. Niño: Tomás Nahuel Benítez. En el Coliseo.
Nuestra opinión: muy bueno
Se abre la nueva temporada lírica del Teatro Colón de manera significativa con el sello de una de las obras más intensas del teatro musical moderno, que inaugura así la nueva etapa del teatro oficial en el Coliseo. Wozzeck , la ópera más importante que compuso Alban Berg, enraizada de manera profunda en la primera mitad del siglo veinte que vio caer imperios, regímenes y clases sociales, dogmas y valores éticos, así como consignas artísticas.
Como título inicial de la temporada, prenuncia no sólo cambios renovadores en el repertorio lírico. Wozzek es una nueva y original manera de tratar con hondura el alma humana que ha de reflejarse en la música y las voces que la expresan. Por ello, su vigencia traspasa el tiempo y a más de ochenta años de su creación llega hoy con toda la fuerza y la belleza trágica de su mensaje. Se trata de una de las óperas más difíciles entre las que han alcanzado el favor del público, precisamente en razón de una intensidad poética que inquieta aún antes de ser comprendida. Se suma a ello la complejidad de una pieza maestra del teatro musical que requiere gran rigor expositivo en lo dramático, lo musical y el canto hablado, unido a la sutil captación psicológica de cada personaje. "El hombre es un abismo", dirá el protagonista, presagiando una tragedia que le es propia, así como lo sería para una realidad que se impondría en las restantes décadas del siglo veinte.
Una combinación ideal
Músico y dramaturgo como pocos, Berg se ajustó minuciosa y rigurosamente al genio dramático de Büchner; lo hizo no sólo con un lenguaje musical de alto voltaje emocional, expresando la verdad subjetiva de los sentimientos, pero además con un severo orden formal. Su lenguaje armónico, surgido del dodecafonismo, oscila entre una tonalidad libre y la atonalidad; pero su música llega como emoción pura, disimulando la complejidad de su estructura interna -lo cual habla de la calidad de su arte- al unir su libertad expresiva con el rigor de formas absolutas, como la fugas o la passacaglia. Uno de los logros de esta versión se debe a la sabia conducción de Stefan Lano al frente de la Estable del Colón, que refleja cabalmente el expresionismo de la partitura con gran dominio de su dinámica.
El elenco de voces registra puntos salientes como Hernán Iturralde, de magnífico timbre y entonación, que encarna la perfección al soldado simple y cohibido que se encamina, lleno de angustia y agitación, hacia el crimen; también Adriana Mastrangelo (Marie) que hace prodigios con su voz para abordar el canto hablado (Sprechgesang) , y alcanza genuina intensidad expresiva; Gustavo Gibert (Doctor) aúna buena calidad vocal y precisa actuación; Eduardo Ayas destaca por su consistencia vocal convincente desempeño; Gabriel Renaud (Capitán), pese a su desempeño actoral, no alcanza aquí un nivel vocal ponderable. Vera Circovic (Margret) es altamente eficaz por su afinación y capacidad dramática. Hubo eficacia en el resto del elenco. El Coro Estable realiza un homogéneo rendimiento vocal y escénico, así como el Coro de Niños se destaca por su espontaneidad y afinación.
No es menor en esta versión el mérito de Marcelo Lombardero al llevar a escena esta obra difícil, pese a los inconvenientes por la adaptación al cambio de sala. Hay un minucioso trabajo de creación de gran cohesión interna, se crean espacios escénicos mediante telones visualmente atrayentes, con auxilio de proyecciones, y prescindiendo de despliegues escenográficos mayores. La realidad se halla así configurada por la visión interior del drama en facetas independientes tal como fue concebida. Escenografía, vestuario e iluminación se conjugan con real eficacia. No resulta feliz, en cambio, la inserción de escenas filmadas de una villa de emergencia; tampoco, la alteración del final de la ópera en el que el niño huérfano debe quedar solo en la escena.
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